E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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Renee asintió.
–Se marcha de un sitio en cuanto se lleva mal con alguien.
–Es lo malo de su alcoholismo. Tienes mucha suerte de haber contado con tu abuela para disfrutar de un entorno más estable –le acarició la palma de la mano con la uña del pulgar. Ella retiró la mano y volvió a agarrar el vaso de agua, pero Flynn vio como se le ponía la piel de gallina–. Tienes muy buen aspecto, Renee. Parece que te sienta bien dirigir tu propio negocio.
–Gracias. Ser tu propio jefe tiene sus ventajas, y prefiero disfrutar de la libertad creativa en vez de ceñirme a las mismas recetas de siempre.
Cuando se conocieron, ella trabajaba para un famoso proveedor de Los Ángeles. Después de casarse, dejó aquel empleo y se trasladó a San Francisco.
Flynn había tenido mucho tiempo para pensar en el fracaso de su matrimonio, y llegó a la conclusión de que el primer error fue pedirle a Renee que se dedicara por completo a la vida doméstica. Renee procedía de una familia de clase trabajadora, lo que no le gustó nada a la madre de Flynn. Su abuela tenía un restaurante y su madre era chef. Ambos trabajos exigían un gran esfuerzo y tiempo, y consecuentemente la infancia de Renee transcurrió casi toda en la cocina de algún restaurante. A los catorce años, mientras Flynn se dedicaba a hacer maquetas y comportarse como un típico adolescente, ella atendía las mesas en su primer empleo. Muy pronto se acostumbró a ganar su propio salario y nunca se sintió cómoda recurriendo a Flynn para pedirle el dinero de la compra.
Renee no disfrutaba yendo de compras, a menos que guardara relación con las reformas de la casa. Tampoco era el tipo de mujer que pasara las horas muertas en un spa, por lo que no tuvo con qué distraerse cuando Flynn aumentó su horario laboral.
Lo único que le quedaba eran sus fantasías prematuras de ser madre.
Flynn se preguntó miles de veces qué habría pasado si él le hubiera permitido a Renee buscar otro trabajo o si hubiera accedido a tener un hijo. Se negó a formar una familia porque no quería ser el padre ausente que había sido el suyo.
Hijos… ¿Cuántos habrían tenido si él no se hubiera negado? Apartó rápidamente aquel pensamiento. El pasado no podía cambiarse. Lo único que podía hacer era aprender de sus errores y seguir adelante. Y esta vez no tenía intención de dejar escapar a su mujer.
Sería muy fácil olvidar que todo aquello era pura actuación, pensó Renee mientras Flynn le habría la puerta de casa.
Durante la cena había estado tan atento, ingenioso y locuaz como al principio de su relación. Pero Renee no podía olvidar que Flynn ya había cambiado una vez, y que por tanto podía volver a cambiar. Además, el verdadero problema no era él, sino ella.
–Tengo un juego de llaves para ti –le dijo él, tan cerca de su oído que el aliento le acarició el pelo.
Ella se estremeció y se apresuró a poner distancia entre ambos.
–Dijiste que me enseñarías tus ideas para el sótano.
–Están en mi estudio, junto con las llaves. Espérame allí. Iré dentro de un momento.
Se dirigió a la cocina y Renee entró en la habitación situada bajo las escaleras. El despacho de Flynn olía igual que él, y Renee se sorprendió respirando hondo para deleitarse con su fragancia. La mesa seguía ocupando casi todo el espacio bajo la ventana. Le resultó extraño que no se hubiera deshecho de ella, ya que aquel mueble representaba la vida y la ilusión que Flynn había dejado atrás. A Renee siempre le había parecido una lástima que tirase por la borda cuatro años de universidad y cuatro años y medio de prácticas, justo cuando estaba tan cerca de conseguir recomendaciones y ponerse a diseñar casas.
Contempló con pesar los libros de arquitectura y los títulos académicos que seguían ocupando las estanterías y se encontró con la foto enmarcada del día de su boda.
Un nudo de melancolía se le formó en la garganta al ver a Flynn y a ella en la pequeña capilla blanca de Las Vegas, los dos sonrientes y felices, llenos de amor. Antes de que se rompiera la magia, antes de que los ataques de la madre de Flynn empezaran a hacer mella, antes de que él perdiera a su padre… En el instante en que fue tomada la foto, Renee no podía sospechar lo triste y sola que llegaría a sentirse junto al hombre al que tanto amaba.
Flynn entró en el despacho con una botella de vino y dos copas.
–No me apetece –dijo ella.
Él frunció el ceño y dejó la botella y las copas en una mesa auxiliar.
–Dr. Loosen era tu vino favorito.
–Ya no bebo vino, salvo que tenga que probarlo para alguna receta. E incluso entonces sólo tomo un sorbo y después lo escupo.
–El vino te encantaba…
Ella se encogió de hombros.
–Eso era antes.
–¿Lo dejaste por culpa de tu madre?
Flynn no sabía nada de la mañana en que Renee despertó con una horrible resaca tras haberse emborrachado mientras esperaba a que volviera a casa. Y nunca lo sabría.
–En parte sí. ¿Y el sótano?
–Enseguida –Flynn descorchó el vino y, sin dejar de fruncir el ceño, se sentó tras su escritorio y abrió un cajón. Extrajo un juego de llaves y se lo tendió a Renee, quien por unos momentos no supo qué hacer. Si aceptaba aquellas llaves, estaría dando otro paso gigantesco hacia lo desconocido.
Finalmente agarró las llaves y sintió el frío metal al cerrar el puño.
Acto seguido, Flynn abrió una carpeta y la empujó sobre la mesa hacia Renee.
–Éstos son algunos locales que podrían servirte para tu negocio de catering.
Ella se inclinó para echar un vistazo, ahogó un gemido al ver el precio del primero y pasó al segundo. Flynn había anotado al margen los pro y los contra de cada inmueble, y a Renee se le fue encogiendo el corazón a medida que iba pasando las páginas. Los alquileres eran prohibitivos. Levantó la mirada y se encontró con los ojos entornados de Flynn fijos en ella.
–Esos alquileres no incluyen las reformas que tendrías que acometer para montar tu negocio. Y tú sabes mejor que yo cuánto te constarían esas reformas…
Renee barajó rápidamente las posibilidades. Aunque empleara todos sus ahorros tendría que pedir un préstamo para un proyecto de ese calibre. ¿Y realmente merecía la pena endeudarse por algo que tal vez no prosperara? En San Francisco la competencia era feroz, y si pedía un préstamo tan elevado no podría irse de la ciudad si la situación con Flynn se volviera insostenible. Se reprendió a sí misma por no haber pensado en los costes antes de aceptar el trato de Flynn.
–No tengo tanto dinero –admitió.
–Hay otra opción más económica –dijo él. Se levantó y se dirigió a la mesa de dibujo.
A Renee se le aceleró el pulso cuando vio la hoja llena de bocetos.
–¿Y esos planos?