Repensar la antropología mexicana del siglo XXI. Pablo Castro Domingo

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Repensar la antropología mexicana del siglo XXI - Pablo Castro Domingo Biblioteca de Alteridades

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cumplir la tarea fijada, el material de su estudio desaparece con una rapidez des esperante. Precisamente ahora que los métodos y fines de la investigación etnológica han tomado forma, que personas bien preparadas para este trabajo han comenzado a recorrer los países salvajes y a estudiar a sus habitantes, estos salvajes se extinguen delante de nuestros propios ojos. […] La esperanza de ganar una nueva visión de la humanidad salvaje gracias a los trabajos de especialistas científicos, aparece como un espejismo que se desvanece en el mismo instante de percibirlo. Pues si en el momento actual todavía hay gran número de comunidades indígenas susceptibles de ser científicamente estudiadas, dentro de una generación, o de dos, tales comunidades o sus culturas prácticamente habrán desaparecido. Urge trabajar con tenacidad, ya que el tiempo disponible es breve. Hasta el momento, tampoco el público ha tenido suficiente interés por estos estudios. Hay pocos estudiosos de la materia, y el estímulo que reciben es escaso. Por ello, no siento ninguna necesidad de justificar una investigación etnologica que es el resultado de una investigación especializada hecha sobre el terreno (Malinowski, 1976:13).

      Sin embargo, este pronóstico apocalíptico se canceló en la medida en que los antropólogos comprendimos y asumimos, a lo largo del tiempo, que lo que define a la antropología no es sólo un objeto, sino una forma de mirar, de construir y de elaborar conceptual y metodológicamente un problema. La antropología se abrió entonces al estudio de hechos y grupos sociales, de problemas y temáticas diversas, para lo cual ha tenido que repensar tanto las categorías que le son útiles, como las técnicas y métodos que le llevarán a mejores resultados. Esto nos ha llevado a procesos de deconstrucción de las fronteras históricas entre disciplinas, de tal suerte que nos hemos acercado de manera importante no sólo a la sociología, sino a la historia, a la ciencia política, al psicoanálisis, al derecho, a la geografía, al urbanismo, a la ciencia política, entre otras, dialogando —implícita o explícitamente— con otros marcos conceptuales y con otras aproximaciones metodológicas que nos han enriquecido. Este proceso no es nuevo, sin embargo, considero que en la actualidad el acercamiento inter-disciplinar se ha consolidado de manera importante conformándose en un reto metodológico y teórico sistemático.

      Para consolidar este proceso reflexivo, es necesario reinterrogar no sólo las construcciones teóricas o los métodos específicos utilizados, sino también sus cruces con otras disciplinas y las implicaciones que ello tiene en nuestro quehacer.

      El conocimiento no se reduce a una sola noción, teoría o idea. Son diversas las maneras en que nos podemos aproximar a los fenómenos sociales, así como son diversos los factores que entran en juego en el proceso de conocer. Las rutas que elegimos no son necesariamente tersas y generalmente conducen a más preguntas, a más cuestionamientos, y las más de las veces a crisis en torno a los fundamentos básicos de nuestros saberes. Siguiendo a Edgar Morin podemos pensar que:

      Partimos del reconocimiento de la multidimensionalidad del fenóme no del conocimiento. Partimos del reconocimiento de la oscuridad oculta en el corazón de una noción esclarecedora de las cosas. Partimos de una amenaza que procede del conocimiento y que nos lleva a buscar una relación civilizada entre nosotros y nuestro conocimiento. Partimos de una crisis propia del conocimiento contemporáneo y que sin duda es inseparable de la crisis de nuestro siglo (Morin, 2010:24).

      Crisis, oscuridad, amenaza, son motores de la construcción del conocimiento. La ciencia implica entonces movimiento y duda.

      Para Morin, mientras más conocemos, más crece nuestra ignorancia ya que cada fenómeno social nuevo que abordamos, va abriendo nuevas perspectivas y plantea nuevos problemas (Morin, 2010). Un ejemplo de ello sería la cuestión de género. Mientras que a principios del siglo XX se le consideraba una cuestión biológica que debía abordarse exclusivamente por la medicina —con lo cual se “cerraba” su exploración— al paso del tiempo el mismo fenómeno se complejiza al comprenderlo mucho más allá de lo meramente biológico. Se abren entonces nuevas aristas sociales, psicológicas, políticas, entre otras, que nos enfrenta al hecho de que en realidad sabemos poco de dicho fenómeno y nos falta mucho por conocer. Lo mismo sucede en general con todos los fenómenos sociales que atiende la antro pología.

