Aproximación histórica a la relación de la masonería . José Eduardo Rueda Enciso
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Tal parece que esa actitud fue común en otros orientes. Efectivamente, en España, entre 1870 y 1900, el Gran Oriente Español se fijó, como metas por realizar, la creación de nuevos orfanatos, aumentar el fomento de las relaciones con los poderes públicos y organizar un banco masónico, idea, esta última, que se concretó en 1892, cuando se fundó un banco concebido como sociedad anónima por acciones y con arreglo a las disposiciones del Código de Comercio.118 La nueva estrategia asumida por la masonería en la mayoría de los orientes fue objeto de mención por parte del papa León XIII en su encíclica de 1884:
Aunque hoy día dan ellos a entender que no quieren ya ocultarse en las tinieblas, aunque celebran juntas a la luz del día y a la faz del público y dan a la circulación sus periódicos, sin embargo, bien mirado todo conservan el carácter y las prácticas de sociedades secretas.
Hay en ellos todavía, en efecto, una especie de misterios que según su constitución, deben ocultarse con exquisita diligencia, no sólo a los extraños sino también a muchos de los propios asociados.119
Los masones colombianos trataron de mostrar, de socializar, su huella humanitaria, mediante obras de misericordia que aliviaran algunas calamidades públicas, promovieron entonces la ayuda a los hospitales y a los hospicios: “¿En qué objeto más santo podremos emplear nuestro celo masónico que en mitigar el llanto de esos niños que sin más crimen que el de haber nacido, en vano vuelven hacia todas partes sus secos labios en busca de un pecho que los alimente, puesto que la madre que los dio á luz los ha lanzado al azar por encubrir una falta ante la sociedad ó por satisfacer un crimen incalificable?”.120
Debido a ciertos acontecimientos de carácter internacional, la masonería tuvo que reenfocar algunos de sus principios y enunciados. En efecto, con la promulgación en diciembre de 1864 de la encíclica Quanta cura y del Syllabus, y posteriormente con la Multiples inter del 25 de septiembre de 1865, que excomulgaron y anatemizaron la masonería, denigraban de ella y llamaron a recelar de ella, tildándola de sociedad sin caridad de amor, enemiga de todo bienestar humano.121
En respuesta, la francmasonería, que por esos años mostraba un auge importante y una gran fuerza a nivel mundial, adoptó diversas estrategias para contrarrestar los apasionados términos con que era atacada, se reactivó entonces, si se quiere, el carácter filantrópico de la hermandad. Es decir, además de las airadas protestas de los masones en contra del Vaticano, especialmente de Giuseppe Mazzini y Andrés Casard, entre otros, se reactivaron algunos principios, quizás olvidados, y se impulsaron acciones humanitarias que demostraran
el amor de la masonería por el género humano, [sin abandonar] el progreso indefinido y sucesivo, de todas las manifestaciones de ser, bajo las bases de su existencia, promoviendo la solidaridad de los hombres y el bien, pues la obra natural de la masonería es el amor a la verdad, la justicia y la generosidad. La forma natural de la masonería, consiste en la bondad, en la moralidad, en vivir amando la verdad, practicando la justicia y el amor a Dios. El buen masón hace todo el bien que puede, por amor a su deber, y no solamente por que hayan leyes divinas o humanas que le ordenen hacerlo. No en vano corren a él los pobres y los oprimidos. El verdadero masón no sólo ama a su familia y a su patria, sino a todo el género humano, no sólo a los buenos sino también a los malos.122
Es así como entre la filantropía y la beneficencia se estableció una estrecha relación, pues la primera organizaba la vigilancia y protectorado de lo establecido por la segunda. Para ejercerla, los individuos de la Asociación Filantrópica, normalmente masones, se alternaban. No es entonces raro que en los primeros años en que funcionó la Junta General de Beneficencia los diferentes cargos de vigilancia y protectorado, como los del cuadro administrativo en los establecimientos dependientes, fueran ejercidos por masones.
