Black Sabbath. César Muela
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Una vez que dejó los estudios, Ozzy empezó a buscar trabajo. Su currículum acabó siendo tan variopinto como extravagante. Fue ayudante de fontanero, operador de planta en una fábrica de piezas de coches (en la que empezó a «colocarse» delante de unas cubas con cloruro de metileno), afinador de claxons de coches en la misma planta donde trabajaba su madre (que Ozzy recuerda como su «primer trabajo en el negocio de la música») y, finalmente, el primero que él reconoce que disfrutó: ejecutor de vacas en un matadero. Este le duró 18 meses, que era todo un récord teniendo en cuenta que no solía durar mucho en el resto de trabajos. Muy a su pesar, le acabaron echando porque agredió a un compañero que supuestamente le molestaba.
Mientras engrosaba su ecléctica experiencia laboral, Ozzy pensó que sería buena idea robar para ganarse un dinero extra. Centró su objetivo en una tienda detrás de su casa, aunque le costó tres intentos conseguir algo de valor. En el primero, una vez dentro del establecimiento y totalmente a oscuras, echó mano de las primeras perchas que se cruzó, aunque al marcharse acabó dándose cuenta de que eran unos baberos y ropa interior de bebé. Al segundo intento fue directo a por una televisión de 24 pulgadas, pero pesaba tanto que, mientras escapaba por el muro de la parte de atrás de la tienda con ella a cuestas, se le acabó cayendo encima. «No me pude mover durante una hora», recuerda Ozzy. Al tercer intento, en el que ya nuestro torpe protagonista decidió ir equipado con unos guantes como un caco profesional, acabó robando varias camisetas. Sin embargo, a uno de sus guantes le faltaba un dedo, así que acabó dejando sus huellas por todos lados. Le acabaron deteniendo y le condenaron a tres meses de cárcel o a pagar una multa equivalente a 50 euros o 60 dólares. No tenía dinero y le pidió ayuda a su padre, que se negó a prestarle nada porque pensó que un tiempo en prisión le enseñaría una lección a su hijo. Y, efectivamente, acabó entre rejas.
Aunque los tres meses se redujeron a seis semanas por buen comportamiento, su estancia en la cárcel le marcó, literalmente. Fue allí donde decidió tatuarse él mismo las letras O-Z-Z-Y en los nudillos de su mano izquierda. También hubo momentos difíciles porque le intentaron pegar y violar, e incluso le llevaron a una celda solitaria por pelearse con otro prisionero. Ozzy reconoce en sus memorias2 que fue su sentido del humor el que le ayudó a superar el mal trago, aunque desde entonces, entre otras cosas, le da miedo quedarse a solas en cualquier sitio.
Al poco de ser puesto en libertad se metió en problemas de nuevo. Le acabaron deteniendo por armar jaleo en un bar mientras iba borracho. Esta vez sí pudo permitirse pagar la multa y se juró que nunca volvería ir a la cárcel otra vez. No lo consiguió.
La revelación de Ozzy y su incursión en el rock psicodélico
Ozzy asegura que recuerda perfectamente cómo surgió la chispa que le hizo querer dedicarse a la música. «Iba por la calle Witton Road en Aston, llevaba un radio transistor azul y, cuando empezó a sonar esa canción, supe qué quería hacer con mi vida a partir de entonces», confiesa. «Era algo tan nuevo y me hacía sentir muy bien. Me convertí en un ávido seguidor de los Beatles. Eran geniales». Y concluye sin miramientos: «Le debo mi carrera a ellos porque hicieron que deseara estar en el juego de la música».
Se refiere a la canción «She Loves You», perteneciente al disco Twist and Shout (1964) de los Beatles y, de hecho, le gustan tanto que ha llegado a confesar que en su funeral quiere que pongan música del cuarteto de Liverpool, probablemente «A Day In Life», o «alguna canción que no sea alegre de los discos Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band (1967) o Revolver (1966»). Quién le diría que décadas después conocería en persona a uno de sus ídolos, Paul McCartney, y que en ese encuentro el propio ex-Beatle le iba a reconocer que le encantaba la historia del robo y el guante roto. «Oh, sí, eso es muy típico de mí», contesta Ozzy con descaro en un momento que quedó inmortalizado en vídeo y que se puede encontrar en YouTube.3
Tras esa revelación -la de querer dedicarse a la música, no la de conocer a McCartney-, Ozzy decidió probar suerte y encontró un grupo en Birmingham que se llamaba The Rare Breed y que buscaba cantante. Allí conoció a Terence Michael Butler (Birmingham, 1949), que tocaba la guitarra rítmica y al que todo el mundo llamaba Geezer.
De familia humilde, irlandesa y católica y con otros seis hermanos, Geezer también formaba parte de ese Aston pobre, gris y alienado por las fábricas, aunque él quería evitar trabajar en una a toda costa, así que buscó el trabajo de oficina que «menos experiencia requería» y acabó siendo contable durante un tiempo. En la música era muy de escuchar a Frank Zappa, aprendió a tocar la guitarra y acabó creando su propio grupo a mediados de los sesenta: The Ruums, que acabaron cambiándose el nombre por The Rare Breed. Según el propio Geezer: «Estábamos un poco locos. Tocábamos cosas psicodélicas. Solíamos ir con las caras pintadas y formábamos un espectáculo psicodélico. Nunca nos solían llamar de vuelta para tocar en los sitios, así que éramos probablemente realmente una mier**. Pero Rare Breed era el único grupo que estaba haciendo eso en Birmingham. Todos los demás hacían soul y pop, y nosotros empezamos a hacer cosas más cercanas al blues, copiando a bandas como Art y Tomorrow».
Geezer conocía de vista a Ozzy del instituto, así que quizá por eso le cuadró que alguien tan pintoresco como él, que justo entonces iba con la cabeza totalmente rapada a lo skinhead, entrara a formar parte de una banda «de locos».
El famoso cartel con el que empezó todo
Aunque dieron algunos conciertos, la aventura con The Rare Breed no duró mucho y Ozzy se animó a poner un cartel en una tienda de música para buscar músicos con los que formar su propio grupo4. Decía así:
«OZZY ZIG REQUIRES GIG (OWN PA)»
El baterista Bill Ward es uno de los miembros originales de Black Sabbath.
Al traducirlo al español pierde la rima entre «zig» y «gig», aunque en inglés tampoco tenía mucho sentido («zig» no quiere decir nada). Más o menos, significaría algo así como: «Ozzy zig requiere gente para grupo de música (tengo equipo de sonido)».
Casualidades de la vida, ese cartel lo acabaron viendo Tony Iommi y Bill Ward, que acababan de volver de Carlisle tras su pequeño susto con las drogas con ganas de montar un nuevo grupo. «Yo conozco a un Ozzy, pero no puede ser él, ¡no sabe cantar!», le dijo Tony a Bill. Aun así, fueron hasta la casa de los padres de Ozzy, llamaron a la puerta y salió a abrir su madre. «Venimos por el anuncio», le dijo Tony. «¡John, es para ti!», gritó ella.
Cuando Ozzy apareció, la primera reacción de Tony fue decirle a Bill «¡olvídalo, olvídalo, te lo explico luego!». Le recordaba del instituto y, de hecho, Tony era uno de los chicos que solía burlarse de él. Sin embargo, ya que estaban