Impresiones y paisajes. Федерико Гарсиа Лорка

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Impresiones y paisajes - Федерико Гарсиа Лорка

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pasiones al conjuro de una sonata beethoveniana. ¡Era un santo!

       Con toda la piedad de mi devoción.

      EL AUTOR

      PRÓLOGO

      Amigo lector: si lees entero este libro, notarás en él una cierta vaguedad y una cierta melancolía. Verás cómo pasan cosas y cosas siempre retratadas con amargura, interpretadas con tristeza. Todas las escenas que desfilan por estas páginas son una interpretación de recuerdos, de paisajes, de figuras. Quizá no asome la realidad su cabeza nevada, pero en los estados pasionales internos la fantasía derrama su fuego espiritual sobre la naturaleza exterior agrandando las cosas pequeñas, dignificando las fealdades como hace la luna llena al invadir los campos. Hay en nuestra alma algo que sobrepuja a todo lo existente. En la mayor parte de las horas este algo está dormido; pero cuando recordamos o sufrimos una amable lejanía se despierta, y al abarcar los paisajes los hace parte de nuestra personalidad. Por eso todos vemos las cosas de una manera distinta. Nuestros sentimientos son de más elevación que el alma de los colores y las músicas, pero casi en ningún hombre se despiertan para tender sus alas enormes y abarcar sus maravillas. La poesía existe en todas las cosas, en lo feo, en lo hermoso, en lo repugnante; lo difícil es saberla descubrir, despertar los lagos profundos del alma. Lo admirable de un espíritu está en recibir una emoción e interpretarla de muchas maneras, todas distintas y contrarias. Y pasar por el mundo, para que cuando hayamos llegado a la puerta de la «ruta solitaria» podamos apurar la copa de todas las emociones existentes, virtud, pecado, pureza, negrura. Hay que interpretar siempre escanciando nuestra alma sobre las cosas, viendo un algo espiritual donde no existe, dando a las formas el encanto de nuestros sentimientos, es necesario ver por las plazas solitarias a las almas antiguas que pasaron por ellas, es imprescindible ser uno y ser mil para sentir las cosas en todos sus matices. Hay que ser religioso y profano. Reunir el misticismo de una severa catedral gótica con la maravilla de la Grecia pagana. Verlo todo, sentirlo todo. En la eternidad tendremos el premio de no haber tenido horizontes. El amor y la misericordia para con todos y el respeto de todos nos llevará al reino ideal. Hay que soñar. Desdichado del que no sueñe, pues nunca verá la luz… Este pobre libro llega a tus manos, lector amigo, lleno de humildad. Te ríes, no te gusta, no lees más que el prólogo, te burlas… es igual, nada se pierde ni se gana… es una flor más en el pobre jardín de la literatura provinciana… Unos días en los escaparates y después al mar de la indiferencia. Si lo lees y te agrada, también es igual. Solamente tendré el agradecimiento espiritual tan fino y estimable… Esto es muy sincero. Ahora, camina por las páginas.

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      Se descorre la cortina. El alma del libro va a ser juzgada. Los ojos del lector son dos geniecillos que buscan las flores espirituales para ofrendarlas a los pensamientos. Todo libro es un jardín. ¡Dichoso el que lo sabe plantar y bienaventurado el que corta sus rosas para pasto de su alma!… Las lámparas de la fantasía se encienden al recibir el bálsamo perfumado de la emoción.

      Se descorre la cortina.

      MEDITACIÓN

      Hay un algo de inquietud y de muerte en estas ciudades calladas y olvidadas. No sé qué sonido de campana profunda envuelve sus melancolías… Las distancias son cortas, pero sin embargo qué cansancio dan al corazón. En algunas de ellas, como Ávila, Zamora, Palencia, el aire parece de hierro y el sol pone una tristeza infinita en sus misterios y sus sombras. Una mano de amor cubrió sus casas para que no llegara la ola de la juventud, pero la juventud llegó y seguirá llegando, y sobre las rojizas cruces veremos elevarse un aeroplano triunfador.

