Estudios transnacionales. José Federico Besserer Alatorre
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El esfuerzo por romper con el “nacióncentrismo” no fue un proceso único de la antropología, sino que se realizó en distintas disciplinas, y por ello el proceso llevó a una conversación interdisciplinaria, donde el concepto “transnacional” tiene connotaciones diferentes según el contexto académico del que proviene.
Nye y Keohane (1971), por ejemplo, escribieron sobre el problema del “Estadocentrismo” de la ciencia política, que tomaba a los Estados como los actores de las relaciones internacionales. Estos autores usaron el concepto de “transnacional” para invitar al estudio de las relaciones interdomésticas, al estudio de las redes de organizaciones civiles que trascendían las fronteras nacionales y al estudio de geografías como las aguas internacionales y el espacio exterior. Con este concepto se ampliaba la investigación a los planos supranacionales y subnacionales.
Desde la historia se usó el concepto “transnacional” como una categoría que diera cuenta del cambio en la relación entre Estado y nación (Tyrrell, 2001). Así, el concepto “transnacional” se usó para referir desde los momentos prenacionales, hasta la época contemporánea en que los Estados crecientemente reconocían a sus diásporas y con ello se construía un cambio en la relación entre Estado y nación, como la conocíamos, para dar paso a un proceso que algunos llamaron posnacional (Feldman Bianco, 2015).
Desde la antropología se criticó el “nacionalismo metodológico” (Wimmer y Glick Schilller, 2002), se propuso el concepto de “transmigrante” (Glick Schiller et al., 1992) para enfatizar la continuidad de los vínculos construidos y mantenidos por los sujetos a lo largo del tiempo, y se realizó etnografía sobre comunidades transnacionales (Kearney y Nagengast, 1989; Georges, 1990; Besserer y Kearney, 2006) y circuitos transnacionales (Rouse, 1989), entre otros avances. Esta mirada antropológica se encontró con otros trabajos realizados también desde las ciencias sociales, como el trabajo sobre identidad y liderazgo de Laura Velasco (2015, 2002). Una vertiente de esta investigación centrada en la migración fue desarrollada como “trasnsnacionalismo migrante” (Vertovec, 2006).
“Transnacional” se volvió entonces un concepto polisémico que podría significar (para mencionar sólo algunos usos) “no estatal”, “transfronterizo” o “más allá del momento histórico del Estadonación como lo conocemos”. Éste fue el inicio de un proceso de tendencias disciplinarias paralelas que llevaron a una corriente de pensamiento que algunos llamaron “transnacionalismo” (Glick Schiller et al., 1992).
Estudios culturales: yuxtaposiciones transdisciplinarias
Si el transnacionalismo fue un proceso que describe los cambios en las disciplinas, otros cambios venían desde los márgenes de las mismas. Éste es el caso de los estudios culturales británicos que según lo explica Stuart Hall (1990b) surgen de distintas situaciones en los márgenes disciplinarios. La primera de ellas fue que se trataba de “profesores extramuros” cercanos al movimiento obrero de la época que venían de la práctica política a la academia. La segunda de ellas fue que algunos de estos académicos no provenían del centro del poder británico, sino de la vida rural (como Raymond Williams) o de las ex colonias (como el propio Stuart Hall). Finalmente no ingresaron a la estructura disciplinaria, sino a un centro formado por Richard Hoggart en Birmingham, donde uno de los temas centrales fue comprender cómo la cultura de masas estaba transformando lo que E.P. Thompson llamaba la “cultura de clase” de los trabajadores (1978).
