Eternamente. Angy Skay
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Читать онлайн книгу Eternamente - Angy Skay страница 14
Me mira y abre los ojos como platos.
—¿Por qué pareces el susurrador de El gato con botas? —susurra ella también.
Pongo los ojos en blanco y me pego más a ella. Se queda quieta y abre aún más los ojos.
—Tenemos una cámara encima de nuestras cabezas.
Creo que los ojos están a punto de salírsele de las cuencas. Empiezo a buscar los botones para ir a algún sitio, pero ¿qué coño…?
—¿En qué puedo ayudarlas?
Pegamos a la vez un bote del susto que acaban de meternos. El ascensor… ¡no tiene botones! Brenda y yo nos quedamos mirándonos, y ella me hace un gesto para que diga algo. Por un momento, creo que va a entrarle un tic de tanto torcer la cabeza.
—Eh… —Me aclaro la garganta—. Veníamos a ver al señor Darek.
Brenda me da un codazo y yo la miro de malos modos.
—¿Estás loca? —susurra en mi oído.
—Cállate, que van a pillarnos —la regaño, pegándole un pellizco.
Salta de dolor y oímos cómo la señora que está en el interfono nos dice:
—Enseguida.
Bien. No sé a dónde vamos, pero si es a ver al señor Dark, por fin le pondré cara.
El ascensor sube. Llega un momento en el que no sé cuándo narices llegaremos. Estoy empezando a ponerme nerviosa.
—¿Quieres parar de retorcerte las manos? —le digo con genio.
—¡Ay, Any!... Que yo no valgo para trabajar en la CIA, por eso soy cajera. Acojonada sería poca comparación respecto a cómo me encuentro ahora mismo.
Me es inevitable soltar una carcajada monumental. Ella me escruta con cara de querer matarme, pero a mí me es imposible dejar de reír.
Las puertas del ascensor se abren y se me corta la respiración cuando veo a un hombre delante de nosotras.
—Dios mío… Vamos a morir… —susurra Brenda.
El tipo nos mira con mala cara. Lo curioso es que no podemos salir del ascensor, puesto que está justamente delante de nosotras.
—Disculpe… —me atrevo a decir.
—¿Qué quieren? —nos pregunta de malas maneras. Tiene un acento un poco ruso.
Brenda se pega más a mí y, a decir verdad, creo que está escondiéndose detrás.
—Queríamos ver al señor Darek —le contesto de igual forma.
—Ahora mismo no puede atenderlas. ¿Qué querían?
Antipático…
—Esto es una empresa de construcción, ¿no? —ironizo, levantando una ceja.
—Así es —me responde tajante.
—Bien, pues quiero un presupuesto para una construcción, y me gustaría hablarlo con él directamente.
El hombre me examina de los pies a la cabeza. ¡Vaya educación! Asiente y se hace a un lado para que podamos salir del ascensor.
—Esperen aquí —nos invita, ordenándonos más bien.
Nos hace pasar a una sala con cuatro sillones negros. Las paredes son lisas, de madera oscura, como el pasillo central de abajo. No hay nada colgado en ellas, ni títulos ni cuadros. Nada.
—Este sitio da mucho miedo —me dice Brenda.
—La verdad es que sí.
Es cierto, da pánico. No me siento, y Brenda creo que lo hace porque, si no, caería al suelo redonda. No sé por qué, pero mi cabeza se gira en ese preciso momento y miro hacia la puerta. Veo salir de una de las puertas de al lado de nosotras a… ¿Liam? ¿Liam, el hombre de confianza de Bryan? ¿Liam, el que está de segurata en mi casa?
Oh, oh…
Salgo como una polvorilla al pasillo y Liam me ve cuando, justamente, va a coger el ascensor. Noto cómo se pone un poco nervioso. Mira a ambos lados y me coge del codo para meterme en la habitación donde está Brenda. Yo me sobresalto. ¿Qué maneras son estas? Brenda se pone de pie como movida por un resorte. Me desembarazo de él.
—¿Se puede saber qué haces? —le digo enfadada.
—¿Se puede saber qué hace usted aquí? Como el señor Summers se entere…
Se me enciende una bombilla.
—¿Qué pasa si el señor Summers se entera?
Para que vea que no me intimida, me estiro un poco más hasta ponerme de puntillas y alzo mi cabeza. Se da cuenta de que acaba de cometer un error. Lleva unos papeles, y me dan ganas de arrancárselos de la mano. Él se percata del gesto y echa su mano hacia atrás para esconderlos de mi mirada. Brenda lo ve y me mira. Yo la observo de reojo; se da cuenta también.
—Salga de aquí inmediatamente si no quiere tener problemas, Annia.
—¿Y si no quiero? ¿Vas a obligarme?
Liam empieza a desesperarse. Creo que va a comerse todo, el pobre hombre. Está poniéndose muy nervioso, y ese es un síntoma muy raro en él. En el tiempo que he podido observarlo, he averiguado que no es una persona insegura, y ni mucho menos le tiembla el pulso ante nada.
—Any, por favor, hacedme caso. Salid de aquí inmediatamente. Esto… Esto no es… —No encuentra las palabras adecuadas.
Me asombra que me llame por mi diminutivo.
—No es una empresa de construcción… —termino yo la frase por él.
Liam cierra los ojos y se pasa una mano por la cara, desesperado. No quiero que nos ocurra nada, y mucho menos a Brenda. Además, creo que su cara acaba de cambiar a un blanco transparente.
—¿Por dónde salimos? El ascensor no tiene botones.
Levanta la cabeza y parece aliviado. Brenda suelta todo el aire que contenían sus pulmones. Al final, se desmayará; estoy viéndolo.
—Venid, rápido.
Liam nos conduce por otro pequeño pasillo y, cuando estamos más o menos en el final, pasa una tarjeta por la ranura de una puerta y esta se abre. Acabo de darme cuenta de que todas las puertas tienen el mismo modo de abrirse.
—Lleguen hasta abajo del todo por las escaleras. Cuenten las plantas, hay doce realmente. Salgan por la única puerta que hay en el número doce. No se paren y salgan cuanto antes de aquí.
—¿Doce? Si yo he visto diez. ¿Cómo va a haber doce?
Me mira y ve