Eternamente. Angy Skay
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Eternamente - Angy Skay страница 5
—¿Y bien? ¿No piensas decirme nada?
Apoya su frente en la mía y suspira levemente.
—¿Qué quieres que te diga? Tú debes saber valorar tus actos y lo que haces.
Me separo de él, dándole un suave empujón hacia atrás.
—Sé perfectamente por qué lo he hecho. Quizá sea porque es la única manera de saber lo que tú te niegas a contarme. —Lo miro desafiante.
Coge uno de mis brazos y tira de mí para acercarme a él.
—¿Has encontrado algo relevante? —Niego con la cabeza—. No tienes que preocuparte de nada. Son cosas de mi pasado y, créeme, es mejor que se queden en el pasado. Ya no tiene importancia —me asegura, pegado a mi boca.
—Tú conoces el mío de pies a cabeza. Tú y medio mundo —refunfuño.
—Any, déjalo estar, no merece la pena.
Roza sus labios con los míos; ya está intentado desviar el tema.
—Bryan…
—Mmm… —murmura sin despegarse de mi cuello.
Agarra mis nalgas y las estruja, elevándome. Enrosco mis piernas alrededor de su cintura y me restriego un poco contra él. Gime pegado a mi oreja cuando noto en mi muslo su enorme erección lista para entrar en acción. Mete su mano derecha hábilmente por la parte baja de mi bikini y la posa en mi sexo. Arqueo mi espalda cuando aprieta mi clítoris, lo que hace que nos movamos hacia delante y que perdamos un poco el equilibrio.
—¿Quieres hacer el favor de ser más disimulada?
Encima se guasea de mí.
—¿Quieres hacer el favor de ser menos atrevido?
Me mira como si estuviera enfadado. Pero no lo está; solo quiere parecerlo. Levanta una de las comisuras de sus labios, gesto que me dice que va a reírse. Sin embargo, mi cara cambia cuando noto su ancha cabeza en la entrada de mi sexo.
—No me perdería por nada del mundo tus caras, cielo.
—Eres un degenerado.
—Y tú una provocadora.
Mi vista se separa de los bonitos ojos de mi adonis y me encuentro con el otro adonis al que llevo evitando un mes a los pies de la piscina y con los brazos cruzados en el pecho. ¿Qué hace aquí?
3
—Ejem…
Ese ruidito sale de la garganta de Max para indicarnos claramente que está ahí. Me separo un poco de Bryan. Él levanta la cabeza, pero no se menea del sitio.
—¡Ey! —lo saluda efusivamente Bryan. Sin embargo, al ver la cara que trae el otro, arruga el entrecejo—. ¿Qué pasa, Max?
Max me mira a mí, luego a Bryan, y dice seriamente:
—Hola, Bryan. Tenemos que hablar. Es urgente.
Se da la vuelta en dirección a la casa y yo me quedo a cuadros en la piscina. «¿Hola, Bryan?». Creo que la decepción es palpable en mi rostro. Bryan me mira, entendiendo mi cara y mi malestar. Se separa de mí un poco y me recoloca la parte baja del bikini. Él hace lo propio y me da un beso.
—Deberíais hablar. No es bueno para nadie que estéis así.
—Yo no tengo nada que hablar con él —le digo enfadada.
—Me parece que sí, amor —insiste, dándome otro beso, ahora en la mejilla, y sale de la piscina.
Cuando va subiendo las amplias escaleras, por un momento me permito olvidarme de todo y ver a la perfección las líneas de su espalda. ¡Jesús! Su musculatura es irresistible. Sus músculos se definen tan duros como el acero, y la vista que tengo desde mi posición no podría ser mejor. Gozaría lamiéndole la espalda desde el cuello hasta el coxis cien mil veces.
Parece que me lee el pensamiento, pues gira la cabeza, me mira y sonríe, haciendo que todos los músculos de mi cuerpo se contraigan, especialmente los de mi parte baja.
—¿Debería pensar en voz alta, señor Summers? —le pregunto pícara.
—No estaría mal, pero le quitaría la gracia.
—¿Y eso por qué? —Arqueo una ceja, temiéndome la respuesta.
—Me gusta ver la cara que pones cuando te pillo en medio de pensamientos… De esos que nos gustan a ambos.
Enarco más la ceja, si es posible, y él vuelve a sonreír, pero esta vez se ríe con ganas. Se marcha negando con la cabeza y con un gran bulto en medio de las piernas.
—Esto —señala su paquete— es por tu culpa. Ya hablaremos después…
Le sonrío como una niña buena y salgo de la piscina. Me seco el pelo, me pongo un vestido largo, cojo a las dos pequeñas, que están en el parque cuna, y me voy a buscar a Brenda.
—¿Brenda? —la llamo desde la habitación.
Al ver que no me contesta, decido entrar para llamarla por si está durmiendo, pero cuando entro, tengo que taparme los ojos corriendo.
—Lo siento, lo siento —me disculpo.
—¡Any, joder! —grita Ulises del susto.
Brenda se incorpora ipso facto de la cama y empieza a reírse como una descosida.
—Brenda, venía a decirte que voy a ir con las niñas a la playa a dar un paseo. ¿Quieres venir?
En medio de un ataque de risa, consigue contestarme:
—Cla…, claro.
—Bien, te espero abajo. Lo siento de nuevo, Ulises.
—Tampoco ha sido tan grave —me contesta como si nada.
Negando con la cabeza por mis pensamientos, bajo las escaleras. Brenda tenía razón: está bien dotado el amigo. Me río como una tonta.
Cuando llego abajo, giro a la derecha para coger a las niñas, que las he dejado un segundo en el salón, y me estrello contra Max justo cuando sale de una de las habitaciones de la casa. Me separo de él poniendo mis manos en sus hombros para recuperarme del golpe que acabo de darme.
—¿Estás bien? —me pregunta más frío que el hielo.
—¿Te importa? —le contesto sarcástica.
Me mira. Yo le devuelvo la mirada sin amilanarme, pero no contesta. Simplemente, me esquiva por el lateral y se marcha. ¡Esto es increíble! Me quedo con cara de estúpida en medio del pasillo. Al fondo, veo a Bryan asomado por una de las puertas. Niega, y al ver el estado en el que me he quedado, se dirige hacia mí.
—¿Estás