      Lo anterior implica que la ciencia conlleva la idea del inacabamiento, tanto del objeto de conocimiento, como del conocimiento mismo.

      Por ello cuando nos plantearnos la tarea de revisar el quehacer de la antropología mexicana en las últimas dos décadas, nos enfrentamos obviamente a una dimensión inalcanzable. Y como suele suceder, tuvimos que hacer un corte mucho más restringido, centrándonos en algunas de las investigaciones del Departamento de Antropología de la UAM-I e incorporando puntualmente a otros investigadores básicamente del INAH. No hay una explicación demasiado elaborada sobre esta selección. Cuando mucho hay una razón práctica: este libro se propuso desde la docencia. Cuando en 2017 impartí el curso de Antropología Mexicana en la Maestría de Posgrado en Ciencias Antropológicas de la UAM-I, pude constatar que, si bien hay una reflexión histórica sobre nuestra disciplina que nos permite revisarla hasta finales del siglo XX, poco se ha actualizado en las últimas décadas. Esto tiene que ver en parte por la fragmentación institucional, el crecimiento del gremio, y, de manera muy relevante, por los procesos cada vez más individualizados y en solitario en la generación de conocimiento. El curso antes mencionado fue una oportunidad de invitar a colegas a que expusiera qué están haciendo hoy, y qué problemas enfrentan en el proceso de hacer investigación antropológica. ¿Qué mejor manera de conocer lo que se hace en antropología que a través de los que lo están haciendo? Consideré entonces que esas interesantísimas participaciones podrían constituirse en textos que apoyaran el quehacer docente. De pronto estas clases impartidas por mis colegas se convirtieron en un momento de autoreflexión ya que al mismo tiempo que permitía a estudiantes conocer lo que hacen sus profesores —más allá del salón de clase—, le posibilitó al docente sistematizar su práctica de investigación y observarla “desde afuera”. Pero obviamente el número de participaciones fue limitado y era necesario ampliar las temáticas. De allí que consideré invitar a otros profesores y estudiantes de posgrado para generar un libro con algunas de las temáticas que en la actualidad se desarrollan y que reflejan las condiciones sociales, económicas y políticas del México contemporáneo. Para que éste no fuera nuevamente un conocimiento fragmentado y aislado, decidimos reunirnos para comentar y discutir cada texto, buscando, por un lado, consolidar ciertos ejes organizadores de las reflexiones, y por otro, aportar ideas puntuales con el fin de enriquecer los trabajos.

      Aunado a ello, en el 2020 se cumplen 45 años de la formación del Departamento de Antropología de la UAM-I, lo cual impulsó este proyecto, pues en una coyuntura como esa resulta aún más importante hacer un alto en el camino para mirarnos como Departamento y como gremio.

      Esta selección si bien —como señalamos arriba— no es exhaustiva, podemos considerar que es una buena muestra de lo que se está haciendo en la antropología mexicana del siglo XXI, que tiene una producción basta, original y novedosa, aunque, como gran parte del conocimiento latinoamericano, es poco visible para las academias anglófonas. Arrojar luz sobre el escenario de la producción de conocimiento latinoamericano se ha convertido en una suerte de misión para autores como Rossana Guber (2018) o Esteban Krotz (1993), entre otros. Esperamos que con este texto podamos abonar a dicha tarea.

      Ahora bien, desde este pequeño —pero importante— universo reflexivo, trazamos una suerte de mapa en tres dimensiones: la primera en referencia a las prácticas antropológicas: qué se está haciendo dónde y cómo; la segunda en torno a cómo se están trabajando los temas considerados como “clásicos” de la antropología en las nuevas condiciones sociales imperantes y frente a viejos y nuevos paradigmas teóricos y metodológicos; y el tercero a partir de las nuevas temáticas a las que se enfrentan los antropólogos en México.

      Evidentemente ésta es una organización formal y necesaria para articular el libro, pero no se puede pensar como una división tajante ya que los temas se trastocan y en todos los casos las aproximaciones son originales y estructuradas

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