Después de final . Varios autores

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Después de  final  - Varios autores

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ya un tiempo Mattelart y Mattelart (1997), al introducir la sección dedicada a analizar los estudios culturales británicos, utilizaron un seductor subtítulo: la cultura del pobre. Después de un recorrido teórico por las diferentes corrientes del pensamiento comunicacional que abarcan propuestas tan particulares como el modelo matemático de Shannon y Weaver o la teoría de Lazarsfeld a propósito de la persuasión, resulta inquietante hallar un apartado en el que la reflexión parece salir de los muros de la academia y preocuparse por aquello que sucede en el entramado social, en que los procesos comunicativos y culturales tienen lugar.

      Los estudios culturales ofrecen por primera vez la posibilidad de acercarse a la realidad de las clases populares y se interesan por los procesos que allí se dan. En los sesenta y setenta, años en que los estudios culturales tuvieron su auge, dentro de las clases obreras inglesas se dieron ciertos procesos de re-significación cultural, si se nos permite este término, y a través de nuevas prácticas, se llegó a nuevas propuestas estéticas que redefinieron para siempre el patrimonio simbólico de Inglaterra, y tiempo después, del mundo entero. Nos referimos, por supuesto, al surgimiento del rock como una especie de contracultura y de respuesta a cierto tipo de necesidades que se vislumbraban, poco a poco, a lo largo y ancho del entramado social. Nuestra idea en las líneas que siguen es, de algún modo, explorar el fenómeno desde tres perspectivas: estética, cultural y comunicativa. Sin embargo, es difícil hacer distinciones tajantes entre las tres, pues muchas veces se entrecruzan o se traslapan; hacemos esta salvedad para dar al lector una brújula que le ayude a no naufragar.

      Sennett (1994) habla de los cuerpos fríos para referirse a las mujeres y los esclavos, aquellos que se encontraban en los márgenes de la sociedad ateniense, aquellos que no podían participar activamente de la vida de la ciudad. Siguiendo a Sennett, utilizaremos la idea de los cuerpos fríos para referirnos a un cierto lugar de la población inglesa (en principio), particularmente a ciertos sectores de la clase obrera en que se fraguarían los más importantes hitos culturales del mundo anglo en el periodo de la posguerra.

      La frialdad radica en que, al igual que en Atenas, la marginalidad y la búsqueda del calor solo tiene lugar mediante la creación de cierto tipo de rituales endogámicos de autosatisfacción y la búsqueda de la visibilidad. Las mujeres atenienses tenían los rituales de Adonis por medio de los cuales reivindicaban su estatus y satisfacían el deseo reprimido.

      En los orígenes del rock, sucede algo similar: hay una búsqueda de una salida de la frialdad a través de las manifestaciones estéticas y, en medio de esa búsqueda, hay una propuesta contracultural que arremete contra los estándares triunfalistas manejados por la sociedad inglesa de la posguerra.

      El elemento clave para entender el desenvolvimiento de este proceso es la idea de la búsqueda de nuevas significaciones. Lo que buscaba inconscientemente el naciente movimiento fue hacer una relectura de todo aquello que se daba por descontado en la cotidianidad y que solo era visible para las clases burguesas: al obrero ciertas cosas (la mayoría) le estaban veladas.

      Así, dentro de los barrios marginales de ciudades como Birmingham, Sheffield, Londres y Liverpool se empiezan a dar ciertos procesos de fractura cultural que habrían de cambiar para siempre las concepciones estéticas de la tardomodernidad y la posmodernidad. Por un lado, surgen propuestas como la de The Beatles, representantes directos de la clase obrera, al menos en sus épocas de residentes en el Cavern Club. Posteriormente, el panorama inglés se ve multiplicado con bandas que proclaman el nacimiento de una nueva estética, que trasciende los límites de lo visual, para convertirse en una forma de desplegar la propia individualidad, entre ellos, The Rolling Stones, The Animals y The Who.

