Autorretrato de un idioma. Группа авторов

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era el carácter herético de cuatro términos, y, fundamentalmente, el de «Tupã» como Dios. La respuesta a este libelo es la extensa y argumentada Apología en defensa de la doctrina cristiana, que escribió el mismo Montoya.

      En principio, debemos decir que este agravio/desagravio se trata de otro episodio más de confrontación entre el obispo Cárdenas y los jesuitas (fue el propio obispo quien decretó la expulsión de la Compañía de Jesús del Paraguay) y que, en este marco, Montoya desarrolla su eficacia retórica.

      En los estudios de Ruth Amossy sobre la polémica, se refiere a esta como el paradigma de una retórica del disenso cuyo objetivo último no es la búsqueda del acuerdo. En este sentido, la desacreditación del adversario es clave, definiéndolo como una persona con una postura tomada a priori, caracterizado por su mala fe y sus malas intenciones. Así, Montoya, en diversas porciones de su Apología, advierte que la denuncia no está ligada a cuestiones lingüísticas a raíz de una herética traducción, sino más bien que esto es excusa de un propósito político mayor. De esta manera, Montoya apela a la acusación de la acusación en relación con las verdaderas intenciones que el autor intelectual a través del autor anónimo oculta.

      Otro núcleo de la estrategia retórica de Montoya es el de la polarización. La manera en que construye su argumentación se da a través de la presentación de fuerzas dicotómicas que pujan, pares de elementos que se excluyen y que bloquean toda posibilidad de acuerdo. Estos polos se elaboran a partir de metáforas retóricas que se repelen mutuamente en las que, por supuesto, quedan del lado propio las de valor positivo y del oponente, el negativo (Antorcha de luz/Oscurosas palabras; Razón/Desbaratado juicio; Castidad y limpieza/Mal olor de las obsenosas y feamente torpes, etc.). Estas metáforas estereotipadas se prolongan y subvierten (remotivan, en términos de Angenot) la denuncia hacia la traducción del Catecismo que la sindicaba como sucia y obsena.

      Un tercer punto tiene que ver con la explicitación una y otra vez de que la traducción del Catecismo no es de autoría jesuita, por lo cual toda referencia despreciativa está dirigida por fuera del universo de la Compañía. Montoya señala como verdadero traductor a Luis de Bolaños, sacerdote franciscano, y extiende su autoridad en normas eclesiásticas mayores a partir de la aprobación del Concilio de Lima en 1583 y del Sínodo de Asunción en 1603, donde se dictaminó que fuese ese Catecismo (y, por ende, esa traducción) la utilizada para la enseñanza de la doctrina cristiana. Esto lógicamente llevaría a asumir que, si se tratara esta traducción de una acción herética, sería el célebre fransciscano Bolaños (no un jesuita) el hereje y toda la iglesia su cómplice.

      La Apología, como dijimos, basa su refutación en elementos que excedían la cuestión lingüística, en respuesta a una denuncia que, según las propias palabras de Montoya, también iba mucho más allá del mero tema de la traducción. Pero, sin embargo, tal como vemos en al menos tres de las cuatro conclusiones que presenta en el fragmento expuesto, Montoya se explaya en asuntos lingüísticos. Esta extensa argumentación está ligada a la construcción de la imagen del orador, es decir, de un ethos de erudición que, primeramente, le permitirá fortalecer la refutación ad hominem ligada a la ignorancia del refutado. Pero además (y fundamentalmente) esta argumentación está relacionada a un propósito que va más allá de la disputa política entre el obispo y los jesuitas. Se trata de aquello que le permite esbozar una teoría de la traducción religiosa. Para Melià, Montoya «encara el problema del lenguaje en cuanto tal y examina el papel de la lengua indígena en la evangelización, ya que traducción y creación de un lenguaje cristiano son solo dos aspectos complementarios de una teología de la palabra».4 Para esto, a Montoya le resulta clave reconocer el nervio y la trama de la lengua, ya que deslindando partículas, estas no tienen significado apropiado (por supuesto que resuena en esto un antecedente a la teoría saussureana). El procedimiento para dar cuenta de ese nervio y esa trama es el de carear vocablos, confrontarlos, compararlos.

