Por qué se suicida un adolescente. Héctor Gallo

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Por qué se suicida un adolescente - Héctor Gallo

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sociedad, sin ser escuchados, en el sentido del desciframiento de lo que están advirtiendo.

      En el caso de France Télécom, los empleados no eligieron tirarse por la ventana, como suelen hacerlo los franceses, ni desde un piso alto, como no pocos lo llevan a cabo en todas partes del mundo; tampoco se subieron a un puente, ni se tiraron al tren, ni decidieron ahorcarse en algún lugar solitario, ni en un hotel de mala muerte –como muchos lo hacen–, o en el dormitorio con la puerta cerrada, como lo hizo un adolescente en Medellín que se colgó dentro del clóset de su cuarto y la madre no se dio por enterada cuando escuchó movimientos, pues como el joven era drogadicto y en la noche solía hacer ruido en su cuarto, ella, cansada ya de esto, pensó que se trataba de lo mismo de siempre y decidió no averiguar qué estaba pasando.

      Esos trabajadores eligieron matarse en su oficina,

      Una modalidad de suicidio como la evocada,

      Cuando catástrofes como la anotada suceden, lo peor sería asumirlas

      Estos suicidas dan cuenta de la desesperación que implica trabajar bajo presión, no sin incertidumbre, sabiendo que hay un ojo vigilante que exige rendir, a veces de manera caprichosa. Los ejecutivos de una empresa como France Télécom, en 2013 convertida en Orange y considerada entre las más grandes de Europa, por hacer valer como imperativo categórico la exigencia del rendimiento sin preguntarse por los límites de lo humano, generaron un ambiente laboral tan toxico, que seguramente se convirtió, para cada empleado, en una tortura llegar cada día a trabajar. El acoso laboral del que eran objeto, al parecer se volvió un ensañamiento tal, que condujo a cada empleado a un grado de división subjetiva tan fuerte, que en medio de la desesperación decidieron tomar venganza contra la empresa atacándose colectivamente a sí mismos. Optaron por dejarse caer colectivamente, acción que tiene la particularidad de estar dirigida al Otro omnipotente, caprichoso y sordo. Ese suicidio colectivo dio de qué hablar y condujo hasta los tribunales franceses a varios de los ejecutivos de la empresa. Por razones que desconocemos, en lugar de los empleados ponerse en posición de hacer hablar en un lugar adecuado lo que estaban padeciendo como síntoma, prefirieron actuar y darle lugar a la emergencia de la parte autodestructiva que nos habita.

      Como dice Byung-Chul Han:

      Las epidemias de suicidios que en la actualidad se producen, pues ya no se trata de casos aislados, son testimonio de una especie de nuevo malestar en la civilización, y es algo que no debemos minimizar acudiendo a inútiles diagnósticos de trastorno mental, que, por aportar poco o nada a nivel explicativo, trivializan un fenómeno subjetivo y social tan enigmático como lo es el suicidio.

      El suicido es transclínico, pues no es propio de ninguna estructura clínica en particular. Lo puede llevar a cabo tanto un psicótico como un sujeto obsesivo o histérico. La estructura en la que hay mayor facilitación subjetiva para que se realice un acto suicida es la melancolía, que hoy suele ser confundida por los psiquiatras con la llamada “depresión profunda” y el denominado “trastorno bipolar”. Este trastorno está de moda, a tal punto que, en la actualidad, es aplicado a no pocos casos de histeria y obsesión, vía por la cual no pocas mujeres y hombres que no deberían ser medicados se encuentran consumiendo antipsicóticos y antidepresivos.

      Entre las expresiones que suelen asociarse con el instante en que alguien decide suicidarse, empieza a planear el suicidio o a ser invadido por ideas suicidas, tenemos las siguientes: “uno cree que se le cierra el mundo”, “que ya no hay solución para nada”. Objetivamente, el mundo no está cerrado para nadie, y lo poco o mucho que ofrece la vida que se lleva está ahí para que cada quien se sirva de lo que esté a su alcance. Sin embargo, dado que para disfrutar la vida no basta con tenerla, sino que hay que autorizarse íntimamente para lograrlo, y que la realidad no es como es, sino tal como nos la representamos a nivel imaginario y simbólico, el hecho de vivirla como una entidad que ha perdido su sabor es suficiente para que se convierta en invivible.

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