Aproximación histórica a la relación de la masonería . José Eduardo Rueda Enciso

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Aproximación histórica a la relación de la masonería  - José Eduardo Rueda Enciso Ciencias Humanas

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Magdalena y luego, río arriba, al resto del país.72

      Al presentarse los primeros brotes de cólera en Bogotá, la logia Estrella del Tequendama estuvo presta a socorrer a los enfermos: en agosto de 1850 envió un jugoso auxilio económico a los clérigos de Cartagena, producto de una colecta adelanta entre los efectivos.73 Cuando el mal llegó a Bogotá, la ciudad se hallaba totalmente desprotegida, al punto de que rápidamente se tuvo que habilitar una sala, conocida como de coléricos, en el Hospital San Juan de Dios, en cuyo auxilio económico participó igualmente la logia.

      Pese a que se había creado, a las carreras, una junta de sanidad, en la que participaron los miembros de la logia, poco se hizo para controlar la epidemia, a excepción de limpiar los muladares existentes en las orillas de los ríos San Francisco y San Agustín.74 Otra medida que se tomó fue que se ordenó el blanqueamiento inmediato de todas las fachadas de los edificios comprendidos en el área de la ciudad, y se recomendó que el blanqueamiento fuera hecho con cal por considerarla como materia aparente para desinficionar el aire. Operación que se ejecutó, por cuenta del peculio de los dueños y residentes, en los quince días siguientes a la expedición del respectivo decreto.75

      Durante los períodos en que se presentaron epidemias, tanto las sedes de las logias como los templos católicos quedaban disponibles para las prácticas de la caridad cristiana. Es así como, en 1849, en Cartagena, con ocasión de la epidemia de cólera, los masones que ejercían las profesiones de médicos o farmaceutas, en su mayoría de origen español, cuidaban gratuitamente a los enfermos, los templos masónicos se transformaron en improvisados hospitales.76

      Pese a los esfuerzos que se adelantaron, a mediados del siglo XIX, por prevenir y atacar las pandemias que se fueran presentando, flotaba en el ambiente cierto convencimiento de que faltaba más solidaridad, no existía una política pública para afrontar esas emergencias sanitarias. Es así como Camacho Roldán consideró que “esta falta de espíritu público, esta carencia de sentimientos de solidaridad, es uno de nuestros defectos nacionales, al que es un deber de todos, pero principalmente de los periodistas, buscar corrección”.77

      En Cartagena y en general en el Caribe colombiano, las relaciones de la masonería con la sociedad, especialmente con la Iglesia, fueron diferentes, pues allí hubo una colaboración permanente entre las logias, la Iglesia y las autoridades estatales; la élite cartagenera, ora liberal, ora conservadora, se vinculó a la hermandad; no se presentó, como si lo hubo en el centro del país, un agudo conflicto.

      En la Heroica, los médicos de la ciudad enfrentaron la pandemia, nos interesa destacar dos: Antonio Abad Tatis y Vicente A. García;78 el primero jugó un importante papel en el Oriente de Cartagena; al segundo, que seguramente también fue masón, se lo reconoce como un destacado médico filántropo, ya que jamás recibió remuneración alguna por sus servicios médicos, la fuente esencial de sus finanzas fue, como muchos otros médicos de la época, una botica o farmacia. García, en 1872, volvió a ponerse al frente de una nueva epidemia, esta vez de dengue, que nuevamente diezmó la ciudad.

      A comienzos de 1849, el presidente Tomás Cipriano de Mosquera contrató al médico Antonio Vargas Reyes para que diseñara una campaña tendiente a prevenir, evitar y contrarrestar las posibles pandemias de cólera. Materia en la que el eminente médico contaba con experiencia, dado que, como ya se mencionó, entre 1840 y 1841, junto con su amigo y colega Antonio Vargas Vera, apodado el Cabezón, habían desarrollado una eficaz campaña de vacunación contra la viruela, pero, además, Vargas Reyes tenía una excelente formación, adquirida en París, en el campo de la patología clínica.

      Efectivamente, entre 1842 y 1847, Vargas Reyes había permanecido en París, ciudad en la que perfeccionó y profundizó en sus conocimientos médicos, con especial énfasis en lo concerniente a la patología clínica. A su regreso a la Nueva Granada fue vinculado al Hospital San Juan de Dios y como catedrático de patología especial en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Bogotá, cargos que le permitieron emprender con ahínco el encargo presidencial. Experiencia que años después, en 1864, cuando una nueva epidemia de cólera atacó a Bogotá, fue definitiva para controlarla. En la revista La Gaceta Médica, fundada, en 1867, por él, publicó algunas reflexiones y conclusiones sobre el cólera, entre las que se destacan que la enfermedad era el resultado de las condiciones higiénicas de la vida urbana.

      Como se esbozará en subsiguientes páginas y capítulos, Vargas Reyes contribuyó a la cualificación de los estudios médicos en el país y en la constitución de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional en 1867, como también en la erección y funcionamiento de la Junta General de Beneficencia en 1869.

      Ahora bien, Vargas Reyes se vinculó, en 1850, junto con su colega Juan José Olarte, a la masonería, a la logia Estrella del Tequendama N° 11 de Bogotá, constituyéndose, quizás, en los primeros galenos que se afiliaron a la renacida masonería en la capital del país. Ambos, junto con otros médicos que se afiliaron a la hermandad bogotana,79 y al igual que otros galenos de otras latitudes del planeta, entendieron que, a través de la beneficencia, la medicina tenía una forma de proyección social.80

      Pero en ello medió mucho que, entre los principios generales de la masonería, además de los derechos del hombre y del ciudadano, estaban los de la separación de la Iglesia y el Estado; el matrimonio y el registro civil; la secularización de los cementerios, de la enseñanza y de la beneficencia.81

      Es necesario enfatizar que la vinculación de los médicos a la masonería bogotana, como de otros lugares de la nación, fue relativamente importante. De una selección de 356 personajes (ver anexo 3), casi todos influyentes en diferentes aspectos de la vida social, económica, política y cultural, entre 1845 y 1886, se puede ver un resumen en la tabla 1.1.

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      Lo que gráficamente se ilustra en las figuras 1.1 a 1.4.

       Figura 1.1. Personajes, 1845-1886

       Figura 1.2. Personajes 1845-1886 en porcentajes

       Figura 1.3. Profesionales masones

      

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