La narración de Arthur Gordon Pym . Edgard Allan Poe
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Sabía ya que se había producido algún tipo de accidente y que estaba en el agua, aunque tenía la boca por encima de la superficie y podía respirar con cierta libertad. Es probable que en este momento la cubierta fuese a la deriva empujada por el viento arrastrándolo a él, que flotaba sobre su espalda. No hay duda de que siempre y cuando lograse mantener esta posición, habría sido imposible que se ahogara. Al cabo, una nueva oleada lo levantó atravesándolo sobre la cubierta y él luchó por mantener aquella posición, mientras lanzaba gritos de auxilio a cada poco. Justo antes de que el señor Henderson lo descubriera, el agotamiento lo había obligado a relajar la fuerza con la que se agarraba y, al caer de nuevo al mar, se dio por perdido. Durante todo el tiempo que duró su extenuante lucha, no se acordó ni por asomo del Ariel ni de ninguno de los acontecimientos relacionados con el origen de aquel desastre. Una vaga sensación de terror y desesperación se había apoderado de sus facultades por completo. Cuando al fin lo rescataron, su capacidad mental lo había abandonado por completo, y como dije antes, tuvo que pasar casi una hora tras su llegada a bordo del Penguin antes de que tomara plena conciencia de su estado. Por lo que a mí respecta, lograron reanimarme y sacarme de un estado muy próximo a la muerte (después de que hubieran probado por todos los demás medios en vano durante tres horas y media) con unas vigorosas friegas que me dieron con paños de franela impregnados en aceite caliente –procedimiento que sugirió Augustus–. La herida del cuello, a pesar de su mal aspecto, resultó ser de escasa importancia y pronto me recuperé de sus consecuencias.
El Penguin llegó a puerto sobre las nueve de la mañana, tras haberse topado con uno de los temporales más fuertes que jamás hayan azotado Nantucket. Tanto Augustus como yo logramos presentarnos en casa del señor Barnard a tiempo para el desayuno que, por suerte, se sirvió algo tarde debido a la fiesta de la noche anterior. Supongo que todos los que estaban sentados a la mesa se encontraban demasiado cansados como para reparar en el aspecto agotado que nosotros presentábamos y que, por supuesto, no habría escapado a un escrutinio más estricto. Aunque los estudiantes son capaces de obrar milagros cuando de engañar se trata y de verdad estoy convencido de que ni uno solo de nuestros amigos de Nantucket tenía la más mínima sospecha de que aquella historia tan terrible que iban contando por la ciudad algunos marineros –que habían abordado un velero y que treinta o cuarenta pobres diablos se habían ahogado– tuviese nada que ver con el Ariel ni con mi compañero ni conmigo. Desde entonces, los dos hemos comentado este asunto con frecuencia, aunque siempre con un escalofrío. Durante una de nuestras conversaciones, Augustus me confesó con franqueza que en ningún otro momento de su vida había experimentado una sensación de desaliento tan atroz como la que sintió cuando se dio cuenta, a bordo de nuestro pequeño barco, de hasta qué extremo llegaba su estado de embriaguez y percibió que se hundía bajo sus efectos.
[1] Tinián, Saipán y Aguiján son las tres islas principales de las islas Marianas del Norte, ubicadas en el océano Pacífico. [N. de la T.]
[2] Entablado que cubre una parte de las embarcaciones menores. Real Academia Española Diccionario de la lengua española, 23.ª ed. [https://dle.rae.es, consultado el 3/07/2020] [N. de la T.].
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