La enseñanza de la contabilidad. Maria Elena Escobar Ávila

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La enseñanza de la contabilidad - Maria Elena Escobar Ávila

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Universidad Externado, los egresados de contaduría pública pueden ser estratificados. Es tal la cantidad de programas ofrecidos por universidades en todo el país, y con calidades tan diversas, que las empresas se han encargado de hacer selección y escogencia de profesionales de las universidades acreditadas, y todos los demás son contadores que se dejan para labores de empresas más pequeñas, o que deben desempeñarse como auxiliares o asistentes de los demás. Panorama complejo para una disciplina que requiere fortalecerse y generar avances propuestos desde sus propios profesionales cuando estos están intentando no perecer en la competencia.

      De otro lado, los profesores, contadores en ejercicio en su mayoría y con una claridad sobre la profesión, manifiestan la importancia de esta desde una mirada utilitarista. Por supuesto, la profesión es vista como un excelente camino de siempre ser vigente y necesario para las organizaciones, entre otras cosas, por la propia obligación legal de la profesión.

      Algunos autores aducen que los estudiantes que toman los cursos de ciencias sociales y humanas, y que hacen ruptura con algunos de sus principios rectores de vida, se han hecho partícipes del desencanto por la profesión. Dicho desencanto, de una u otra manera, hace que estas personas miren con desdeño el trabajo teórico y práctico de los contadores públicos. Este desencanto se transfiere a la vida profesional (Rojas, 2008).

      El Instituto Americano de Contadores Públicos Certificados (Aicpa), de los Estados Unidos, presentó en el Foro de Firmas, en octubre del 2014, que se celebró en la Universidad Javeriana, un documento que resume la percepción del futuro de la profesión, recogida de 5.600 profesionales de la contaduría pública. Aquí se hace referencia a las competencias identificadas: habilidades de comunicación, de liderazgo, de pensamiento crítico9 y habilidades para solución de problemas, habilidades para el cambio, integración y colaboración. En ninguna de estas se asoma la necesidad de aportar al crecimiento de la profesión desde la base de fundamentos ontológicos robustos.

      La educación en Colombia, y particularmente la formación de los bachilleres, se ha visto rodeada de cambios originados en decisiones de políticas públicas en pro de una mayor cobertura, pero que lamentablemente ha descuidado la calidad. Los recursos son escasos y las decisiones no parecen obedecer a procesos investigativos serios sobre las necesidades de educación, sino a mal llamadas decisiones políticas.

      La administración Gaviria en Colombia (1990-1994), y su apertura económica, trajo consigo una serie de cambios. En este contexto nació la Ley 115 de 1994 (Congreso de Colombia, 1994) para sentar las bases políticas de una nueva apuesta de país como también ocurrió en otros países latinoamericanos durante los años 1990.

      Esta ley define, entre otros aspectos de educación, el nivel básico y el medio de formación. El básico incluye la formación primaria y los cuatros primeros años del bachillerato (que habilita para recibir la formación técnica), el nivel medio constituido por los dos últimos grados (décimo y once), que no son obligatorios y forman para el ingreso a la educación superior (la universitaria). Se fortalecen habilidades básicas en lenguaje y matemáticas y se hacen pruebas en estas áreas, por considerarse las más importantes y a las que hay que prestar atención; otro documento robusto sería necesario para revisar lo que ha sucedido con este esfuerzo, que parece no ha dado los resultados esperados.

      En cuanto a la formación en historia, la Ley 115 en su artículo 5 (numerales 4, 5 y 6) especifica frente a los fines de la educación:

      4. La formación en el respeto a la autoridad legítima y a la ley, a la cultura nacional, a la historia colombiana y a los símbolos patrios. 5. La adquisición y generación de los conocimientos científicos y técnicos más avanzados, humanísticos, históricos, sociales, geográficos y estéticos, mediante la apropiación de hábitos intelectuales adecuados para el desarrollo del saber. 6. El estudio y la comprensión crítica de la cultura nacional y de la diversidad étnica y cultural del país, como fundamento de la unidad nacional y de su identidad (Congreso de Colombia, 1994).

