El niño problema. Guillermo Javier Nogueira
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Por otro lado, los límites temporales culturalmente establecidos para este período son también variables al igual que la manera de considerar al niño en una determinada sociedad. Lo mismo sucede con las distinciones entre niñez e infancia. Extremando este planteo puede cuestionarse inclusive a partir de qué momento el cachorro humano es considerado un ser humano pleno. El uso del término cachorro humano ha sido intencional para marcar un reduccionismo extremo a lo biológico. Estas disquisiciones se hacen aparentes con diversos ropajes según épocas y culturas.
En el momento actual suelen aparecer discusiones en tanto que algunos consideran al embrión un ser humano en potencia y otros piensan que sólo es un ser vivo que se humanizará a partir de cierto momento y dadas ciertas circunstancias favorables. Tercia en esto la religión, que a pesar de admitir ahora a la biología y la ciencia en general, persiste en sostener variantes del creacionismo. Según esta postura, desde la unión de los gametos, estaríamos en presencia de un designio divino incognoscible al que no debemos desafiar señalando el riesgo de una nueva versión de la Torre de Babel.
Vale la pena considerar estos planteos no solo como un ejercicio epistemológico o académico, sino también por su utilidad frente a un problema encontrado en nuestra sociedad actual como son los embarazos adolescentes o de alto riesgo y su alta posibilidad y probabilidad de anomalías en la gestación y el desarrollo fetal. Llegados a término, sus frutos pueden mostrar diversas alteraciones con las que tendremos que lidiar, y que los colocarán en condiciones desventajosas para integrarse al mundo al que se asoman. Afortunadamente no se da en todos los casos, lo que no nos autoriza a desentendernos o tomarlos a la ligera.
Los cambios culturales recientes con la posibilidad de manipular genéticamente gametos y embriones, la fertilización asistida o in vitro y la maternidad subrogante, desarrollados por loables razones, parecen ir derivando en la aparición de una tendencia o moda del “bebé por encargo” según especificaciones arbitrarias a gusto del consumidor. No contamos aún con los recursos morales, éticos y científicos que nos ayuden a aventurar el futuro y las consecuencias en los seres humanos de estas conductas novedosas. Así como semejante desarrollo científico tecnológico era inimaginable hasta no hace mucho tiempo, tampoco fueron previstas muchas de sus posibles consecuencias, entre ellas los cambios en la estructura familiar y los roles parentales. Dejando de lado pero sin ignorar esta situación novedosa y particular, debemos encarar los problemas más frecuentes en la niñez actual teniendo en cuenta a los padres, el sistema educativo y el de salud. Es necesario estar educados y dispuestos para aceptar posibles cambios de paradigmas, lo que no significa adscribir servilmente a ellos o antagonizarlos in límine.
Es probable que las dificultades de aprendizaje y de conducta sigan existiendo a pesar o tal vez a causa de los cambios socioculturales y educativos y de la ayuda social. Ciertamente tendrán nuevas manifestaciones de una magnitud difícilmente predecible por ahora. Frente a la incertidumbre es prudente volver a las bases.
Punto de partida
El punto de partida para una humanización exitosa es la posesión de un cuerpo adecuado y en particular de un cerebro adecuado. Si llegamos a ser humanos tal como lo somos ahora, lo fue debido a la evolución que mantuvo aquellas ventajas útiles para la subsistencia del sujeto. La clave del éxito para el desarrollo de dicha condición han sido los aprendizajes sustentados por una base biológica apropiada y efectuados a partir de un medio ambiente deseante, afectivamente rico, comprometido y estimulante.
Por lo tanto, es evidente que las situaciones negativas o de riesgo, por carecer de algunos elementos valiosos de las vertientes biológica y sociocultural, condenan desde el comienzo a una existencia en condiciones desventajosas. La posibilidad de perpetuar en la descendencia las desventajas y sus patologías, es una probabilidad que asusta pero debe ser reconocida y tenida en cuenta. La pobreza, responsable principal de dichas posibilidades negativas, es autosustentable y en consecuencia lo esperable es la generación de más pobreza.