El centro fue un lugar de convergencia de dos tipos de crisis disciplinarias. Por un lado, la crisis de las humanidades en un país “posimperial” que debía repensar la manera en que se construía a sí mismo. Esta reconceptualización sucedió principalmente a través y dentro de las estructuras disciplinarias de las humanidades en universidades como Cambridge, encargadas de velar por la “lengua inglesa”. Por el otro lado, las ciencias sociales como la sociología no comprendieron el lugar central que ocupaba el cambio cultural en la transformación del lugar político y económico de la sociedad inglesa de la época. Es así como la cultura aparece como un tema preponderante en el centro de dos crisis disciplinarias, y para su estudio se incorpora desde la historia hasta la antropología (creando un enfrentamiento con la división del trabajo que proponía que la antropología era para el estudio de “los otros”) y a los autores marxistas como Gramsci y la Escuela de Frankfurt. Había una teoría que construir, y esto, nos dice Hall, no se realizó en la encumbrada oficina de los profesores, sino en otra “orilla” del aparato disciplinario que es el aula, con los recién llegados a la formación universitaria. El caso de Birmingham ilustra la convergencia y yuxtaposición de dos crisis disciplinarias, la de las ciencias sociales y la de las humanidades que explican el carácter no “inter” sino “trans” disciplinario de los estudios culturales. Aquí tomo la idea de trans como en transculturalidad, en el sentido de dos procesos que se informan mutuamente y se transforman en un marco de desigualdades jerárquicas.
La ruptura epistémica
Una discusión que iniciaran Nina Glick Schiller y George Fouron (1990) en torno al concepto de “diáspora” me parece que puede ser útil para describir un “quiebre epistémico” (para usar el concepto de la epistemología feminista) que se da a inicios de los años 1990 entre las tendencias disciplinarias que usaron el concepto de “transnacionalismo” y aquella versión que incluye a las posturas transdiscipinarias que hemos denominado “estudios transnacionales”.
En este contexto surgen tres posturas transdisciplinarias en el escenario de la discusión sobre los procesos transnacionales asociadas con quienes podríamos referir como teóricos que escribían desde sus propias condiciones descentradas. Por un lado, los estudios culturales que pusieron en el centro el concepto de “diáspora” y el de “intelectual diaspórico”. Estas posturas proponen romper con los estudios “nacionales” y usan nuevos referentes geográficos o “formaciones transnacionales”, como El Atlántico Negro (Gilroy, 1993). Es una mirada que sostiene la posibilidad de construir conocimiento a partir de la “experiencia diaspórica” (Morley y Chen, 1996). Por otro lado, los estudios poscoloniales que cuestionaron las categorías que usamos para conocer la realidad, vengan éstas de la experiencia o de la abstracción académica, para proponer que había que iniciar por la crítica de la representación, como lo hizo Said en su trabajo sobre el “Orientalismo” (Said 1990). Este giro le permitió a los estudios poscoloniales criticar la figura del “nativismo” como una construcción de los intelectuales poscoloniales, que se representan a sí mismos y su país con las imágenes que el imperio construyó sobre la colonia (Spivak, 1989). Por su parte, me parece que el feminismo contribuyó a la construcción de una epistemología del transnacionalismo que permitió estudiar a profundidad los nacionalismos y su papel en la construcción de categorías científicas y propuso incluir el análisis del texto antropológico como parte de la ecuación crítica (Grewal y Kaplan, 1994; Brah, 1996).
Alejamiento entre transnacionalismo y estudios transdiscipinarios
La discusión entre el transnacionlismo y lo que hemos llamado las posturas transdisciplinarias tuvieron momentos de diálogo productivo. Un ejemplo de ello lo encontramos en la reunión que, auspiciada por la Fundación Wenner Green, se dio en Mijas, España, en 1994, con el título “Transnationalism, NationState Building, and Culture”, con la presencia de Bela Feldman Bianco, Partha Chatterjee, Nina Glick Schiller, Stuart Hall, Michael Kearney y Aihwa Ong, entre otros, que marcaba un momento en que se hacía posible la construcción de un acercamiento que produjera una mirada multifacética desde los estudios transnacionales.
Sin embargo, desde la perspectiva de la antropología este proceso se dio en un periodo de crisis al que se denominó el “momento experimental de la antropología” (Marcus