E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras

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es lo que insinúas.

      –No insinúo nada, pero gracias por la aclaración. No podemos arriesgarnos a perder un cliente potencial por culpa de una aventura indiscreta.

      –No temas. Le haré una oferta irresistible… si tú me das la oportunidad.

      Flynn se quedó tan maravillado por su entusiasmo y seguridad que no tuvo más remedio que creerla.

      –¿Por qué has acudido a mí en vez de a Brock?

      –Porque Brock está tan obsesionado en firmar un contrato con Reese Enterprises que sólo quiere enviar a alguien como Jason, el Chico Maravillas del momento. No quiere confiarle la tarea a un caballo perdedor como yo.

      Celia tenía razón en una cosa. Brock estaba ciertamente obsesionado, y por su creciente irritabilidad y sus ojeras no parecía estar durmiendo mucho últimamente. Flynn tenía intención de hablar con él y recordarle lo destructivo que podía ser el trabajo. El matrimonio fallido de Flynn y el compromiso frustrado de Brock eran dos ejemplos perfectos.

      Hablando de su matrimonio… su mujer llegaría de un momento a otro. Miró la hora y se levantó.

      –Muy bien, Celia. Hablaré con Brock y le haré saber que cuentas con todo mi apoyo.

      Celia se levantó de un salto, rodeó la mesa y le echó los brazos al cuello.

      –Gracias, Flynn. No te arrepentirás.

      –Espero que no, porque si sale mal Brock pedirá tu cabeza y la mía.

      El edificio de siete plantas de Powell Street, sede de Maddox Communications, no había cambiado nada por fuera. Pero sí las sensaciones de Renee ante la idea de entrar en él. El entusiasmo y nerviosismo de antaño se habían transformado en inquietud. Cruzar aquellas puertas significaba entrar en una red de mentiras.

      Flynn aún no había nacido cuando su padre adquirió el edificio de estilo Beaux Arts, allá por los años setenta, que estaba a punto de ser demolido. Pero las fotos y las reformas lo habían fascinado desde que era un niño y le habían inculcado la pasión por la arquitectura. Nunca quiso unirse a la agencia de publicidad de su familia. Su único sueño era diseñar edificios. Y así fue hasta que la muerte de su padre hizo que cambiaran sus prioridades.

      Se acercó a las puertas con todo el cuerpo en tensión. Los restaurantes de lujo y las tiendas de ropa seguían ocupando la planta baja, y las oficinas de Maddox Communications llegaban hasta la sexta planta. Renee recordaba que en la última planta había un ático con un inmenso jardín, y se preguntó quién viviría allí ahora.

      Entró en el edificio y se dirigió directamente a los ascensores. Un hombre moreno y musculoso, que debía de tener su misma edad, impidió que se cerraran las puertas del ascensor hasta que ella hubo entrado.

      –Al sexto piso, por favor.

      Él asintió y pulsó el botón.

      –¿Es usted cliente de Maddox Communications?

      –No –respondió ella. No sabía quién era aquel tipo ni lo que Flynn les había contado a sus colegas, pero el trato era hacer que su matrimonio pareciera real. Así pues… que diera comienzo el juego–. Soy Renee Maddox, la mujer de Flynn.

      Los ojos grises del hombre no mostraron la menor sorpresa.

      –Gavin Spencer. Ejecutivo publicitario. Flynn es un buen tipo.

      –Sí que lo es –estrechó la mano que él le ofrecía–. Encantada de conocerte, Gavin.

      Las puertas se abrieron en la sexta planta y Gavin la invitó a salir primero.

      –Lo mismo digo, Renee.

      Una mujer delgada con el pelo castaño y corto estaba sentada tras un mostrador de recepción, justo enfrente del ascensor. Renee tragó saliva y recorrió la oficina con la mirada mientras esperaba a que la recepcionista terminase de hablar por teléfono.

      En la sala de espera había unos sofás blancos frente a dos gigantescos televisores de plasma. Los anuncios que emitían debían de ser obra de Maddox Communications, sin duda. Las paredes blancas y desnudas y las mesas de acrílico se combinaban con los suelos negros de roble, confiriéndole un aire moderno y elegante al lugar. Otras paredes lucían cuadros coloridos y abstractos. Algunos de los detalles eran nuevos para Renee, como los televisores, pero otros no.

      –¿Puedo ayudarla? –le preguntó la recepcionista.

      –Soy Renee Maddox. He venido a ver a Flynn.

      Los ojos de la chica se abrieron como platos.

      –Yo soy Shelby, señora Maddox. Flynn me dijo que vendría. Es un placer conocerla por fin.

      –Gracias. Lo mismo digo, Shelby. ¿Puedo ver a Flynn o está ocupado?

      –No tiene ninguna reunión en estos momentos, pero lo llamaré enseguida para informarlo de su llegada.

      Antes de que pudiera marcar el número, una bonita mujer pelirroja y embarazada salió de las oficinas.

      –Lauren, ésta es Renee, la mujer de Flynn –le explicó Shelby, como si no pudiera contenerse.

      La recién llegada se detuvo y sonrió.

      –Hola, Renee. Soy Lauren, la mujer de Jason.

      Renee se estrujó los sesos, pero no recordaba tal nombre.

      –¿Jason? Tendrás que perdonarme, pero hace… mucho que no vengo por aquí. He estado viviendo en Los Ángeles.

      –Yo también soy nueva aquí. El mes pasado vine de Nueva York. Jason es uno de los publicistas de la empresa. Tendremos que quedar alguna vez para comer juntas.

      Lauren parecía sincera y amistosa, y Renee pensó que le vendría bien hacer amigos en Los Ángeles. No quería repetir el error de aislarse en casa de Flynn. Además, una persona como Lauren, con contactos dentro de la empresa, podría darle una idea de cómo era la vida de Flynn.

      –Me encantaría.

      –Estupendo. ¿Puedo llamarte a casa de Flynn?

      –Claro. Y también al móvil, por si estoy fuera –sacó una tarjeta de visita del bolso y se la tendió a Lauren–. Quiero abrir una sucursal de mi negocio de catering, por lo que en los próximos días supongo que estaré de un lado para otro.

      –Vaya, otra cosa que tenemos en común… Yo también voy a abrir una sucursal de mi negocio de diseño gráfico. Tenemos mucho de qué hablar, pero ahora tengo que irme o llegaré tarde a una cita. Te llamaré, ¿de acuerdo?

      –Lo estoy deseando.

      Lauren se metió en el ascensor y las puertas se cerraron tras ella. La recepcionista parecía haberse quedado absorta con la conversación, y dio un respingo al recordar que tenía que llamar a Flynn.

      –Enseguida lo aviso.

      –No te molestes. Iré a verlo a su despacho.

      Se dirigió hacia

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