Igualmente, se preocuparon por la educación. Es así como en la tenida del 4 de marzo de 1868, de la logia Propagadores de la Luz, se informó, por el caballero Ricardo Acevedo, que la logia Estrella del Tequendama había enviado una plancha “comunicando una resolución que adoptó escitando a este taller para que la acompañe en cooperar en la erección de una escuela de niñas hijas de artesanos pobres”.123 Proposición que fue acogida, y se acordó que la logia “se preocupará de preferencia en reunir todos los datos necesarios para saber con qué cuota mensual puede contribuir”.124
Para ultimar los detalles de organización, etc., se nombró
una comisión para que se ponga de acuerdo con la Respectiva Logia Estrella del Tequendama, respecto de las bases i organización que se piensa dar a la escuela proyectada de cuyo examen y resultado dará cuenta a este Taller. Luego que se obtengan los datos expresados se discutirá el proyecto de resolución presentado por el Caballero Ricardo Acevedo. La comisión que se nombre se dirigirá a todos los miembros de esta Respetable Logia, invitándolos a que contribuyan para el sostenimiento de la Escuela i de su resultado dará también cuenta.125
La financiación de tales actividades de beneficencia corrió por parte de los masones, a los que se les fijaba una cuota mensual. Por lo general, se proponía un proyecto concreto y conforme con su magnitud se acordaba la cuota correspondiente, y se nombraba un responsable. Es así como, el 26 de febrero de 1868, el médico y filántropo Juan de Dios Riomalo, en su carácter de secretario, comunicó a los miembros de la logia Estrella del Tequendama, mediante misivas personalizadas, que
esta Logia acordó, en tenida del 24 del mes en curso (febrero), fundar en Bogotá una escuela de primeras letras, contando con la cooperación de los masones residentes en este Oriente; i siendo vos (Anselmo Pineda) uno de los decididos amigos de la enseñanza, espera aquella fundamentalmente que corresponderéis al llamamiento que os hace, para que contribuyais con vuestro continjente a que se realicen entre nosotros los altos fines de la masonería, entre los cuales se distinguen la perfección de la vida humana i el ejercicio de la beneficencia.
Se solicita, pues, de vos cualquiera cuota mensual para sostenimiento de la escuela que se trata de establecer permanentemente. Si el monto de la suscripción sobrepasare de lo presupuesto para la ejecución del proyecto, se fundará otra u otras escuelas, o se destinara el sobrante a lo que mas urgentemente demande la beneficencia pública.126
Al pagar la cotización mensual, al masón cotizante se le extendía un recibo: “Recibo del Tesorero de la Logia Propagadores de la Luz a Anselmo Pineda por su cotización en el mes de diciembre de 1866. Un peso con cinco decimos”.127 En ocasiones, se promovían recaudaciones extras, normalmente para ayudar a un hermano: “La logia Propagadores de la luz Número 1, por intermedio de Constantino Guarnizo y Francisco Vanegas, el 4 de abril de 1867 fueron comisionados para colectar entre los h.h. que se encuentran en la ciudad alguna suma de dinero, con el objeto de auxiliar a nuestro muy querido hermano Francisco Villalba, que se halla postrado en cama careciendo de los recursos más necesarios para su subsistencia”.128
La fuente normal para fines humanitarios fue el tronco o saca de pobres o de la viuda, consistente en la colecta colectiva que al terminar la tenida donaban los miembros de la logia, por lo general la buena voluntad superó siempre las disponibilidades. Normalmente los beneficiados eran viudas, huérfanos, marginados y familias desvalidas, especialmente las menos favorecidas; masones, como en el caso de Villalba, que se hallaran necesitados, fueran o no de la propia logia; así mismo, fueron subvencionadas entidades benéficas no masónicas y otras actividades filantrópicas.129
Al igual que en los tiempos de la masonería neogranadina, cuando se presentaban catástrofes en otras