El comportamiento administrativo. Herbert Alexander Simon

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El comportamiento administrativo - Herbert Alexander Simon

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relación específicamente con el contenido de los hechos y valores, Simon fue aún más categórico y dijo: “Para mí, aún mucho más inquietante que no poder descubrir más sobre las premisas en las que el señor Waldo basa su argumento, es exteriorizar falsa una de las premisas cruciales. Nadie que haya estudiado seriamente los escritos del positivismo lógico o mi propia discusión de hechos y valores en El Comportamiento Administrativo, podría atribuirnos la proposición de que hay ‘decisiones de valor’ y ‘decisiones de hecho’. Las frases ‘juicio de valor’ y ‘juicio de hecho’ son utilizadas en la página 5 de El Comportamiento Administrativo en un contexto que indica claramente para cualquier lector escrupuloso que el término ‘juicio’ se refiere a un elemento de decisión, no a una decisión en su totalidad; y si ese pasaje se rotula oscuro, la dilucidación resulta fácilmente alcanzable en la elaboración del tema en el Capítulo III. No intentaré aquí rehacer el interrogante hecho-valor. El capítulo de El Comportamiento Administrativo recién mencionado trata el problema en extensión y citas referenciales adicionales para los intelectuales curiosos. Para el bien de aquellos que no han examinado la literatura, pero que están siendo confundidos por las caricaturas del positivismo apreciado en la teoría política contemporánea, me gustaría, sin embargo, rescatar brevemente la esencia inconmovible de este tema”. Luego agregó, de modo irónico y sarcástico: “La explicación es intentada para apelar a quienes les sean familiares los rudimentos de la gramática del inglés y la naturaleza de la constatación lógica” (Simon, et al., 1952).

      Sus conclusiones no fueron menos ácidas. Dijo: “Aparte de si son correctas o incorrectas las premisas del señor Waldo, no veo cómo podemos progresar en filosofía política si continuamos pensando y escribiendo en el indolente, literario y metafórico estilo que él y otros teóricos políticos adoptan. El estándar de falta de rigorismo que se evidencia en la teoría política no recibiría un diploma en un curso elemental de lógica, aristotélica o simbólica. Si los filósofos políticos desean preservar la democracia de quienes ellos consideran aburridas termitas del positivismo, sugiero que como primer paso adquieran una conveniente habilidad técnica en análisis lógico para atacar al positivismo en su mismo campo. Muchos de los positivistas y empíricos de mi conocimiento estarían gustosos de recibirlos mucho más como aliados en la búsqueda de la verdad que como enemigos” (Simon, et al., 1952).

      Al finalizar la década (1959), manifestó: “Las decisiones de la vida real circunscriben algunos objetivos o valores, algunos hechos acerca del contexto y algunas inferencias hechas desde los valores y los hechos. Los objetivos y valores pueden ser simples o complejos, consistentes o contradictorios; los hechos pueden ser reales o supuestos, basados en observaciones o por reporte de otros; los intereses pueden ser válidos o espurios. El proceso completo puede ser visto, metafóricamente, como un proceso de ‘razonamiento’, donde los valores y los hechos sirven como premisas y la decisión, que es finalmente derivada, es inferida de esas premisas. La analogía de la toma de decisiones con el razonamiento lógico es solo metafórica, porque existen precisas diferencias de reglas en los dos casos, que determinan cuáles constituyen premisas y modos admisibles de inferencia ‘válidos’. La metáfora es utilizada porque nos conduce a tomar las premisas de decisión individuales como una unidad de descripción, en lugar de tratar con el completo entretejido de influencias que implica una decisión individual –pero sin ser rodeada por las suposiciones de racionalidad que determina la teoría clásica de la elección” (Simon, 1959.a).

      En la década del sesenta, no hubo muchos aportes al tema de los hechos y valores por parte de Simon. En 1966, en un artículo que nunca publicó, expresó: “Una ciencia de la decisión, por supuesto, no podrá cambiar intereses en conflicto en conflictos paralelos; no podrá tornar gratis los recursos escasos; no podrá decirnos qué valores finales perseguir; en definitiva, no podrá proveer o sustituir aquello que es el verdadero corazón del proceso político, la preservación de valores e intereses diversos en una sociedad compleja. Si nos lo son dados, sin embargo, más realistas serán nuestras estimaciones de las consecuencias de nuestras elecciones, ayudándonos a sobrellevar el proceso de una manera más humana y hacia fines más humanos” (Simon, 1966.f).

      Si bien esta década encuentra a Simon en otras líneas de investigación (cognición y motivación), siempre en sus escritos existen menciones a la esencia de esta obra. En 1967, expresó: “Este artículo ha propuesto una relación entre la motivación y el comportamiento emocional y el procesamiento de información del comportamiento del hombre. La teoría explica cómo un procesador de información básicamente interactivo, dotado de múltiples necesidades, se comporta adaptativamente y sobrevive en un entorno que presenta amenazas y oportunidades imprevisibles. La explicación es construida sobre dos mecanismos centrales: (1) Un mecanismo de fin último posibilita al procesador satisfacer generalmente un objetivo (aunque quizás muy complejo) a la vez y la acción culmina cuando la situación satisfactoria ha sido alcanzada. (2) Un mecanismo de interrupción, esto es, emoción, que le posibilita al procesador responder a una urgente necesidad en tiempo real” (Simon, 1967.a).

      En la década del setenta, tampoco fue muy fértil en el tema. En su famosa pelea académica con Argyris, en 1973, respecto del tema escribió: “Si el hombre es un animal social como creo que es, entonces las instituciones sociales en las cuales vive lo cambian. Las actitudes, valores, hábitos que él adquiera determinan, a su tiempo, cómo se comportará en el contexto de esas instituciones” (Simon, 1973.e). En 1976, publicó la tercera edición de El Comportamiento Administrativo, pero no hace ningún nuevo comentario respecto al tema (Simon, 1976.a).

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