      La Apología en defensa de la doctrina cristiana se cierra con una apelación directa al lector: «Ya has visto, prudente lector, …»5 ¿A quién se refiere? Sin duda aquí apunta a las elites tanto en España como en la colonia, religiosas y seglares. Porque sabía que esta polémica tenía un impacto directo en las cuestiones políticas y eclesiásticas que trataba, pero también cimentaba el proyecto monumental que en su larga vida de sacerdote y lingüista había forjado sobre la lengua guaraní.

      1MONTOYA, Antonio Ruiz de (1996): Apología en defensa de la Doctrina Cristiana escrita en Lengua Guaraní. Lima/Asunción: Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica/Centro de Estudios Paraguayos «Antonio Guasch».

      2Montoya 2011: 11.

      3Otazu Melgarejo 2006: 51. El destacado es mío.

      4Melià 2003: 249.

      5Montoya 2008: 471.

      7. «Prólogo» al Diccionario de Autoridades de la Real Academia Española (1726)1

      Comentario: Susana Rodríguez Barcia

      1. El principal fin, que tuvo la Real Académia Españóla para su formación, fué hacer un Diccionario copioso y exacto, en que se viesse la grandéza y poder de la Léngua, la hermosúra y fecundidád de sus voces, y que ninguna otra la excede en elegáncia, phrases, y pureza: siendo capáz de expressarse en ella con la mayor energía todo lo que se pudiere hacer con las Lenguas mas principales, en que han florecido las Ciéncias y Artes: pues entre las Lénguas vivas es la Españóla, sin la menor duda, una de las mas compendiosas y expresivas, como se reconoce en los Poétas Cómicos y Lyricos, à cuya viveza no ha podido llegar Nación alguna: y en lo elegante y pura es una de las mas primorosas de Európa, y tan fecunda, que se hallan en ella, entre otras obras de singular artificio, cinco Novelas de bastante cuerpo, compuestas con tal especialidád, que en cada una de ellas en todas las voces, que en sí contienen, falta una de las cinco vocáles: lo que hasta ahóra no hemos visto executado en otro Idióma. Esta obra tan elevada por su assunto, como de grave peso por su composición, la tuvo la Académia por precisa y casi inexcusable, antes de empeñarse en otros trabájos y estúdios, que acreditassen su desvelo y aplicación: porque hallandose el Orbe literário enriquecido con el copioso número de Diccionarios, que en los Idiómas, ò Lenguas extrangéras se han publicado de un siglo à esta parte; la Lengua Españóla, siendo tan rica y poderosa de palabras y locuciones, quedaba en la mayor obscuridád, pobreza è ignoráncia, aun de los propios que la manejan por estúdio, y remóta enteramente à los extrangeros, sin tener otro recurso, que el libro del Thesoro de la Léngua Castellana, ò Españóla, que sacó à luz el año de 1611. Don Sebastian de Covarrubias, y despues reimprimió Gabriel de Leon en el año de 1672. añadido de algunas voces y notas por el Padre Benito Remigio Noidens de los Clerigos Regulares Menores.

      2. Es evidente que à este Autór se le debe la glória de haver dado princípio à obra tan grande, que ha servido à la Academia de clara luz en la confusa obscuridás de empressa tan insigne; pero à este sabio Escritor no le fué facil agotar el dilatado Océano de la Lengua Española, por la multitud de sus voces: y assi quedó aquella obra, aunque loable, defectuosa, por faltarla crecido número de palabras; pero la Real Academia, venerando el noble pensamiento de Covarrubias, y siguiendole en las voces en que halló proporción y verosimilitud, ha formado el Diccionario, sujetandose à aquellos principios, y continuando despues debaxo de las reglas que la han parecido mas adequadas y convenientes, sin detenerse con demasiada reflexión en el orígen y derivación de las voces: porque además de ser trabájo de poco fruto, sería penoso y desagradable à los Lectores, que regularmente buscan la propiedád de significado: y el orígen ò la derivación, quando no es mui evidente y cláro, quedaba siempre sujeto à vários conceptos, despues de ser dasapacible su lección,

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