La zanahoria es lo de menos. David Montalvo

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La zanahoria es lo de menos - David Montalvo

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«Nuestro origen no es necesariamente nuestro destino».

      ¿Cómo hacemos un detox emocional? David nos propone en este libro muchos «cómo»: remover, quitar, limpiar, reacomodar y reajustar lo que nos impide avanzar de forma más ligera por la vida.

      También nos comparte una serie de Jugos Emocionales Desintoxicantes compuestos de un elevado contenido de valoresacción necesarios. Lo mejor es que todos disponemos de sus ingredientes clave y no dependemos de nadie para prepararlos y consumirlos.

      ¡Detectemos, pues, los hábitos que nos producen acidez emocional; revisemos nuestras creencias desadaptativas; desactivemos la carga de rencores, resentimientos y culpas; soltemos los apegos; quitémonos las capas tóxicas y desnudemos el alma, para descubrir como somos realmente y llegar a lo más valioso de ese universo del interior!

      Gracias, David Montalvo, por este regalo de sabiduría en la forma de este libro. A partir de su lectura estamos convencidos de que todos vamos a prestar mucha más atención a la carga de la carreta que a la zanahoria que nos distrae.

      JAUME SOLER Y MARÍA MERCÈ CONANGLA

      Fundadores del Institut D´Ecología Emocional de Barcelona

       Introducción

       La carreta, el burro y la zanahoria

      No sirve de nada ir deprisa si no sabes a dónde vas. Lo importante es caminar en la dirección correcta.

       Antoine de Saint-Exupéry

      Cuenta una parábola que si quieres hacer que un burro se mueva, necesitas colocar un palo del que cuelgue una zanahoria delante del animal, de tal manera que este camine hacia ella pero nunca la alcance.

      Desde hace muchos años, esta historia ha tenido diferentes versiones, aunque en esencia el mensaje es el mismo. Quiero parafrasearte mi versión favorita de dicha parábola:

      Trata de un señor que tenía que llevar sus zanahorias al mercado muy temprano para venderlas a un buen precio, y una vez cargada su carreta, partió.

      Sin embargo, al poco andar el burro se detuvo y para obligarlo a que avanzara, el hombre lo golpeó con un palo. El burro respondió al castigo y recorrió un trecho, mas cuando se olvidó del dolor, volvió a detener la marcha.

      El dueño de las zanahorias volvió a golpear al burro, y así transcurrió un buen rato. Por suerte para el pobre asno, el hombre se compadeció al fin de él y recordó que a su preciado animal de carga le gustaban las zanahorias, y le dio a comer una de ellas como recompensa, lo que motivó al burro a mover la carga hacia el mercado.

      Estuvo un rato haciendo esto con las zanahorias y dándose cuenta de que si seguía así, se le iban a acabar y también su ganancia. Posteriormente se le ocurrió la creativa idea de utilizar el palo del castigo para colgarle en un extremo una zanahoria, subió a su carreta solo poniendo la hortaliza frente a las narices del burro, y el animal emocionado anduvo a buen paso tratando de alcanzar lo que tenía enfrente, logrando llegar así al mercado.

      El burro creía que algún día podría alcanzar esa zanahoria y el amo siguió aplicando la misma técnica. El hombre trataba de motivar al animal repitiéndole que mañana seguramente tendría más fuerza, puesto que hoy casi la atrapaba con los dientes; como la zanahoria tocó su hocico, la sintió más cerca que nunca y esa noche el buen borrico soñó no solo con aquella, sino en una pradera donde corría casi sin sentir el pasto hasta llegar a un granero donde había cientos de zanahorias.

      Al día siguiente, todo está preparado para alimentar la esperanza. El carretero ha dejado a su familia en la cama, y hacia las cinco de la mañana se dispone a salir con su burro, pero ahora para vender huevos de su granja. No olvida la zanahoria. Esa mañana fría al hombre le da por cantar para no aburrirse. La hortaliza es lo único que se ve al frente de su carreta.

      El burro solo dedica rebuznos para una zanahoria que, piensa, hoy seguramente alcanzará. Al animal le emociona la idea puesto que imagina que algunos otros de su especie seguramente sí han logrado la hazaña.

      Algún sábado excepcional, por el volumen de ventas que ha hecho, el hombre siente algo de pena por su burro, por lo que lo premia con la anhelada zanahoria al regresar a casa .

      Se conforma con poco, piensa el hombre, basta una zanahoria para hacerlo feliz. «Y eso que te he tenido cuatro meses prometiéndote la zanahoria», le dice al burro, pensando que la bestia no entiende.

      «Que eres un tonto, hijo mío», le sigue diciendo al pobre burro; y durante cuatro meses vuelve a ponerle la zanahoria delante, asegurándose de que no podrá alcanzarla, al menos no durante el trayecto entre su granja y el mercado.

      En esta historia que, se dice, se popularizó desde 1800 gracias al padre del utilitarismo, el filósofo inglés Jeremy Bentham, al referirse a la motivación del ser humano con base en evitar el dolor y conseguir el placer, la zanahoria resulta ser el deseo, el incentivo o la meta, y el palo, el artilugio o método con el que se engaña al animal que no ve más allá.

      Las zanahorias pueden ser diferentes motivos y necesidades. Algunas pueden ser superficiales y otras muy nobles y loables: ser inmensamente ricos o al menos ganar más, tener la pareja soñada, salud, un cuerpo envidiable, amor y aprobación de los demás, mejorar el puesto en la empresa, acceder al retiro a los sesenta años, comprar una casa en la playa, empezar una organización de ayuda social.

      ¿Cuántas zanahorias nos han o nos hemos prometido?

      Todos andamos en busca de estas exquisitas zanahorias, aunque no sepamos ni cómo vamos ni a dónde queremos llegar; muchas veces ni siquiera nos cuestionamos para qué las queremos alcanzar. Somos los primeros en sujetarlas al palo y seguirlas sin detenernos, cual robots, creyendo que al atraparlas se nos revelará la fórmula de la felicidad. «Cuando sea rico…», «Cuando sea delgado…», «Cuando me amen…», «Cuando me trate mejor mi jefe…», «Cuando me den el ascenso…», «Cuando empiece mi negocio…».

      Sinceramente, el problema real del burro (en la historia y en la vida) no es alcanzar o no la zanahoria, sino la carga de la carreta que lleva su dueño, tan pesada que impide al animal andar libremente y que, para moverse, se ve obligado a seguir una fantasía.

      Echando mano de este símil zoológico, aunque está claro que no somos burros, sí existe una semejanza en cómo nos comportamos y por qué sufrimos.

      Sufrimos y nos complicamos la vida por estar tan enfocados en la zanahoria y por la molestia de llevar una carga tan pesada en la carreta; el resultado es que ni se alcanza la zanahoria ni se disfruta el viaje.

      Y aunque la zanahoria puede ser brillante, deseada y atractiva, a final de cuentas se vuelve solo un impedimento para alcanzar lo que deseamos, pues lo que realmente estorba es todo lo que nosotros mismos permitimos que se eche a la carreta: rencores, fantasmas del pasado, emociones incorrectamente manejadas, malas actitudes, pensamientos negativos, creencias que ya no funcionan, heridas no sanadas, pérdidas o rupturas mal tratadas.

      Si hoy te preguntara, ¿cuánto pesa tu carreta?, ¿podrías decirme? O al menos, ¿sabes todo lo que tienes ahí?

      La propuesta de este libro es que nos olvidemos de la zanahoria (aunque sea un poco) y nos enfoquemos en liberarnos de toda la carga que está frenando nuestros pasos, para que de esa manera

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