Impresiones y paisajes. Федерико Гарсиа Лорка
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A su regreso a Granada, en el equipaje de Federico hay numerosas cuartillas de sus notas sobre esos paseos con Berrueta. Un testigo de excepción de esos días, José Mora Guarnido, recordaría tiempo después que «el tierno temperamento del artista sintió la necesidad de expresar sus emociones, y el instrumento que por el momento manejaba con mayor comodidad era la palabra».6
Y en este terreno surgen muchas dudas sobre qué hacer con esos materiales de los que una pequeña, muy pequeña parte, se colará en los diarios que han sido testigos de los viajes de estudios. Un buen momento para despejar las dudas será a lo largo de 1917 cuando Berrueta organice dos nuevos viajes: uno solamente a Baeza —lo que supone el reencuentro con Antonio Machado— y otro por Madrid, Burgos y Palencia. Algunos periódicos, como Diario de Burgos, acogen en sus páginas los artículos que serán la base de Impresiones y paisajes. También sabemos que el naciente escritor comparte algunos de sus textos con su círculo más íntimo, buscando consejo y comentario sobre su nueva labor artística. El grupo rinconcillista será el primero en conocer esos textos, además de su hermano Francisco.
El giro artístico literario preocupa especialmente a don Federico, el padre del poeta, quien ya se ha encargado generosamente de sufragar los gastos ocasionados por los viajes de estudio de su hijo. Así que este «agricultor, hombre rico, emprendedor, buen caballista» será el encargado de hacerse cargo también de los gastos de edición del primer libro de Federico García Lorca, aunque antes quiere estar seguro de que la inversión vale la pena. Una noche, ante la puerta del Casino de Granada, punto de encuentro de amigos y conocidos del poeta, detuvo a José Mora Guarnido para hablar sobre esos manuscritos y sobre si valía la pena publicarlos. Habla don Federico:
Como tú comprenderás, a mí no se [sic] me importa tirar mil o dos mil pesetas en darle el gusto de que haga ese libro; más me costaría que me pidiera un automóvil o que gastara el dinero en cosas peores. Pero no quiero que por culpa del libro se rían de él todos los idiotas de Granada. ¿Has leído el libro?
Mora Guarnido le contestó que lo había leído, que lo consideraba merecedor de ser editado y que «yo mismo, si tuviera una obra de ese carácter, trataría igualmente de publicarla sin ningún escrúpulo, y que probablemente los niños del Casino —incapaces de hacer nada de provecho— harían algún chistecito, lo que me traería sin cuidado». Don Federico quedó convencido.7 Mora Guarnido no fue el único en ser consultado por el padre del poeta. Luis Seco de Lucena, Miguel Cerón y Andrés Segovia fueron también interrogados a este respecto.8
Caminatas románticas por la España vieja, su título inicial, pasó a llamarse Impresiones y paisajes y fue a imprenta con una portada de Ismael González de la Serna. La granadina casa de Paulino Traveset, dedicada a la litografía y tipografía, fue la editora escogida por don Federico. Era abril de 1918. El poeta envió como regalo muchos ejemplares a sus amigos, todos ellos acompañados de una dedicatoria manuscrita e individualizada en la que con pocas palabras trazaba un certero y romántico retrato del receptor del libro. Por ejemplo, de Emilia Llanos, «tesoro espiritual entre las mujeres de Granada; divina tanagra del siglo XX», de Fernando Vílchez, «gran talento artístico, espíritu hondamente granadino que tiene el corazón lleno de dulzura infantil» o de Adriano del Valle, «el poeta que en las Dafnéforas modernas lleva su rama de laurel, y mira apasionadamente a Rubén el maravilloso que con la corona de oro y el soberbio manto hace de Dafnéforo».
Martín Domínguez Berrueta también recibe su ejemplar, con la dedicatoria siguiente:
A mi queridísimo maestro don Martín, fuerte espíritu dulce lleno de frescura y de infantilidad adorable que tiene una visión honda y primitiva de las cosas y que posee un tesoro inagotable de su enorme corazón de artista. Con toda el alma.
