Obediencia imposible. Eduardo Wolovelsky
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El decreto
El 24 de marzo de 2020, en Argentina se recordaba, tal como viene sucediendo cada año desde el retorno a la democracia, el más cruento golpe cívico-militar de su historia. Ocurrido en 1976, estuvo marcado por secuestros, torturas y desapariciones. Pero la gran paradoja, esta vez, era que el acto de la memoria sobre aquel hecho ocurría con calles desiertas y desde el refugio de algunos balcones o en el reflejo de las pantallas televisivas. Tan solo unos días antes, el presidente de la nación había firmado un decreto que obligaba a toda la población a quedar confinada en sus casas o en el lugar donde se hallase, sin importar ni la propia suerte ni la de quienes estuvieran esperando regresar. Repentinamente, se había hecho realidad el Estado policial descripto en el cuento “El peatón”, de Ray Bradbury, donde caminar por las calles es un acto criminal.
Para entender la lógica puesta en juego como justificativo del estado de excepción exigido por el documento presidencial, es significativo considerar algunos párrafos singulares del texto en cuyos pliegues se ocultan confusas falacias. Tal vez podamos entender mejor los sucesos ocurridos a lo largo de todo un año y pensar el futuro por venir a la luz de lo dicho en los dobleces de las palabras, más allá de las buenas intenciones manifiestas.
En el documento dado a conocer en el Boletín Oficial el 20 de marzo, se afirma:
Que con fecha 11 de marzo de 2020, la ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (oms) declaró el brote del nuevo coronavirus como una pandemia, luego de que el número de personas infectadas por covid-19 a nivel global llegara a 118.554, y el número de muertes a 4.281, afectando hasta ese momento a 110 países.
[…]
Que la velocidad en el agravamiento de la situación epidemiológica a escala internacional, requiere la adopción de medidas inmediatas para hacer frente a esta emergencia.
Que, a pesar de las medidas oportunas y firmes que viene desplegando el Gobierno Nacional y los distintos gobiernos provinciales y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desde el primer caso confirmado en la Argentina, el día 3 de marzo de 2020, se han contabilizado NOVENTA Y SIETE (97) casos de personas infectadas en ONCE (11) jurisdicciones, habiendo fallecido TRES (3) de ellas, según datos oficiales del MINISTERIO DE SALUD brindados con fecha 18 de marzo de 2020.
Que nos encontramos ante una potencial crisis sanitaria y social sin precedentes y para ello, es necesario tomar medidas oportunas, transparentes, consensuadas y basadas en las evidencias disponibles, a fin de mitigar su propagación y su impacto en el sistema sanitario.
Que, toda vez que no se cuenta con un tratamiento antiviral efectivo, ni con vacunas que prevengan el virus, las medidas de aislamiento y distanciamiento social obligatorio revisten un rol de vital importancia para hacer frente a la situación epidemiológica y mitigar el impacto sanitario del covid-19.1
Detengámonos en estos párrafos para analizarlos, sin pretender que aquello que digamos aquí deba ser considerado como la más certera de las afirmaciones, aunque sí esperamos que abra un debate que debió haber tenido lugar. El texto comienza ubicándonos en un contexto en el cual la Organización Mundial de la Salud (oms), cuyo accionar ha sido más que cuestionable, declaró al covid-19 como una pandemia, mientras se informaba que en numerosos países ocurría un aumento de “casos” de personas infectadas con el virus sars-cov-2. Se afirma en el documento gubernamental que nos encontramos ante una “potencial crisis sanitaria y social sin precedentes”, y aquí comienza una retórica que se desliza hacia el borde del abismo. Se habla de crisis sin precedentes, pero ¿qué es exactamente lo que tal cosa quiere decir?
