¡Presente!. Diana Taylor
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Caminar y hablar, o el método peripatético, enfatizan la idea de producir conocimiento como un hacer —ver, escuchar, leer, pensar, hablar— son todas acciones que hacemos juntos. Interactuamos con la gente y el mundo a nuestro alrededor. Hasta leyendo “solos” estamos en la compañía del autor. Libros, inspiraciones, cantos y mucho más nos acompañan donde sea que vayamos. Pero en este estudio, en las prácticas que describo aquí, nos paseamos por varios lugares en corto tiempo —Ciudad de México, Chiapas, Guatemala, Sao Paulo, Santiago de Chile y de vuelta a través de Centro América a Chiapas, Nueva York, Montreal—. Las preguntas conectan y atraviesan todos estos espacios incluyendo las mismas políticas de movimiento. Adicionalmente varias de estas piezas fueron desarrolladas en diálogo con mis estudiantes, y a menudo yo los seguía. A veces me llevaban a través de campos y asuntos que desconocía. En otras, nos movimos literalmente en zigzag por el sur de México, pensando con y a través de las personas y situaciones que íbamos experimentando.
Algunos capítulos, como por ejemplo “Rutas tortuosas: cuatro caminatas por la Villa Grimaldi” piensan sobre el caminar a través de actos múltiples. “Yo” he caminado a través del antiguo centro de detención y tortura en Chile varias veces durante una década, con diferentes sobrevivientes, colegas, estudiantes, y a veces sola con un audio guía. Cada vez veo/experimento algo diferente. Mis caminatas por el espacio me han llevado a preguntarme para quién es (¿sobrevivientes, visitantes?) y qué hace. ¿Es el “Parque de la Paz” el mismo lugar donde miles fueron torturados y cientos murieron, o acaso se ha transformado en algo irreconocible para informar a un público? El movimiento entonces no es necesariamente lineal, y aún el “mismo” espacio cambia con el tiempo. “Camino largo”, enfocado en los zapatistas, se desenvuelve en un movimiento de espiral lento. La vida es una lucha, tanto para los mesoamericanos contemporáneos como lo fue para sus antepasados. Las rutas para los migrantes desde Centro América a través de México camino a Estados Unidos (“Memes traumáticos”) son a menudo “caminos de muerte”. En “Capital muerto”, por 958 metros sigo la ruta de la performance desarticulada y al revés del Teatro de Vertigem, a través de áreas vulnerables de São Paulo, inmersa en una representación del capitalismo, que por mucho tiempo he “entendido”, pero nunca realmente experimentado. Algunas paradas, como en “El dilema de la decisión” están en la intersección de muchas prácticas espaciales. Chiapas, México se convierte en un sitio más donde la Corporación Monsanto (legalmente una “persona”) existe y promueve su maíz genéticamente modificado, practicando operaciones similares por todo el mundo. Monsanto está simultáneamente allá y en todas partes, una “persona”, pero incorporal. La intervención que hicimos ahí con Jacques Servin de Yes Men y Jesusa Rodríguez, alineó el espacio digital con el activismo nacional, y organizaciones legales y educacionales de México y los Estados Unidos. Entonces, a través del movimiento y el ritmo que forman este libro, las conexiones entre varios espacios y prácticas, previamente invisibles, de pronto se alumbran. Después de escribir dos o tres de estas piezas, empecé a considerarlas como “caminatas” aunque espero que el término pueda ser entendido como incluir a varias formas de movimiento. Junto a mis amigos y colegas discapacitados, sé que caminar no es una sola cosa.
Una nota autobiográfica, pertinente ya que informa mi entendimiento sobre caminar: cuando era una bebé, en el norte de México, tuve polio. Después de años de operaciones y aparatos, eventualmente asumí mi estatus como el mamífero erecto que Bataille y otros consideran dado por hecho141. Continúo viviendo y lidiando con las secuelas. El caminar nunca puede ser una abstracción para mí, un pensar y ser que ignora la ubicación del cuerpo. Estoy consciente de casi todos los pasos que doy, incluso cuando camino y hablo con otros. Mido la factibilidad en metros y kilómetros. Por lo tanto, el caminar para mí no tiene que ver con libertad, esparcimiento o dominio como lo era para los caballeros ingleses del siglo XVIII, la encarnación del sujeto individual y diferenciado de la era de la Ilustración: “No consigo ver el ingenio en caminar y hablar al mismo tiempo… El alma de un camino es la libertad, la perfecta libertad para pensar, sentir, hacer, como uno quiera…”142. El caminar me hace recordar no solo mis limitaciones físicas y el hecho de que a veces dependo de los que caminan conmigo, sino lo pequeña que soy comparada con todo lo que me rodea —la ciudad, el altiplano maya, el desierto de Sonora—. En el desierto, con su naturaleza militarizada, una serpiente cascabel puede ser más poderosa que un simple ser humano.
El caminar es un pensar/ser en movimiento, una pedagogía y una formación (peripatético). Caminar es uno de esos actos que forman, en vez de resultar en, pensamiento143. El acto de caminar produce su propia forma de sentir-pensar y un des-pensar, negociando un aplomo y una vulnerabilidad, un movimiento junto a una incertidumbre. Exige atención al terreno, al tiempo, al clima, a las condiciones en y del suelo bajo nuestros pies, a los límites de nuestros cuerpos físicos, a nuestro equilibrio y miedo a caerse, a las políticas de acceso y características de una localización específica, a la dirección de nuestro movimiento, distancia y visibilidad reducida. ¿Qué hay después de esa curva, o al otro lado de esa montaña? Obstáculos que tienen que ser enfrentados, negociados y resueltos. Decisiones que deben ser tomadas. Caminar para algunos puede representar posesión, un control y dominación visual que sugiere que todo lo que veo es mío. A veces, caminar confirma y transciende la distancia, y hasta nuestras mismas limitaciones.
Caminar puede llevar a nuevas percepciones, “una persona esquizofrénica en una caminata es un mejor modelo que un neurótico echado sobre el diván de un analista…”144. Deleuze y Guattari nos llevan en un “paseo de un esquizo[frénico]” más allá de los bordes represivos del “ser y el no-ser, afuera y adentro, [que] ya no tienen absolutamente ningún sentido” (9).
Caminar es una práctica política. La forma como hacemos esto es la forma como lo hacemos todo.
Hay tantas maneras de pensar sobre el caminar, tantos lugares donde el caminar nos lleva145. Para Gandhi, proveniente de un sistema epistémico no-occidental y de una lucha anticolonialista, el caminar refiere a una práctica personal y a una política específica. A diferencia del ocio y la libertad asegurados por la riqueza, su caminar era una práctica pobre, identificada con la pobreza en el sentido de que el pobre no puede costear otra manera de transporte146. Una práctica simple (“un pie frente al otro”)147 también representa su filosofía de una vida más simple, una que se esfuerza por no explotar a otros y a sus labores. El caminar de Gandhi incorpora determinación, resistencia y compromiso148, un entendimiento que posibilitó su compromiso político a la calidad lenta y estable de las caminatas y marchas en búsqueda de la independencia.
Hay tantas maneras de pensar sobre el caminar, tantos lugares donde el caminar nos lleva.
[Fig. 1.3. Mural representando migrantes centroamericanos en Ciudad Hidalgo México, borde con Guatemala. Anónimo. Foto: Diana