Después de final . Varios autores
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Por supuesto, no hace falta un gran trabajo de exégesis para darse cuenta de que el sistema quería ser partícipe de esto. La nueva onda contracultural que se venía con el auge del rock era algo digno de ser fotografiado, filmado y grabado. Al igual que las Soup Campbell de Warhol, el rock se convirtió en el amo del juego. Ya no era el sujeto quien se acercaba al objeto (el rock) para conocerlo. Parecía ser el rock el que estaba allí para ser visto y consumido. En un vertiginoso movimiento dialéctico, el rock pasó de ser una de aquellas modestas manifestaciones culturales en las que se detenían los estudios culturales a una increíble industria de proporciones mundiales. The Beatles pasaron del Cavern Club en la pequeña Mathew Street de Liverpool a la televisión nacional de los Estados Unidos en cuestión de muy poco tiempo. No importó. A pesar de todo, el rock seguía siendo un lugar de escape y de resistencia. Creemos que sigue siéndolo, aunque conviva con las lógicas del consumo y la producción en masa.
El rock es, sin duda, una de las manifestaciones estéticas y culturales más interesantes de los últimos tiempos que evidencia de manera contundente cómo desde allí se dan importantes procesos de construcción cultural. En efecto, como lo decíamos, el rock se ha convertido en un fenómeno de alcances planetarios: hoy por hoy, se hace rock en muchos idiomas y sus formas de mostrarse como manifestación estética han sugerido un sin igual sincretismo entre referentes locales y globales. América Latina ha sido uno de los campos más prolíficos en lo que se refiere a estos sincretismos. Países como Argentina y México han sido pioneros en la producción de rock en español y, desde los noventa, en Colombia, el género se ha masificado.2 Con miras a observar desde dónde podría pensarse el rock, propongo aquí tres puntos que darán algunas luces.
1. Hay abiertas búsquedas contraculturales en el contenido de las obras. El resultado mismo de la manifestación estética es un separarse de lo establecido y lo hegemónico que da paso a significaciones y sentidos nuevos dentro de quienes lo consumen.
2. Directamente relacionado con el punto anterior, está la idea de las actitudes políticas que se asumen por medio del rock y que, de un modo u otro, determinan el actuar social del sujeto/consumidor que resiste al sistema desde lo estético.
3. En las manifestaciones latinas del rock, lo tradicional y lo popular cobran nuevos significados y se da una interesante yuxtaposición de estéticas que determinan un nuevo modo de entender y proyectar la cultura: un modo alternativo.
Basta pensar en las recuperaciones que han hecho bandas como Aterciopelados y Sepultura de sus referentes locales. En el primer caso, por medio de la imagen de una vocalista, se ha logrado una manera casi kitsch de proyectar el rock, en la cual la Fender Stratocaster aparece al lado del Divino Niño del 20 de Julio. Sepultura, por su parte, ha integrado el metal con elementos tradicionales brasileños y líricas de corte eminentemente político que dan como resultado un metal latino que lucha contra el sistema. El rock se convierte en el nicho de la convergencia de lo local con lo global y en un fuerte y poderoso dispositivo de resistencia contra la tradición hegemónica. Si bien se trata de una banda estadounidense, en esta misma línea, podrían mencionarse los trabajos de Rage Against the Machine a lo largo de los noventa y sus múltiples líricas revolucionarias que recogían las ideas del Che Guevara y el “sub” Marcos. Basta pensar en la letra de “People of the Sun”, incluida en el disco Evil Empire (1996):
When the fifth sun sets get back reclaim, tha
Spirit of cuahtemoc alive an untamed
Face tha funk now blastin’ out ya
Speaker, on the one maya, mexica
That vulture came
ta try and steal ya name but
Now you found a gun
This is for the people of the sun
It’s comin’ back around again
This is for tha people of tha sun
Neva forget that tha wip snapped ya back, ya
Spine cracked for tobacco, oh I’m the Marlboro man.
Recapitulemos brevemente. Desde los sesenta, el rock se convirtió en el himno de las masas y se desarrolló, no solo como género musical, sino como portavoz de una cultura del cambio, creciente y cada vez menos ignorada. Las multitudinarias manifestaciones que a través del rock se llevaron a cabo, como Woodstock, en 1969, el festival de Avándaro en 1971 (en México) o el de Ancón (en Medellín, 18-20 de junio de 1971), son un testimonio innegable de la fuerza que tuvo este género musical, que hacia finales de los sesenta ya se había convertido en todo un movimiento estético y cultural, acompañado de muchas otras manifestaciones artísticas, como la pintura y la poesía. Desde esta perspectiva, el rock se desarrolló a lo largo de las tres décadas siguientes y se subdividió en innumerables corrientes que van desde el metal hasta el grunge de los noventa.
Cada una de las manifestaciones del rock encierra dentro de sí elementos propios, únicos y particulares que, por medio de una apreciación cuidadosa y crítica, pueden ser develados y pueden llegar a poner de manifiesto fenómenos sociales y culturales que pasan inadvertidos en la apreciación diaria que se tiene de ellas. Se trata de formas de expresión y de socialización que se presentan como el mostrarse de toda una serie de subjetividades que surgen a lo largo y ancho del andamiaje social.
Estas subjetividades determinan, como es claro, formas de comportamiento, de mostrar-se y de actuar: la música da nuevos sentidos a la realidad y reelabora las identidades, es algo que se lleva dentro y que, quiérase o no, cambia la forma de ser y de interactuar con el entorno. Es mucho más que sonido: la música es visceral; es una forma de vida, en especial para los jóvenes quienes la hacen su vida.
En lo referente al rock, hoy por hoy, son paradigmáticas las reflexiones de De Garay (s. f.). Quisiéramos concluir este aparte con uno de sus pasajes, que, si bien es algo extenso, resume claramente y redondea lo que hasta aquí hemos pretendido expresar:
Una de las dimensiones de análisis fundamental para comprender los procesos culturales de la juventud consiste en acercarse al conocimiento de las prácticas sociales vinculadas con el consumo musical. Desde mi perspectiva, no hay, sin duda, gusto alguno, exceptuando quizá los alimenticios, que esté más profundamente implantado en el cuerpo que el musical. Y si de algo se apropian, en primer lugar, los jóvenes es de su propio cuerpo, de ahí mi interés por explorar la compleja realidad inherente a los procesos de producción y apropiación musical.
En la música, como en otros bienes culturales en los que predomina el valor simbólico, sobre el valor de uso o de cambio, las formas de distinción social y cultural pasan irremediablemente por la forma y el tipo de consumo, pero, a su vez, pueden ser también escenario de comunicación e integración social (García-Canclini,