E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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Él frunció el ceño.
–Tendré que pedirle a un arquitecto de mi antigua empresa que refrende los planos.
–Hazlo –lo animó ella. Tal vez si hablaba con sus viejos colegas se replanteara lo mucho que le gustaba la arquitectura.
Flynn cruzó el sótano y abrió la puerta de la calle, dejando entrar un soplo de brisa.
–Enseguida vuelvo.
La puerta se cerró tras él y Renee quedó envuelta en el silencio… un recuerdo de los días y noches solitarios que había pasado en aquella casa mientras Flynn estaba trabajando. Estaba convencida de que su matrimonio se habría salvado si Flynn hubiera seguido dedicándose a la arquitectura, en vez de convertirse en el vicepresidente de la empresa familiar. Pero su título en Empresariales y la educación recibida lo convertían en el mejor candidato para ocupar el puesto tras la muerte de su padre.
Sacudió la cabeza enérgicamente. No volvería a sufrir la misma frustración en soledad. No lo permitiría. Tenía su propio negocio, sus propios intereses y objetivos, y su felicidad jamás volvería a depender de Flynn.
Apuró la taza de café y se llevó los planos al piso de arriba. En otro tiempo habría preparado el desayuno para que Flynn se lo encontrara en la mesa cuando volviera de correr. Cocinar para él la había llenado de una satisfacción incomparable, y por un instante pensó en saquear la nevera a ver qué encontraba. Pero resistió el impulso y se recordó que nada era igual que antes.
Lo que hizo fue llenar de nuevo la taza de café y sentarse con un cuaderno y un bolígrafo. Montar una sucursal le llevaría mucho trabajo, pero al menos ya tenía experiencia. Lo primero era hacer una lista de la compra, otra lista de cosas por hacer y una lista general. Cuando las hubiera cotejado y el contratista le hubiera dado una cifra aproximada, sería el momento de configurar su presupuesto.
El timbre de la puerta la sacó de sus cálculos. Miró el reloj y vio que sólo habían pasado cuarenta minutos desde que Flynn se marchara. Normalmente se pasaba una hora corriendo, aunque de eso hacía varios años. ¿Se habría olvidado la llave? ¿No seguía guardando una llave tras los números de hierro forjado de la casa?
Se levantó y caminó descalza hacia la puerta de la calle. El cristal ovalado no permitía reconocer a la persona que había al otro lado, pero sí se podía apreciar que no era tan alta como Flynn. ¿Quién podía hacer una visita tan temprano?
Abrió la puerta y se encontró con su suegra. Un profundo disgusto se apoderó de ella nada más verla, pues no había una manera cortés de describir a Carol Maddox.
–Hola, Carol.
La madre de Flynn, rubia y espantosamente delgada, esbozó una mueca de desdén a pesar del botox que le inmovilizaba el rostro.
–Así que es cierto… Has vuelto.
–Sí –una sola palabra no debería provocarle tanta satisfacción, pero la madre de Flynn la había hecho sentirse mal tantas veces que se regodeó con la certeza de haberle estropeado el día… e incluso toda la semana.
Carol la miró de arriba abajo con desprecio, desde el pelo enmarañado y el rostro sin maquillar hasta los vaqueros viejos y los pies descalzos con las uñas sin pintar. Por último, miró la taza que Renee aún llevaba en la mano.
–Me gustaría tomar una taza de café… Si es que has aprendido a hacer un café decente, claro está.
Renee estuvo a punto de soltarle una grosería, pero se mordió la lengua para no ponerse al mismo nivel que Carol.
–Pasa, pero si esperas algo como Kopi Luwak te vas a llevar una decepción –le advirtió, refiriéndose al café más caro del mundo.
La condujo a la cocina en vez de al salón, donde siempre la recibía en el pasado. Sin la menor ceremonia, llenó una taza normal y corriente en vez de usar la porcelana china y la llevó a la mesa con el azúcar y el cartón de leche.
En los negocios era fundamental la presentación, pero no tenía sentido intentar impresionar a Carol. Hiciera lo que hiciera, nunca era suficiente. Renee había aprendido la lección hacía mucho.
Carol se preparó el café con exagerada teatralidad, tomó un sorbo y dejó la taza con una mueca de asco.
–¿Qué pretendes volviendo a la vida de Flynn, ahora que finalmente ha encontrado a una mujer apropiada para él?
Renee se quedó tan horrorizada que durante unos segundos no supo cómo reaccionar. Intentó convencerse a sí misma de que no eran celos lo que le abrasaba el estómago. No tenía ningún derecho a estar celosa de la nueva novia de Flynn. Para tener celos tendría que sentir algo por él. Y ella ya no sentía nada…
–¿En serio?
–Sí. Estás perdiendo el tiempo y le estás haciendo perder a él el suyo. Ella pertenece a nuestra misma clase. Tú no.
–¿Te refieres a una clase rica, grosera y que no duda en apuñalar por la espalda?
Las palabras salieron de su boca antes de poder detenerlas. Una parte de ella no podía creer que hubiera sido capaz, pero otra parte se enorgullecía de haber respondido al ataque. Con Carol era imposible mantener la calma. Renee se había esforzado al máximo por intentar agradar a su suegra, y sólo había conseguido un desprecio absoluto.
Carol la miró con ojos muy abiertos, pero enseguida los entornó y adoptó una expresión pensativa.
–Parece que al fin tienes agallas… Admirable, pero llegas tarde. Vas a perder a Flynn igual que lo perdiste antes. Él quiere a Denise y piensa casarse con ella.
El estómago de Renee era un caldero de sentimientos envenenados. Odio, no era más que odio, se dijo a sí misma. Odio hacia aquella mujer cruel y aborrecible.
–Eso puede ser un poco difícil, ya que Flynn sigue casado conmigo… Nunca llegó a firmar los papeles del divorcio.
Carol endureció aún más sus pétreos rasgos.
–Seguro que no fue más que un descuido. Puede que lo estés distrayendo un tiempo, pero tarde o temprano verá la fulana oportunista que eres.
Renee se clavó las uñas en las palmas para intentar refrenarse. Quería gritarle a aquella arpía lo que pensaba de su pretencioso linaje, pero le había prometido a Flynn que la reconciliación parecería real.
Durante su matrimonio, tenía tanto miedo de perder a Flynn o de volverlo contra ella, que nunca le habló de los insultos que recibía de su madre. Pero esa posibilidad ya no le preocupaba. De hecho, si iban a romper definitivamente, sería mejor hacerlo antes de que ella invirtiera su tiempo y dinero en expandir el negocio, y naturalmente, antes de quedarse embarazada.
–Para que lo sepas, Carol, fue Flynn el que vino a buscarme y el que me propuso volver a esta casa. Ha hecho estos planos para transformar el sótano en mi lugar de trabajo –señaló los bocetos–. Y me ha pedido que tenga un hijo con el. Estamos discutiendo si buscarlo enseguida o esperar un poco, ya que hemos pasado siete años separados.
–Mientes.