      Por su parte, los artículos 21 y 22 definen los objetivos de cada ciclo, el básico y el medio. El artículo 21 lista los objetivos de la básica y no existe ninguno referido a la historia; se requirieron 23 años para que nuevamente la historia fuese incluida con el siguiente texto del artículo 2 de la Ley 1874 de diciembre de 2017: “La iniciación en el conocimiento crítico de la historia de Colombia y de su diversidad étnica, social y cultural como Nación” (Congreso de la República, 2017)10. Se requerirán unos años para ver el desarrollo y consecuencias, que se espera sean positivas, de esta ley. Similar situación ocurre con la educación media: el artículo 22 de la Ley 115 define los objetivos de la educación media y en sus literales no se encuentra relacionada la historia; se requirieron los cambios del 2017 para su inclusión: “h) El estudio científico de la historia nacional, latinoamericana y mundial, apoyado por otras ciencias sociales, dirigido a la comprensión y análisis crítico de los procesos sociales de nuestro país en el contexto continental y mundial” (Congreso de la República, 2017).

      Los estudiantes y profesionales del hoy no conocen la historia, no se les enseñó. Esta apatía hacia la historia se une a una exaltación de conocimientos “útiles” que logran profesionales con éxito en el ejercicio, pero sin conciencia de su aporte a la disciplina en la que fueron formados.

      En un artículo publicado por los profesores Inaga y Schneider (2005) se habla de manera contundente sobre el anquilosamiento de la investigación. El título es escabroso: “The Failure of Accounting Research to Improve Accounting Practice: A Problem of Theory and Lack of Communication”; es decir, el fracaso de la investigación contable para mejorar la práctica contable11. Los autores tienen como hipótesis de trabajo que el consabido fracaso se debe básicamente a dos tipos de problemas: por una parte, problemas de la teoría contable y, por otra, problemas de la comunicación.

      Por lo que respecta a este proyecto cultural de museo contable, estas dos problemáticas guardan una relación de consistencia mutua, por cuanto un museo contable busca preservar la identidad del conocimiento contable en sus relaciones unidisciplinarias para luego comunicarlos a la comunidad como un proyecto de identidad cultural. Cabe ahora preguntar: ¿cuáles son las causas de tal anquilosamiento? Responder este interrogante no es fácil, pues cada investigador podrá dar su punto de vista según su formación disciplinar. Sin embargo, por lo que al argumento de esta tesis respecta, se ha identificado como causa primordial la anomia educativa, que consiste en la pérdida de identidad cultural, que los griegos llamaban nomos y que ha ocasionado enfermedades en la cultura, por ejemplo la cultura tecnocéntrica que pulula en las facultades de programas técnicos en que se evidencia una apatía por toda formación humanística, a la que despectivamente se denomina “costura”. Pero, por la otra, también se puede dar la cultura tecnófoba en facultades de ciencias humanas, en que se evidencia cierto rechazo a la tecnología como elemento peligroso para la identidad cultural cuando se convierte en una dependencia de dominación. Esto ya fue denunciado hace medio siglo, en una célebre conferencia en 1959, en Cambridge, por Charles Snow en “The Two Cultures and the Scientific Revolution” (Snow, 2013).

      Autores como Nicholls aseguran que “en primer lugar puede afirmarse que es reiterativa, jurídica e históricamente, nuestra dependencia de la norma. Esta disciplina jurídica ha castrado nuestra imaginación y creatividad. Ha sido una camisa de fuerza que ha impedido en todo momento nuestro desarrollo, la búsqueda de otros horizontes, otras inquietudes, otros ambientes” (Nicholls García, 1990, p. 6).

      La línea de investigación de

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