La otra campana. Matías Tombolini
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Con elementos surgidos de las estadísticas oficiales y registros locales e internacionales, en la segunda parte, vamos a sobrevolar el pasado reciente sobre los comienzos de la pandemia y como reaccionó nuestra sociedad aquellos primeros meses.
En la tercera parte te propongo analizar qué se hizo bien, qué se hizo mal y qué efectos tuvieron ambas cosas sobre los equilibrios políticos en nuestro país.
La parte 4 aborda de manera concreta la competencia de narrativas, esa que vemos a diario en las redes y los medios. Esta compulsa no le otorga la razón a ninguno de “los lados”, pero nos enfrenta a una elección concreta: cuál es la campana que elegimos creer. Aquí no te propongo que elijas la misma opción que he tomado, pero sí que nos demos la oportunidad de escuchar el sonido de todas ellas.
Te quiero contar porque me alejé del sueño de la “ancha avenida del medio”, con argumentos y sin fanatismos. El camino que elegimos como sociedad nos invita a tomar posición, en este libro decido hacerlo explicando los motivos y te invito para que vos también lo hagas, considerando los hechos concretos que se ofrecen detrás del sonido de las múltiples campanas.
Puestos en perspectiva, los hechos siempre dependen del paradigma desde el cual los analizamos, que es algo así como los lentes a través de los cuales miramos el mundo. Desde mi propia mirada en la parte 5 te ofrezco algunas reflexiones sobre el modo que creo será el futuro y qué podemos hacer para mejorar el bienestar común.
Tal vez ya te sucedió, pero yo me di cuenta desde hace poco tiempo: los libros se abren igual que las puertas. Es por ello que siempre son una invitación para entrar y encontrarnos. ¡Pasen y lean!
1- Psicopolítica: Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Byung-Chul Han. Traducción de Alfredo Bergés. Ver https://www.jstor.org/stable/j.ctvt7x7vj
2- Un pequeño empujón. El impulso necesario para tomar mejores decisiones sobre salud, dinero y felicidad, Richard H. Thaler y Cass R. Sustein. Ver https://valueschool.es/ Un-peque%C3%B1o-empuj%C3%B3n-El-impulso-que-necesitas-para-tomar-mejores- decisiones-sobre-salud-dinero-y-felicidad
3- Cómo mueren las democracias, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Véase: https://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/38434_como_mueren_las_democracias.pdf
Capítulo 1
EL COMIENZO
Luego del cierre de campaña electoral, aquel jueves 8 de agosto de 2019, llegué a casa con mi compañera de ruta María (en adelante La Gringa), saludé a mis hijos, a Victoria, a los perros. Antes de subir a ducharme, me desplomé sobre el sillón y encendí la tele. Quería repasar un pronóstico diferente a las encuestas y proyecciones económicas que venía leyendo a diario durante los últimos noventa días. También, me interesaba conocer el pronóstico del tiempo. Con independencia de su influencia en el día de la elección (que sucedería 48 horas más tarde), por algún motivo sentí la necesidad de saber qué sucedería sobre algo en lo cual la influencia de nuestras acciones es menos evidente que sobre el proceso electoral. Si bien es cierto que nuestros actos están cambiando el clima, todavía es más cierto que los actos políticos cambiaban otro clima, el electoral.
Sin los rodeos o explicaciones abundantes (y a veces vacías) que damos los políticos, el pronosticador de turno decía ¨En Capital Federal y alrededores, la mínima será de 8° y la máxima de 11°. Durante la madrugada y la mañana habrá lluvias y los vientos serán moderados a fuertes, los cuales vendrán desde el sector sureste. Por su parte, el clima por la tarde y la noche continuará con lluvias y vientos fuertes a moderados provenientes del sector sur¨. Dos oraciones le alcanzaron al señor de la tele para ofrecernos información relevante sobre cómo nos teníamos que vestir, qué planes podríamos hacer, y cuáles otros no tenían sentido en una jornada que se anticipaba, para decirlo en criollo, bastante fulera.
En Argentina, en general, y en la Ciudad de Buenos Aires, en particular, la campaña se desplegó con múltiples matices que la convirtieron en una experiencia única e irrepetible. Asistí a veces como espectador de lujo y otras como protagonista puntual, a situaciones que invitarían a escribir un libro, pero no este que escribo ahora. Aquí me propongo compartir un proceso que comenzó el 11 de agosto de 2019 y que continúa hasta el presente.
El viernes 9 comenzó como de costumbre. A las 6:30 sonó la alarma del celular que pospuse cinco minutos para luego posponerlo otros cinco. Cuando decidí levantarme, giré sobre mis hombros, pero la gringa no estaba. Ella se había levantado antes porque le tocaba la ardua tarea de despertar a los chicos. Salí de la cama con la agilidad de un señor de 45 años, hice los ejercicios de estiramiento que suelo hacer buscando que mi cintura no me recuerde mi edad al menos antes de las cinco de la tarde, me puse el jogging y bajé para llevar a mis hijos al colegio.
Hacía rato que ya no era necesario que los acompañara esas nueve cuadras que separan mi casa de la escuela, pero Sofi (que en ese momento tenía 13 años) me regalaba un mimo al alma los días que la llevaba; me daba la mano hasta llegar a unos trescientos metros de la entrada. Eso y poder conversar con ella y Segu, sin más apuro que la hora del timbre de ingreso, era un bálsamo para mí, una pausa antes de comenzar el día. La escena siempre se repetía, en Díaz Vélez y Pringles, le daba un beso a Segu, que se adelantaba, y antes de que cambiara el semáforo, me quitaba el gorro, que usaba para tapar el torbellino de rulos de mi cabeza a esa hora, y le daba a Sofi cuatro besos, mejilla derecha, izquierda, frente y la punta de la nariz, y ella hacía lo mismo conmigo. Segu, esperaba pacientemente a que terminara nuestro pequeño ritual, juntos cruzaban la calle y caminaban sobre la vereda de enfrente para doblar en Yatay a la altura de la misma estación de servicio que está ahí desde hace más años de los que tengo memoria.
Una vez en casa, nos preparamos para ir a la sede del partido. Allí había que doblar boletas y preparar cientos de carpetas para los fiscales del día de la elección. Hasta ese momento el pronóstico del clima se venía cumpliendo mejor que las encuestas electorales. Algo parecido sucedió luego con la economía. Tres días más tarde, todo empezaría a cambiar, o más bien seguiría en la misma dirección, aunque a una velocidad que nadie hubiera previsto.
Especulando con la veda electoral, que para divulgar encuestas empezó el 2 de agosto, los diarios podrían publicar los datos de los pronósticos que, si bien eran diversos, no dejaron lugar a dudas de que ninguno se acercaba al resultado que veríamos el domingo:
Tan solo 48 horas más tarde, el panorama luciría muy distinto de lo previsto. Con este nuevo escenario comenzaría un nuevo capítulo del rumbo político de nuestro país.
El resultado que conocimos la noche del domingo fue sin dudas sorprendente. Más allá de que casi no existían predicciones públicas que auguraran una diferencia tan abrumadora, resultaba singular que, en la elección primaria, quedara bastante claro que el presidente Macri sería el primer presidente de la nueva era democrática en presentarse a una reelección y perderla. Sobre todo, cuando apenas dos años antes, el país se había pintado de amarillo en un proceso electoral que le otorgó un respaldo holgado.
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