Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito
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Contrariamente a lo que pudiera esperarse, el trabajar en un contexto de aplicación incrementa la sensibilidad de los científicos y tecnólogos por las amplias implicaciones sociales que su trabajo puede tener. Operar en el Modo 2 hace a todos los participantes más reflexivos, ya que los aspectos en que se basa la investigación no pueden ser respondidos sólo en términos científicos y técnicos, sino también a partir de su relevancia social y económica; por tanto, a los criterios de interés intelectual se agregan nuevas preguntas: ¿Si la solución se encuentra, será competitiva en el mercado? ¿Será efectiva en términos de costo? ¿Será aceptable socialmente?
En el Modo 1 se insiste en la creatividad individual, en tanto que en el Modo 2 la creatividad es esencialmente manifiesta como un fenómeno de grupo. Las contribuciones individuales son consideradas como parte del proceso y el control de calidad, que es ejercido socialmente y que integra diversos intereses en un contexto de aplicación dado.
Aunque el Modo 1 y el Modo 2 proponen distintas formas de producir conocimiento (véase cuadro 1.1), interactúan entre sí y ninguna excluye a la otra. En conclusión, Gibbons et al. sostienen que el Modo 2 es una respuesta tanto a las necesidades de la ciencia como a las de la sociedad. En este sentido es una forma de organización de la producción del conocimiento para lograr una integración más estrecha con la economía y la sociedad.
Cuadro 1.1 Comparación de las características del modo 1 con las del modo 2 | |
Modo 1. Modelo lineal | Modo 2. Modelo interactivo |
Problemas definidos en el ámbito académico.Es disciplinario.Formas de organización regidas por las normas de la cienciaNo es responsable socialmente.Se transmite en formas de publicación académica.Validado y evaluado por la comunidad de especialistas. | Se produce en un contexto de aplicación.Es transdisciplinario.Es heterogéneo y se da en diversas formas de organización.Es responsable socialmente y reflexivo (valores e intereses de otros grupos).Control de calidad (dimensiones cognitivas sociales, económicas, ambientales y políticas). |
Fuente: Gibbons et al. (1994). |
Estas ideas sugieren pensar en las posibilidades de la construcción de una sociedad y una economía basada en el conocimiento, en el marco de los países en desarrollo. Sin embargo, habría que tener en cuenta algunos argumentos críticos sobre estas formas de conceptualizar la producción de conocimiento.
Etzkowitz y Leydesdorff (2000) argumentan que el llamado Modo 2 no es nuevo, sino que es el formato original de la ciencia antes de su institucionalización académica en el siglo XIX.[3] Estos autores se preguntan por qué el Modo 1 ha surgido después del Modo 2, cuando la base organizacional e institucional original de la ciencia, consistía en redes o “colegios invisibles” que varios autores documentaron en los años setenta. Desde su punto de vista, el Modo 2 representa la base material del conocimiento científico; es decir, la forma como opera realmente, por lo que sus relaciones con la economía y la sociedad debieran ser naturales. El Modo 1, desde su perspectiva, es una construcción artificial para justificar la autonomía de la ciencia, especialmente en una etapa en la que ésta fue orientada a intereses militares, principalmente durante la segunda guerra mundial. Sin embargo, este modelo de “la mejor ciencia” ya no es aceptado por muchos como el único referente en la distribución de los recursos para la investigación. Los autores citados sostienen que la legitimación futura de la ciencia está en proveer una base para el desarrollo industrial y contribuir al desarrollo económico como una fuente de competencia regional e internacional.
Lo que se deriva de las argumentaciones de Etzkowitz y Leydesdorff (2000) es que nos encontramos en un proceso de vuelta al Modo 2, que se plasmaría en una fuerte integración entre las instituciones que generan y utilizan conocimiento con las estrategias de desarrollo económico y social. Este retorno al Modo 2 de alguna manera está implícito en las concepciones de sociedad del conocimiento y economía basada en conocimiento, en donde este último constituye una fuerza impulsora importante del desarrollo.
Distinción entre conocimiento, información e innovación
De acuerdo con Tylak (2002: 298) “el conocimiento es un concepto amplio cuyo alcance y fronteras son difíciles de definir”. Stehr (2001) define el conocimiento como la “capacidad de actuar”; es decir, como el “potencial de poner algo en movimiento”. Siguiendo la misma idea, David y Foray (2002: 9) afirman que el conocimiento dota a sus poseedores de la “capacidad de acción manual o intelectual”. La información, por otro lado, toma la forma de un conjunto de datos estructurados y formateados que permanecen pasivos hasta que son usados por quienes poseen el conocimiento necesario para interpretarlos y procesarlos.
Fritz Machlup (1980) fue uno de los primeros autores que trató de diferenciar información y conocimiento. Él usó el término información para referirse al acto o proceso por el cual el conocimiento (ya sea una señal o un mensaje) es transmitido, y definió el conocimiento como cualquier actividad humana eficazmente diseñada para crear, alterar, o confirmar en la mente humana (propia o de alguien más) una percepción significativa, comprensible o consciente (Brint, 2001). El concepto de conocimiento de Machlup es muy amplio y no se reduce sólo al conocimiento científico, tecnológico, intelectual o práctico. Lo anterior es importante porque hasta muy recientemente se pensó que únicamente la ciencia podía hacer contribuciones originales al conocimiento. Sin embargo, como se expondrá más adelante, el conocimiento que las organizaciones usan proviene de diferentes tipos de conocimiento (científico, tecnológico, legal, etc.), cuya integración crea algo único en la forma de innovación; tal conocimiento tiene carácter colectivo (que no resulta de la simple suma de piezas de conocimiento) y requiere comunicación (Saviotti, 1998a: 41).
Algunos economistas —principalmente aquellos situados en la perspectiva “neoevolucionista” o “institucionalista” (Dosi, 1996: 84)— también han distinguido entre información y conocimiento. La primera incorpora proposiciones bien sustentadas y codificadas acerca del “estado del mundo” (por ejemplo, “está lloviendo”), propiedades de la naturaleza (A causa B), o algoritmos explícitos sobre cómo hacer las cosas. Por su parte, el conocimiento incluye, según la definición de Dosi, los siguientes aspectos: 1) categorías cognoscitivas, 2) códigos de interpretación de la información, 3) habilidades tácitas y 4) solución de problemas.
David y Foray afirman que la distinción entre conocimiento e información se vuelve más clara cuando se analizan las condiciones en que se presenta la producción de conocimiento y la información. Así, mientras el costo de reproducir cantidades de información no implica más que el precio de hacer las copias, reproducir conocimiento es un proceso bastante más caro y complejo “porque la capacidad cognitiva no es fácil de articular explícitamente o de transferirla a otros” (David y Foray, 2002: 13).
Soete (2001) sostiene que la información tiene bastantes características de artículo de consumo, en tanto que el conocimiento es un concepto mucho más extenso que incluye no sólo “información codificada” sino también otras clases de conocimiento. Por ejemplo el conocimiento local; es decir, cercano a la tecnología de la firma (Nelson y Winter, 1982; Saviotti, 1998b); el conocimiento específico y acumulativo (Pavitt, 1984), o bien, el conocimiento tácito o codificado (véase más adelante: Polanyi, 1958; Teece, 1981; Nelson y Winter,