El hecho inesperado. Mercedes Montero Díaz
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Es cierto que se han escrito biografías, como las de María Ignacia García Escobar, Guadalupe Ortiz de Landázuri, Encarnación Ortega, Salvadora del Hoyo o Laura Busca[5], pero adolecen quizá de cierto carácter hagiográfico y por su finalidad divulgativa no profundizan de forma exhaustiva en las fuentes ni reflejan, a nuestro parecer, de modo completo la personalidad de estas mujeres.
Las semblanzas recogidas en el Diccionario de San Josemaría Escrivá de Balaguer ofrecen una síntesis de esos primeros años y de sus protagonistas. Aunque breves, constituyen una primera guía útil para quienes estén interesados en este período histórico del Opus Dei[6].
El Instituto Histórico Josemaría Escrivá (Roma) ha publicado en su revista, Studia et Documenta, artículos relacionados con el inicio del apostolado del Opus Dei con mujeres, como el de Yolanda Cagigas sobre Dolores Fisac, basado en su epistolario de 1937[7]; la semblanza de Nisa González Guzmán que escribió Francisca R. Quiroga[8], la de Dora del Hoyo, escrita por Ana Sastre[9], la de Ramona Sanjurjo, de Francisca Colomer[10], o la historia de las primeras agregadas, de María Hernández-Sampelayo y María Eugenia Ossandón[11], entre otros.
Precisamente en este libro hemos reunido seis artículos, ya publicados en SetD, que abarcan la historia de los comienzos de las mujeres de la Obra desde 1930 hasta 1950[12]. No es una simple recopilación de trabajos. Las editoras hemos realizado una exhaustiva revisión de los textos para evitar repeticiones, dar unidad al conjunto y actualizar algunos datos. Esta nueva estructuración ha dado lugar a un nuevo capítulo —el primero, escrito por Inmaculada Alva— que ofrece el contexto histórico-político, social y económico de la España de los años treinta y cuarenta. Se incluye en este capítulo una panorámica general del papel de la mujer en el Opus Dei, a través de los escritos de Escrivá de esos años y su contraste con la mentalidad de la época.
El criterio que hemos seguido para el resto de los capítulos es el cronológico. El segundo capítulo corresponde, por tanto, al trabajo de Lourdes y Gloria Toranzo centrado en los años en los que José María Escrivá empezó a difundir este mensaje entre las mujeres, en los años anteriores a la Guerra Civil. Se ofrece así una serie de biografías de las que se decidieron a participar en esta nueva empresa de apostolado y las principales tareas asistenciales y formativas que desarrollaron.
Los dos capítulos siguientes han sido escritos por Inmaculada Alva. Ambos están dedicados al nuevo inicio que se emprendió tras la Guerra Civil. El primero de ellos —el capítulo 3— se enmarca en los años 1937-1942, cuando se fue formando un pequeño núcleo de mujeres dispuestas a vivir el mensaje del Opus Dei. Vivían con sus familias y estaban dispersas en varias ciudades, lo que propició una abundante relación epistolar con una información de gran riqueza. El capítulo 4 continúa esta historia con las jóvenes viviendo ya en centros de la Obra, de 1942-1945. Son años de crecimiento y consolidación que les permitirían expandirse fuera de Madrid e iniciar empresas apostólicas propias.
Los capítulos 5, 6 y 7 corren a cargo de Mercedes Montero. Los dos primeros se centran en dos apostolados propios que desarrollaron las mujeres en la década de los cuarenta, el impulso de la editorial Minerva (capítulo 5), una editorial con una clara ambición de promover la lectura y elevar la cultura entre las mujeres; y la Residencia Zurbarán en Madrid (capítulo 6) un reto importante, si tenemos en cuenta el porcentaje femenino que accedía entonces a las aulas universitarias, y que supuso el estreno de las mujeres del Opus Dei en tareas directivas de más calado. El capítulo 7 se ocupa de explicar cómo se realizó la formación en el mensaje del Opus Dei. Una tarea que al principio recayó sobre los hombros del fundador y que, conforme se fueron ordenando los primeros sacerdotes de la Obra, pudo repartirse más; y más aún en el momento en que las mujeres se convirtieron en protagonistas de esas actividades de formación. Todo este esfuerzo se organizó de una manera más sistemática y constante a partir de 1944 en el nuevo centro de formación Los Rosales, en Villaviciosa de Odón.