      Sobre estas huellas se inventa una nueva manera de concebir la cultura en el siglo XX. Hacia 1968 hay propuestas como la de Black Sabbath, quienes en búsqueda de nuevas respuestas apostaban por el oscurantismo y los temas ocultos. El aparente satanismo es el resultado de una exploración en otros parajes del sujeto; lugares que hasta ese momento habían permanecido inexplorados por las culturas populares. Desde el rock se redefine el lenguaje y las palabras cobran significado en la medida en que el receptor quiera moldearlas. En ciertos pasajes de la canción “War Pigs” de Black Sabbath (1970) puede oírse:

      Politicians hide themselves away

      They only started the war

      Why should they go out to fight? They leave their role to the poor, yeah

      Time will tell on their power minds,

      Making war just for fun

      Treating people just like pawns in chess,

      Wait ‘till their judgement day comes, yeah.

      Resulta evidente que es la clase obrera la que habla aquí. Hay una total desilusión acerca del sistema y acerca de la política de la Corona. Los estudios culturales dan cuenta de estos fenómenos y buscan acercarse a ellos. El rock se convierte en la máxima expresión de las clases de abajo. Por medio del rock la frialdad desaparece paulatinamente. Desaparece para convertirse en escándalo. Escándalo que no es otra cosa que un retrato realista de la sociedad. Cuando este retrato se convierte en manifestación social, nace la cultura del pobre.

      Sobre estas nuevas maneras de ver y “dibujar” la realidad creo que se puede ver cómo se reformula la cultura popular y el arte abre a sus consumidores de manera explícita una nueva posibilidad: la de encontrar la singularidad. Con la entrada en el mercado, la frialdad empieza a desaparecer y un halo de popularidad rodea a quienes hasta ese entonces habían permanecido en los márgenes. Los ejes de las prioridades se desplazan y las nuevas propuestas se catapultan hacia la luz. Las nuevas manifestaciones adquieren su propio brillo y visibilidad, pues buscan hacer nuevas preguntas y, a la vez, ofrecer nuevas respuestas a partir del empleo de toda una nueva gramática que involucra el vestido, el cuerpo y el instrumento. Por supuesto que el escape a la frialdad no se hace solo a través de la música. Basta pensar en las Campbell’s Soup Cans de Andy Warhol, que se convierten en la resignificación del objeto, en “el resultado de toda pretensión del sujeto de interpretar al mundo; son el resultado de la elevación de la imagen a la figuración pura sin la más mínima transfiguración” (Baudrillard, 1997, p. 26). Todo lo que alguna vez estuviera perdido en el underground entra a ser protagonista del nuevo patrimonio simbólico, de la cultura.

      Los estudios culturales vuelven su atención hacia procesos culturales que se gestaban lenta pero sólidamente en medio de la invisibilidad. En el caso del rock, con el camino abierto en los Estados Unidos por personajes como Chuck Berry y, posteriormente, Elvis Presley, los británicos entran con fuerza en el mundo de la cultura popular. Aunque sean los estudios culturales los que por primera vez hayan tenido estas manifestaciones populares como objeto de estudio, nunca más se podrá volver a hablar de rock en términos británicos: para fines de los setenta será una manifestación popular de envergadura mundial, que rompía, incluso, con las berreras del lenguaje.1

      Este, consideramos, es el legado principal de los estudios culturales. Se trató de una corriente capaz de ver que la cultura se construía no solo en los salones de las prestigiosas universidades, sino también en los diferentes procesos de interacción social y allí donde la carga simbólica cobraba un significado mucho mayor que la erudición proveniente de los libros.

      Con el rock se da un fenómeno del que nunca se había tenido plena conciencia, al menos en el campo del arte: la posibilidad de estar en posesión de un arte sin tener que dar razón de lo que se hace. En otras palabras, “el rock es la primera música que puede localizarse en la ruptura de la armonía entre el sujeto del saber y el sujeto de la experiencia” (Godzich, 1999, p. 109). Aquí hay uno de los elementos centrales de la nueva gramática a la que nos referíamos algunas líneas más arriba. Ya no se necesitan conocimientos técnicos muy elaborados para hacer

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