Mirar en esa dirección, en lugar de ignorarla u ocultarla detrás de un velo, será el primer paso para poner en práctica un principio fundacional de las ciencias de la salud: mejor prevenir que curar.
La gravedad de lo que está en juego requiere un tratamiento ético y realista en el que aquellos comprometidos con esta problemática realicen un debate serio con la mirada puesta en dirección a la detección de sus causas, evaluación ajustada de su magnitud y pronóstico, junto con su prevención y posibles soluciones. Es lamentablemente frecuente acotar la observación y el tratamiento a los efectos y no a sus causas por ser estos más visibles y concretos y por ende más fáciles de tratar. Un buen ejemplo es tomar la alimentación y el hambre como prioridades absolutas y no mirar a su causa principal como es la pobreza que es multideterminada y más compleja. Este debate, así como las propuestas que vayan surgiendo, traerá a un primer plano la necesidad de ayuda a los progenitores dado que un embarazo de riesgo, cualesquieran sean sus causas, ya los ubica frente a un proceso en curso para el que nuestras soluciones suelen ser tardías, parciales, precarias o inexistentes.
La niñez
Es aleccionador y aún sorprendente mirar la niñez desde una perspectiva histórica. En Egipto y la Mesopotamia los ritos religiosos, entre ellos la circuncisión por ejemplo, tenían fundamental importancia. Los niños eran tenidos en cuenta para las leyes sucesorias, trabajaban y podían ser encarcelados. También se los abandonaba para provocar su muerte dejándolos expuestos, de allí la palabra expósitos. Incluso se hacían sacrificios humanos que incluían niños.
En Grecia eran considerados hijos del estado y por lo tanto al momento de nacer una comisión de expertos determinaba su valor. Si eran fuertes y sanos serían soldados (Esparta), si tenían defectos congénitos o eran débiles los arrojaban desde el monte Taigeto o los abandonaban en los “expositorios”. Lo individual era sacrificado en pos de lo social. No obstante, no en todos lados era así; en Atenas, Platón aconsejaba mecerlos y dejarlos jugar libremente hasta los 6 años. A partir de allí aparece el pedagogo y la escuela. Un ciudadano de la polis debía crecer libre y estimulado inicialmente para luego ser formalmente educado y así poder hacerse cargo de las tareas de la ciudad como institución. Aristóteles sostenía algo parecido pero claramente preconizaba eliminar a los defectuosos. La educación era solo para los varones y dependía de cada familia. El cuerpo era idealizado y la educación tendía a lograr su perfección en el gimnasio o la palestra. Los niños tenían sus dioses protectores y la filosofía era considerada como el logro del espíritu y del cuerpo. Los esclavos no eran considerados en otros aspectos más que como posesiones y mano de obra y sus hijos tenidos como inversiones a futuro.
En Roma aparece la figura del padre con poder absoluto, el pater familiae. El niño es tomado como un proyecto para ocupar un lugar en la sociedad con un rol determinado y variable: guerrero, ciudadano, trabajador o madre. Para estas sociedades el rol de la mujer era secundario y en el mejor de los casos tomada desde su posición reproductora y criadora. Las tareas pertinentes de la crianza y el hogar le estaban destinadas.
Hipócrates, gestor de la mirada médica, consideraba a la infancia según períodos: de 0-7 años los consideraba bebés, de 7 a 14 niños y de 14 a 21, adolescentes. Esa división y la concepción subyacente predominaron hasta el Renacimiento.
El cristianismo propone una visión religiosa y valora al hijo en relación con la figura del padre, Jesús hijo de Dios, generando una metáfora interesante en tanto que lo visible del padre es el hijo, lo visible del hijo es el padre y ambos se honran recíprocamente. El niño es más valorado e inclusive la función materna es también revalorizada. Surge el lema que promulga a las mujeres