En cuanto a las fuentes primarias, estas proceden en su mayor parte del Archivo General de la Prelatura del Opus Dei en Roma. El material fundamental han sido las cartas, los diarios de los centros (ver Glosario) y los relatos autobiográficos de las protagonistas.
Las cartas que se cruzaban entre ellas o con el fundador de la Obra constituyen una fuente de primer orden por su abundancia y riqueza. A través del intercambio epistolar se vivían unas relaciones de carácter familiar, genuinamente fraternales, que Josemaría Escrivá quería para el ambiente de los centros del Opus Dei. Era también el canal por el que se transmitía a las ausentes la predicación del fundador. La forma de exponer ese mensaje aporta muchas luces sobre la mentalidad de cada una de ellas y también sobre la personal comprensión de lo que oían. Además, en muchas ocasiones, esas cartas adquirían un tono más personal al reflejar sus propias percepciones, sus ilusiones y sentimientos acerca de lo que estaban viviendo. En cualquier caso, contribuían a crear un proyecto común con ilusiones y objetivos que compartir[13]. El número de cartas es también indicador del grado de implicación de cada una en este proyecto apostólico. Así, por ejemplo, hay un gran contraste entre las setenta cartas que se conservan de Nisa González Guzmán, escritas entre mayo de 1941 y junio de 1942, con las treinta y seis de María Jesús Hereza en un periodo más amplio, entre agosto de 1940 y junio de 1942; o las ochenta y una de Enrica Botella —que escribe a partir de 1941— con las dieciséis de Dolores Jiménez Vargas.
Los Diarios de los centros son también una fuente importante porque reseñan de forma espontánea y natural los acontecimientos de cada día. Son documentos útiles porque las autoras no se limitaban a consignar los hechos del día, sino que añadían también reflexiones personales acerca de los acontecimientos que estaban viviendo, lo que ayuda a entender cómo recibían el mensaje de José María Escrivá de Balaguer.
Los relatos donde las interesadas narran su vocación o recuerdos sobre los primeros tiempos aportan una información más personal. La mayor parte de esas narraciones están fechadas en 1951. Otro material interesante son las relaciones testimoniales para la causa de canonización de Josemaría Escrivá de Balaguer, recogidas a partir de 1975. Aunque la distancia de los hechos narrados reste en ocasiones exactitud en algunos datos y fechas, ofrecen una mayor perspectiva para calibrar la trascendencia de determinados hechos, no suficientemente percibida en su momento.
Es lo que ocurre también con el material aportado por las entrevistas a aquellas mismas mujeres, a sus inmediatos parientes o personas que las trataron; debido al tiempo transcurrido es posible que algunas afirmaciones no respondan exactamente a la realidad, y se hayan podido mezclar, involuntariamente, unos hechos con otros. En cualquier caso, se ofrecen como una fuente más, que será necesario contrastar con los demás datos históricos aportados.
Otros archivos consultados han aportado, sobre todo, datos biográficos que completan la información que se tenía de estas mujeres, como el Archivo General de la Administración, el del CSIC y su Fondo María Jiménez Salas, además de otros eclesiásticos, de entidades estatales, hospitales o empresas donde trabajaron las interesadas.
Para el contexto editorial español de los años cuarenta se han revisado catálogos publicados desde 1944 de los que se han obtenido datos de estadísticas oficiales sobre la producción librera, autores, editoriales, tiradas, precios, traducciones, producción nacional, encuadernaciones, industrias papeleras y de cartón, talleres de fotograbado y tintas. La información de estos mejora notablemente de un año a otro, aunque los errores sean también inevitables. Existen, a su vez, un par de obras escritas por profesionales del sector en los primeros años posteriores a la Guerra Civil, poco complacientes con los objetivos políticos del momento (que ahogaban la industria del libro) y más empeñados en potenciar medidas que la elevaran. Censura, arbitrariedad y suspicacias se hallaban a la orden del día e impedían el desarrollo del sector librero[14].
Esta monografía no se hubiera llevado a cabo sin la ayuda y sugerencias de los miembros del Centro de Documentación y Estudios Josemaría Escrivá de Balaguer (Pamplona) y del