La otra campana. Matías Tombolini

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La otra campana - Matías Tombolini

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cuya característica sobresaliente consiste en que somos seres sociales. Por ello, necesitamos los vínculos que construimos, ya que es allí donde encontramos el sentido de nuestra propia existencia. Somos en la medida de la existencia de otros. Nadie existe en el vacío, son los demás quienes validan a diario la certeza de que no estamos delirando en un mundo irreal.

      Pero para que estas normas sean eficientes y sustentables, deberán surgir de un proceso colectivo de reflexión y diálogo sincero. Este libro nace con la intención de ofrecer un continente amplio y un contenido acotado a mis propios paradigmas.

      La otra campana puede sonar como una bella melodía o aturdir tus oídos; en cualquier caso, primero hacen falta campanas para tener la chance luego de escucharlas.

      Los bordes de la democracia liberal moderna son cada vez más delgados y difusos en un mundo donde “la verdad” murió hace tiempo, donde los hechos son relativos a la perspectiva desde la que son observados. Pletóricos de sesgos, caminamos a oscuras en un mundo donde elegimos ladrarnos en lugar de hablarnos. Por eso, no busco escribir para “tener razón”, porque creo que “la razón” no existe como algo absoluto; lo que pretendo es ofrecer datos y hechos para analizarlos en perspectiva, compartir ideas o confrontarlas desde una posición diferente a la del odio irracional.

      De esta forma colaboramos en la construcción de una relación asimétrica en la cual quien nos vende un producto o servicio sabe más de nosotros que nosotros mismos. Compartimos nuestras fotos, aspectos de nuestra vida personal y opiniones que ofrecen un perfil acabado sobre gustos y preferencias que permiten desarrollar estrategias que operan a niveles prerreflexivos, y sobre las cuales alguna vez valdría la pena que debatamos cuán transparente es la transparencia que ofrecemos y cuán libre es la libertad que ejercemos.

      De ese modo, en Estados Unidos, durante largos años Fox y CNN ofrecieron dos realidades diferentes; mientras, el partido republicano, antes de tabicar los excesos concretos de Trump, los justificaba al calor del poder que se les escurrió entre las manos del peor modo, alejándolos del ideal de faro democrático que querían representar para el mundo, y reflejando una triste realidad sobre aquella democracia en el espejo violento del ataque al Capitolio que ocurrió el 6 de enero de 2021.

      Al igual que Bolsonaro en Brasil, Trump representó la exaltación de aquello que puede llevar al mundo a un camino sin retorno. Esto es, alejar los hechos del debate de ideas, retorcer y amañar los datos detrás de una inteligente comunicación que conecta las decisiones que tomamos exclusivamente con nuestro sistema límbico, vaciando de contenido el rol de la política y los partidos políticos como vectores de construcción institucional fundamentales a la hora de aspirar a una sociedad donde nadie pueda imponer su voluntad sobre los demás, donde derechos y obligaciones nos permitan acceder a un conjunto de oportunidades que hoy se encuentran vedadas para las mayorías, no por falta de ganas, esfuerzo o voluntad, sino porque la línea de llegada siempre queda más lejos para el que parte de más atrás, como le sucede a quienes nacen en peores condiciones socioeconómicas.

      La democracia como tal es mucho más que un sistema, representa un conjunto de valores donde el juego de mayorías y minorías no debe ser exclusivo ni excluyente. El riesgo es que parece estar involucionando, se aleja del ideal que atraviesa el horizonte estrictamente numérico. Debería convertirse en una herramienta que iguale la oportunidad de ser escuchadas de la que carecen las minorías para que los que piensan diferente a las mayorías circunstanciales puedan ofrecernos un punto de vista alternativo.

      La pandemia ha sido, en algún punto, una excelente manifestación de la ciclotimia colectiva en la que nos encontramos. Cambiamos de estado de ánimo como de canal en la tele. Lo curioso es el efecto que, por momentos, esto conlleva, como si estuviéramos adormecidos asistiendo a un espectáculo del que antes que protagonistas somos espectadores de lujo.

      La lógica panelista que adquirió el modo en el que confrontamos puntos de vista, vació de contenido los debates para competir por los mejores títulos y hashtags. La democracia se convirtió en una competencia de etiquetas y tendencias. Esas mismas que buscan interpretar y anticipar los algoritmos que alimentamos compartiendo con lujo de detalles nuestro interior. Hicimos público lo privado y terminamos por transformar el disfrute individual en la búsqueda de reconocimiento de los demás. Esos otros que no están ahí, aunque estén en tu muro.

      Estamos camino a construir un sistema de instituciones en real time sin mensurar el peligro que supone la ausencia de un tamiz sobre quién escribe el menú de opciones que nos ofrecen y sobre el cual nos sentimos “libres”.

      Si no escuchamos todas las campanas, corremos el riesgo de que quien programa el algoritmo sea realmente poseedor de nuestra libertad. Ya no se trata de emplear la fuerza. No hace falta. En un mundo donde contamos alegremente y en fotos hasta el punto de cocción que nos gusta para el asado, estamos dejando servidos en bandeja los elementos para que nos laven la cabeza y encima ponemos “acepto” en el botón donde te lo preguntan sabiendo que no lo leerás.

      Argentina se ha consolidado como un país en el que la mayor parte de nuestro destino está explicado por el lugar en el que nacemos; por ello nos merecemos un debate pleno que no esté exento de fricciones al cual no le tiene que sobrar amabilidad, sino ideas. Se trata de un diálogo en el que te invito a participar, donde suenen todas las campanas. Aquí te presento una de ellas, no es la única, pero merece ser escuchada.

      Imaginemos el repicar de las siete campanas que componen el campanario más lindo del mundo, probablemente el que se encuentra en la maravillosa torre de Pisa situada en la Plaza del Duomo. Ninguna suena igual a otra ya que cada una representa las distintas notas musicales, siempre depende de la elección de cada uno,

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