Encuentro con las élites del Mediterráneo antiguo. Julián Gallego
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El subsiguiente capítulo de Karl-Joachim Hölkeskamp sirve para dar paso en el volumen al mundo romano, y en particular a su período republicano. Hölkeskamp expone en su artículo la evolución de la historiografía sobre la República romana desde la perspectiva de la interacción y/o confrontación científica entre los investigadores europeos continentales, en particular alemanes, y los que trabajan en el ámbito anglófono, para finalizar planteando brevemente cuáles son, en estos momentos, los temas de mayor actualidad en torno a la denominada “cultura política” de la República romana, sin duda uno de los grandes debates historiográficos en las últimas décadas.
Ilaria Battiloro aborda una cuestión mucho más específica, en concreto el proceso de interacción entre las élites romanas y lucanas durante la República tardía. Para ello, la autora analiza el material arqueológico procedente de los santuarios locales en la región de Lucania, lo que permite explorar el proceso de asimilación de modelos culturales romanos, pero también el diálogo cultural que se estableció entre Roma y las comunidades indígenas del territorio lucano.
Las provincias del imperio constituían para los miembros de la aristocracia romana un ámbito donde desarrollar sus habilidades políticas, militares y administrativas, bien cumpliendo su servicio militar en las primeras fases de su carrera política, bien como imperatores al frente de un territorio en el desempeño de una magistratura superior. En este último apartado, el gobernador de una provincia iba al territorio bajo su mando siempre acompañado por la denominada cohors praetoria, un consilium formado por personas de confianza del imperator que le asesoraba administrativa, judicial y militarmente según cuáles fueran las características de la provincia. Alejandro Díaz Fernández estudia en su contribución la participación de hijos, hermanos y otros familiares en esas comitivas provinciales y cuál era su cometido durante su estancia en la provincia.
En el año 146 a.C., la ciudad de Cartago fue saqueada por el ejército romano bajo el mando de Escipión Emiliano. El sitio y posterior pillaje de la ciudad norteafricana fueron calificados por las fuentes antiguas como brutales. Sin embargo, Emiliano es alabado por esas mismas fuentes por el trato que dio al botín obtenido, al que declaró público mientras proclamaba que devolvería muchos de los objetos culturales hallados a sus auténticos propietarios, los griegos de Sicilia. Brahm Kleiman muestra en su capítulo que Escipión Emiliano utilizó retóricamente esos objetos para afirmar algunas de sus virtudes públicas (en particular la moderación y la generosidad) ante diferentes audiencias, tanto griegos y sicilianos como el pueblo romano, pero también ante otros miembros de la aristocracia romana.
Cristina Rosillo-López, por su parte, analiza un aspecto de la política no oficial, en tanto que tenía lugar fuera de los espacios públicos habilitados para ello, pero fundamental para el funcionamiento de la res publica. La autora estudia, durante la República tardía romana, las conversaciones y reuniones privadas cara a cara entre políticos como instrumento imprescindible de comunicación y circulación de información, por un lado, y de realización de negociaciones y acuerdos previos a la toma de decisiones, por ejemplo en el senado, por otro lado. Su análisis proporciona una nueva perspectiva de las relaciones interpersonales dentro de la élite y de cómo la política romana se desarrollaba en la práctica.
El período final de la República romana bajo el gobierno de los triunviros Antonio, Lépido y el joven César es en muchos aspectos excepcional desde la perspectiva institucional (pero también económica o militar). Francisco Pina Polo centra su artículo específicamente en el consulado sufecto, que perdió el carácter sustitutorio extraordinario que había tenido a lo largo de toda la República para convertirse en permanente durante el período triunviral, de modo que cada año, junto con los cónsules ordinarios, hubo varios cónsules sufectos. Con ello, los triunviros buscaban recompensar la lealtad de sus más fieles aliados políticos, al tiempo que fortalecían su posición al depreciar implícitamente el consulado, convertido en una magistratura de inferior categoría dependiente del triunvirato.