12 de abril de 1918
FEDERICO
Pero el ejemplar fue devuelto. A Berrueta no le gustó no figurar como protagonista de la dedicatoria impresa del libro —que fue para Segura Mesa— y solamente ser objeto de atención en una discreta nota final. Tampoco le debió de agradar cierta intervención de Mora Guarnido en la prensa, pero hasta que no aparezca el artículo donde se hablaba de Berrueta, no sabremos exactamente el motivo de la violenta ruptura, que solamente podemos adivinar por la carta que el viejo maestro envía a Federico:
Mi querido Lorca: No sé si Vd. lo creería. A mí me basta con decir la verdad.
Acabo de enterarme de eso de las «lisonjas domésticas» que venía Vd. a cantarme, sin yo advertir que así era la calidad de su afecto y de su amistosa compañía.
Lo leo en un n.º de La Publicidad que por correo interior ha remitido a Rosario algún oficioso grosero interesado en proporcionarla molestia y disgusto.
Y pensando que la dedicatoria efusiva puesta por Vd. al ejemplar de su libro, que me entregó la otra noche, pudiese ser otra, la última y más solemne de aquellas «lisonjas domésticas», aun doliéndome mucho la violencia, no me satisface retenerlo en mi poder.
A ello me obliga tan inapropiada declaración pública a la que Vd. ha dado silenciosa aquiescencia.
Suyo affmo.
MARTÍN D. BERRUETA9
La relación quedó rota para siempre. Berrueta moriría muy poco después, en 1920, en Granada. En el madrileño diario La Acción del 13 de julio de ese año se informaba de la triste noticia y se recordaba que «había creado […] un grupo de entusiastas discípulos, que sentían por él verdadera devoción». Es imposible no pensar en Lorca como uno de esos «entusiastas discípulos».
La acogida del libro fue fría. Pese al entusiasmo de sus amigos, Impresiones y paisajes quedó perdido como uno más de los muchos libros de la producción local de la época. Pero el poeta también recibió algún apoyo. De nuevo debemos volver a las cartas de Martínez Fuset, donde se nos descubre que uno de esos primeros lectores del libro fue, ni más ni menos, Antonio Machado. También podemos saber que una de las obsesiones sentimentales del joven Lorca es una muchacha granadina, María Luisa Egea, aunque esta nunca le hizo caso.
Mi queridísimo amigo Federico:
He recibido tu libro. No sabía si en el ojear de sus páginas encontraría destellos de amor. Al fin en una de sus dedicatorias lo he comprendido.
Se respira en sus distintas fases amor fraternal, el mío; amor de padre, tu maestro (ha pasado a mi memoria la presentación que me hiciste y el humilde estado de su casuca); amor sensual, tal vez raro, el de María Luisa. Acaso me equivoque, no lo desearía.
Reposo no está aquí, se halla en Ronda y su familia se muestra satisfechísima. Yo, por mí, solo puedo decirte sin títulos pomposos que te ofrezco mi más cordial enhorabuena, no con la rutina de las palabras sino con los ardores del corazón de tu hermano.
De muy pronto recibirás mi muy juicio crítico publicado y hoy te remito un cuento. Es al principio de una descripción baezana. Si no te gusta, deséchala, pero no la mires con los ojos del escritor sino con la benevolencia de la amistad. ¡No iguala a la tuya!
¡María Luisa! Y a mi mente viene la mujer idílica por ti comprendida. Me parece verla en un cierrecillo de la Gran Vía. En fin, secretillos de todos y que todos saben.
A todos mis amigos ¡nada! como siempre. A tus padres mi más simpática felicitación, llena de futurismos que les deseo para ver tus obras honra y prez (como diría un romancero) de la intelectualidad granadina.
Prometo un viaje