Eternamente. Angy Skay
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Читать онлайн книгу Eternamente - Angy Skay страница 15
Cuando estamos por la planta seis, si no me equivoco, oigo una voz que me es familiar. Me freno en seco y Brenda me mira asustada.
—Any, ni lo sueñes. No se te ocurra abrirla, no sabemos quién hay. ¡Dios mío! ¿Estás loca? —dice histérica—. Ese tío parecía que estaba salvándonos del corredor de la muerte. Vámonos, por favor.
Tira de mi brazo, pero mis pies se quedan clavados en el suelo.
—Escúchame. —La sujeto de los hombros. Ella niega frenéticamente con la cabeza—. Solo será un pequeño vistazo. Tú agarras la puerta y yo miro por encima.
—Any, no. Ni se te ocurra. —Niega sin parar—. No sabes qué cojones es esto ni quién puede haber dentro. No entres.
Asiento con la cabeza. Ella niega de nuevo.
—Agarra la puerta y no te vayas sin mí. No me dejes sola, Brenda —le pido.
Abro la puerta. Hay un pasillo pequeño con el mismo estilo que el de la entrada. Tiene dos puertas, y una de ellas está medio abierta. La otra está cerrada a cal y canto. Contemplo a Brenda durante un segundo y me parece ver que está llorando. «Son los nervios», me digo a mí misma.
Justamente, donde está la puerta abierta, hay una especie de esquina donde puedo esconderme un poco. Se oyen voces. Veo algo, aunque muy poco. Sin embargo, mi boca llega al suelo cuando me fijo bien y logro visualizar lo que tengo delante.
La única pared que se ve es la que está justo enfrente cuando abres la puerta. Está llena de fotografías. Mis ojos enfocan una en particular. ¡No puede ser! Son… Son… Brenda y Ulises.
En ella se ve que van agarrados de la mano, andando por alguna especie de avenida. Cuento unas veinte fotos más de ellos pegadas con celo en la pared. Al lado hay un montón más, pero no consigo distinguirlas. Habría que abrir la puerta solo un poquito más. Miro a Brenda durante un instante. Empieza a menear la cabeza de un lado a otro al intuir mis intenciones. En el momento justo en que mi mano va a empujar la puerta un poco, la escucho susurrar:
—No lo hagas, Any, no lo hagas. ¡Vámonos!
No le hago caso ni miro hacia atrás, pero veo una sombra cruzarse e, inmediatamente, me escondo detrás de la pared de enfrente. Alguien sale de la habitación. Brenda cierra la puerta casi entera y me mira con los ojos como platos. Veo miedo en ellos. ¡Joder! ¡Van a pillarme!
La persona que sale de la habitación comienza a andar en dirección contraria a la mía y, entonces, suelto todo el aire que tengo en los pulmones. Hasta que, de repente, noto cómo se para. ¡Mierda! Por suerte, a los pocos segundos, reanuda su marcha.
En ese instante, jadeo una exclamación cuando mi móvil empieza a sonar. Comienzo a tocar todos los botones habidos y por haber hasta que consigo silenciarlo. ¡Mierda, mierda y más mierda! Corro como si el mismísimo diablo me persiguiera y llego a la puerta donde Brenda está mirándome, exasperada. No vuelvo la vista hacia atrás en ningún momento, pero sé que me han visto. Brenda no tarda en confirmármelo:
—¡Dios mío, Any! ¡Te han visto! ¡Te han visto!
—¡Cállate y corre!
Pánico. Mi cuerpo empieza a experimentar el pánico de manera atroz.
Corremos escaleras abajo, saltando varios peldaños a la vez. Cuando nos queda una planta para llegar a la salida, Brenda tropieza y se cae al suelo, pegándose un fuerte golpe en la barbilla, la cual empieza a sangrarle. Rápidamente, subo para ayudarla a levantarse.
—¡Jodeeerrr!
—¡Brenda! ¿Te encuentras bien? —Rauda, la cojo del brazo para que se levante. Oigo cómo se abre una puerta en la planta de arriba. ¡Mierda!—. Brenda, tenemos que irnos. ¡Corre! —Al levantarse, pega un chillido de dolor y la miro asustada—. ¿Qué pasa? ¿Qué te pasa? —le pregunto histérica.
—Creo que me he hecho algo en el tobillo. Joder, cómo me duele —se queja. Cojea al andar.
Cuando escuchamos a alguien bajar las escaleras tranquilamente, ambas nos miramos. Por inercia, salimos disparadas. Brenda se agarra de mi brazo y salimos lo más rápido posible de allí. En cuanto veo la puerta, me tiro hacia ella sin pensar en nada más. La traspasamos, y menos mal que lo que encontramos es la calle. Estamos en un callejón trasero, pero enseguida veo la gran avenida y la cafetería en la que estábamos antes. Nos alejamos a toda prisa de allí. Cuando llegamos a la avenida, me giro un instante y no puedo evitar sentir que alguien está clavándome los ojos.
La barbilla de Brenda no para de sangrar. Creo que se ha partido el labio.
—¿Estás bien? Tenemos que ir a un hospital inmediatamente.
Ella asiente. Nos dirigimos al coche con premura.
Todo esto me ha hecho reflexionar. De camino al hospital, la culpabilidad me invade de una manera horrible. Me cuesta hasta respirar.
—Brenda, lo siento… —susurro.
—Eh, eh. No ha sido culpa tuya que me cayese.
La miro durante un instante mientras esperamos que el semáforo se ponga en verde.
—Si yo no hubiera insistido…
—No pasa nada, todo tiene remedio. Pero tienes que prometerme que dejarás de meter las narices en todo esto. Si Bryan te ha dicho que está todo bien, confía en él.
Suspiro.
—Sé que llevas razón y que soy una imprudente. Pero son tantas dudas… Lo de Anthony, lo de Bryan… Sé que, aunque él me diga que todo está bien, no es así. Pero no pienso ponerte más en peligro por mis problemas.
—No es solo ponerme en peligro a mí. Tampoco puedes ponerte en peligro tú.
Está en lo cierto. Tendré que empezar a confiar más en Bryan. No quiero ni imaginarme qué habría pasado si nos hubieran cogido cotilleando en medio de los pasillos.
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