Cecilia Ames y Guillermo de Santis estudian la Eneida virgiliana como un acto de memoria histórica en homenaje al campesinado romano e itálico que fue ampliamente perjudicado por el avance imperialista de Roma, desde el momento en que su participación en los ejércitos conquistadores provocó la ruina de muchos de ellos, su desplazamiento y, en última instancia, la transformación del campo italiano. En opinión de ambos autores, si bien lógicamente el campesinado anónimo no protagoniza el poema épico, Virgilio deja clara en él su imprescindible presencia e importancia histórica.
Tito Livio es una fuente de información imprescindible para quienes investigan sobre la República romana, es el gran cronista de la historia de Roma desde sus inicios hasta su propia época. Catalina Balmaceda centra su artículo en el análisis de los exempla que Livio presenta en los años iniciales del período republicano como parangonables a la situación histórica de la época augústea en la que él escribe. La “formación” de la República es comparable –o implícitamente comparada– a la presunta “restauración” de la res publica que Augusto habría llevado a cabo, y las características morales, más que políticas, de los líderes que habían forjado Roma serían así proyectadas a las del nuevo líder al frente del imperio.
Más allá de los aspectos puramente literarios, la recitatio, en tanto que lectura realizada ante un público, es un hecho social en estrecha relación con la historia cultural de las élites romanas. Es desde esta perspectiva desde la que Clément Bady analiza la recitatio funebris de Marco Aquilio Régulo, datada alrededor del año 104 d.C. y recogida por Plinio el Joven. Su recitatio debe ser entendida en el contexto de la competencia aristocrática, como un instrumento para distinguirse de otros miembros de la élite. En ese sentido, Régulo se muestra especialmente hábil para promocionar su estatuto aristocrático, dirigiéndose al público de las ciudades de Italia y del imperio, utilizando los mecanismos sociales de la elocuencia y de la literatura.
A partir fundamentalmente del material epigráfico conocido, Jonathan Scott Perry se centra en el ámbito económico relativo a una serie de oficios relacionados con el trabajo artesanal en el mundo romano. En su análisis, trata fundamentalmente de explorar la intersección entre clase social y género, y en particular el posible rol económico y de liderazgo de las mujeres, en muchas ocasiones oculto o difuminado por la escasez de información, pero también por los prejuicios de la historiografía moderna.
A continuación, Timothy Howe nos lleva a Cilicia Tracheia en Anatolia, en concreto a su capital Antioquía, con el objetivo de estudiar, sobre todo a partir de las inscripciones honoríficas asociadas a edificios públicos, el modo en que se desarrollaron y fomentaron prácticas y valores compartidos entre las élites locales e internacionales como instrumento de lealtad al Imperio Romano y, al mismo tiempo, de consolidación del liderazgo local. El autor llega a la conclusión de que, en términos generales, no se debe hablar de ruptura sino más bien de continuidad: los monumentos públicos enfatizan la permanencia del espacio político y sagrado dentro de la nueva presencia romana imperial, simplemente integrando ahora a las élites romanas.
Los dos últimos artículos del volumen están dedicados a la Antigüedad tardía. Durante los siglos IV, V y VI, las élites dominantes dentro del Imperio Romano siguieron siendo, como lo eran en las centurias anteriores, aristocracias civiles, políticas y urbanas, todavía sin el carácter militar que tuvieron más adelante. A pesar de esa continuidad, en ese período tuvieron lugar cambios en la vida urbana que pusieron en cuestión los instrumentos de control de la población urbana y las formas tradicionales de legitimación aristocrática. Esa es la cuestión específica que aborda Julio Cesar Magalhães de Oliveira en su capítulo. Finalmente, Carlos García Mac Gaw estudia en particular los rasgos del liderazgo dentro de la dirigencia donatista disidente en el Norte de África en los siglos IV y V, no tanto dentro de las estructuras religiosas sino fuera de ellas, es decir, los líderes religiosos como terratenientes, abogados y magistrados, y cómo esas circunstancias sirvieron como mecanismos de construcción de poder.