Una afirmación similar hizo el Imperial College de Londres en uno de los documentos especulativos más vergonzosos de la ciencia del siglo xxi, en el cual se anticipa un escenario comparable al de la gripe española (entre 50 y 100 millones de muertos en una población mundial de 1.800 millones de personas). ¿Se razona en el decreto presidencial de la misma forma? El argumento precautorio, por el cual se toman medidas ante un potencial suceso al que se le otorga una gravedad de la que no se tiene evidencia cierta, no es neutro en sus consecuencias negativas. Por lo tanto, la excesiva cautela se vuelve cuestionable. Vulgarmente podríamos contraponer el dicho “más vale prevenir que curar” contra aquel que dice “es peor el remedio que la enfermedad”. Por lo general, en la vida diaria suponemos que ciertas normas de cuidado que limitan nuestra acción no implican por ello daño alguno, lo cual no es enteramente cierto, pero las adoptamos por el beneficio que nos dan y porque el perjuicio parece aceptable. En el tema que tratamos, tal como quedó demostrado, las medidas de precaución vinculadas a la incidencia que pudiera tener el covid-19 se hicieron a costa de desconocer otros graves y profundos males que terminaron ocurriendo, aunque algunas de sus consecuencias solo serán percibidas en los años futuros.
Cass Sunstein, abogado e investigador estadounidense, ofrece un argumento significativo no solo sobre la ineficacia de las acciones que se proponen bajo el principio de precaución, sino también acerca de los daños y perjuicios que se silencian y cómo se logra este disimulo:
El verdadero problema del principio de precaución en sus formas más estrictas es su incoherencia; pretende brindar una guía pero no lo logra, porque condena los pasos mismos que requiere. La regulación que exige el principio siempre da lugar a riesgos propios y, por ello, el principio prohíbe lo que a la vez exige. Por tanto, apunto a cuestionar el principio de precaución, no porque conduzca a direcciones equivocadas, sino porque, si se considera que sirve de algo, no conduce a ninguna parte. El principio amenaza con ser una regulación paralizadora y prohibitiva, una inacción, más todo lo que hay en el medio. Proporciona ayuda si solo hacemos oídos sordos a muchos aspectos de situaciones relacionadas con el riesgo y nos concentramos en un estrecho subconjunto de lo que está en juego. Esta clase de sordera voluntaria es lo que hace que el principio parezca ofrecer una guía y tendré bastante que decir acerca de por qué las personas y las sociedades son selectivas en sus temores.2
Por otra parte, hay una singular ingenuidad cuando se afirma que, “a pesar de las medidas oportunas y firmes”, se han contabilizado 97 casos de infección y 3 fallecidos. Pareciera que hubiese existido la perspectiva de que con medidas draconianas se podía eliminar la presencia de un virus respiratorio de contagio aéreo. Tal cosa no es posible. La ilusión que se despliega en este párrafo llama particularmente la atención, ya que muchas veces fue refrendada bajo la cita repetida hasta el hartazgo de que Nueva Zelanda afirmaba haber “desterrado” el virus. Véase un mapa y se podrá deducir de forma inmediata lo torpe que es esta comparación.
El decreto presidencial continúa con la siguiente y problemática afirmación:
Que, teniendo en consideración la experiencia de los países de Asia y Europa que han transitado la circulación del virus pandémico sars-cov-2 con antelación, se puede concluir que el éxito de las medidas depende de las siguientes variables: la oportunidad, la intensidad (drásticas o escalonadas), y el efectivo cumplimiento de las mismas.3
Resulta un tanto singular la manera en que se referencia a los países de Asia y Europa como forma de justificar las decisiones tomadas.
En primera instancia, consideremos la mención de Asia, porque allí parece confundirse a todo un continente con una nación: China. Solo a modo de ejemplo, observemos que ni Japón ni Corea del Sur estaban tomando medidas de aislamiento social (confinamiento masivo). India lo hizo a partir del 24 de marzo y lo extendió hasta junio. Los resultados fueron decepcionantes, tal como lo enuncia el periodista Shuriah Niazi: “Pese al estricto confinamiento y el enorme costo económico que este tuvo, la propagación del mortal virus no se detuvo, todo lo contrario, el virus continuó esparciéndose desenfrenadamente por todo el territorio indio”.4