      Hay almas que sufren con lo pasado… y al encontrarse en tierras antiguas cubiertas de moho y de quietud ancestral se olvidan de lo que son para mirar hacia lo que no vendrá, y si a su vez piensan en el porvenir llorarán de un triste y amargo desencanto… Estas gentes que cruzan las calles desiertas lo hacen con el cansancio gigante de estar rodeadas de un ritmo rojo y aplanador… ¡Los campos!…

      Estos campos, inmensa sinfonía en sangre reseca, sin árboles, sin matices de frescura, sin ningún descanso al cerebro, llenos de oraciones supersticiosas, de hierros quebrados, de pueblos enigmáticos, de hombres mustios, productos penosos de la raza colosal y de sombras augustas y crueles… Por todas partes hay angustia, aridez, pobreza y fuerza… y pasar campos y campos, todos rojos, todos amasados con una sangre que tiene de Abel y Caín… En medio de estos campos las ciudades rojas apenas si se ven. Ciudades llenas de encantos melancólicos, de recuerdos de amores trágicos, de vidas de reinas perpetuamente esperando al esposo que lucha con la cruz en el pecho, de recuerdos de cabalgatas funerales en donde al miedo de las antorchas se veía la descompuesta cara del santo mártir que llevaban a enterrar huyendo de la profanación mora, de pisadas de caballos fuertes y de sombras fatídicas de ahorcados, de milagros frailunos, de aparecidos blancos en pena de oraciones que al sonar las doce salieran de los campanarios apartando a las lechuzas para rogar a los vivos misericordia para su alma, de voces de reyes crueles y de angustiantes responsos de la Inquisición al chirriar las carnes quemadas de algún astrólogo hereje. Toda la España pasada y casi la presente se respira en las augustas y solemnísimas ciudades de Castilla… Todo el horror medioeval con todas sus ignorancias y con todos sus crímenes… «Aquí —nos dicen al pasar— estuvo la Inquisición; allí el palacio del obispo que presidía los autos de fe», y en compensación exclaman: «Aquí nació Teresa. Allí Juan de la Cruz»… ¡Ciudades de Castilla llenas de santidad, horror y superstición! ¡Ciudades arruinadas por el progreso y mutiladas por la civilización actual!… Estáis tan majestuosas en vuestra vejez, que se diría que hay un alma colosal, un Cid de ensueño sosteniendo vuestras piedras y ayudándoos a afrontar los dragones fieros de la destrucción… Unas edades borrosas pasaron por vuestras plazas místicas. Unas figuras inmensas os dieron fe, leyendas, y poesía colosal; vosotras continuáis en pie aunque minadas por el tiempo… ¿Qué os dirán las generaciones venideras? ¿Qué saludo os hará la aurora sublime del porvenir?

      Una muerte eterna os envolverá al sonido manso y meloso de vuestros ríos, y un color de oro viejo os besará siempre bajo la fuerte caricia de vuestro sol de fuego… Las almas románticas que el siglo desprecia, como vosotras sois tan románticas y tan pasadas, las consoláis muy dulcemente y ellas encuentran tranquilidad y un azul cansancio bajo vuestros techos artesonados… y las almas vagan por vuestras callejas y vosotras, cristianas, les mostráis para que recen… cruces rotas en parajes ocultos o santos muy antiguos bizantinos, fríos y rígidos, extrañamente vestidos, con palomas torcaces en las manos, llaves de oro o custodias ahumadas, colocados en los pórticos llorosos de las iglesias románicas o en los soportales desquiciados… ¡Ciudades muertas de Castilla, por encima de todas las cosas hay un hálito de pesadumbre y de pena inmensas!

      El alma viajera que pasa por vuestros muros sin contemplaros, no sabe la infinita grandeza filosófica que encerráis, y los que viven bajo vuestro manto casi nunca llegan a comprender los geniales tesoros de consuelo y resignación que tenéis. Un corazón cansado y lleno de hastío por los vicios y por el amor encuentra en vosotras la amarga tranquilidad que necesita, y vuestras noches de incomparable quietud amansan el espíritu rugiente de aquel que os busca para descanso y meditación…

      ¡Ciudades de Castilla, estáis llenas de un misticismo tan fuerte y tan sincero que ponéis al alma en suspenso!… ¡Ciudades de Castilla, al contemplaros tan severas, los labios dicen algo de Händel!…

      En estas caminatas sentimentales y llenas de unción por la España de los guerreros, el alma y los sentidos gozan de todo y se embriagan en emociones nuevas que únicamente se aprenden aquí, para que cuando terminen dejen la maravillosa gama de los recuerdos… Porque los recuerdos de viaje son una vuelta a viajar, pero ya con más melancolía y dándose cuenta más intensamente de los encantos de las cosas… Al recordar, nos envolvemos de una luz suave y triste, y nos

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