Encuentro con las élites del Mediterráneo antiguo. Julián Gallego
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Bibliografía
Beck, H., Scholz, P. & Walter, U. (eds. 2008). Die Macht der Wenigen. Aristokratische Herrschaftspraxis, Kommunikation und edler Lebensstil in Antike und Früher Neuzeit, München.
Hölkeskamp, K.-J. (2015). “‘Performative turn’ meets ‘spatial turn’. Prozessionen und andere Rituale in der neueren Forschung”, en D. Boschung, K.-J. Hölkeskamp & C. Sode (eds.), Raum und Performanz. Rituale in Residenzen von der Antike bis 1815, Stuttgart, 15-74.
Hölkeskamp, K.-J. (2019). La cultura política de la República romana. Un debate historiográfico internacional [2016], tr. F. Pina Polo y C. Rosillo-López, Zaragoza-Sevilla.
Ober, J. (1989). Mass and Elite in Democratic Athens: Rhetoric, Ideology, and the Power of the People, Princeton.
Syme, R. (1939). The Roman Revolution, Oxford.
1 “[I]n all ages, whatever the form and name of government, be it monarchy, republic, or democracy, an oligarchy lurks behind the façade”.
2 Véase ahora, en traducción al español, K.-J. Hölkeskamp, La cultura política de la República romana: un debate historiográfico internacional, Zaragoza-Sevilla, 2019.
Lo justo, lo bueno y lo poderoso. Estrategias de autoconfiguración aristocrática en la Grecia arcaica1
Elke Stein-Hölkeskamp (Universität Duisburg-Essen)
Las siguientes reflexiones sobre las estrategias de autoconfiguración en la Grecia arcaica se centrarán en la cuestión de la pertenencia y participación en una élite. Esto implica, en términos concretos, los criterios que determinan el estatus, el rango y la preeminencia de los individuos. La tradición literaria parece ser bastante clara en este aspecto. Después de todo, los textos desde la Ilíada en adelante versan sobre las cualidades específicas de los héroes individuales y líderes de la envergadura y reputación de un Aquiles, un Héctor o un Odiseo, que invariablemente buscan “ser siempre los mejores y superar a todos los demás”. También en la poesía arcaica, desde Arquíloco hasta el Corpus Theognideum, estos criterios de excelencia y preeminencia, por los cuales los aristócratas individuales superan a los demás, ocupan invariablemente un lugar central. Sorprendentemente, sin embargo, desde los primeros textos en adelante, los poetas toman también, y sobre todo, una postura muy crítica hacia la élite. Son estos textos los que proporcionan un acceso ideal a nuestro tema2.
Permítaseme comenzar con un poema de Arquíloco, nacido alrededor del año 680 a.C. en la isla de Paros. Arquíloco (fr. 114 West), quien tuvo una vida sumamente aventurera como mercenario, rechaza al tipo homérico, por así decirlo, del guerrero alto y bello, de larga cabellera y postura orgullosa: no tiene “ningún agrado por el general corpulento de andar jactancioso, que presume de sus rizos o se afeita con cuidado”; prefiere uno que sea “menudo, que en sus canillas se aprecie que es zambo, que se plante con firmeza y esté lleno de valor”3. A mediados del siglo VII a.C., el espartano Tirteo (fr. 11 West) formula una crítica fundamental y exhaustiva de las actitudes y el comportamiento de los miembros de la élite de su época. En sus elegías, niega enfáticamente que un hombre “por su excelencia en el correr o en la pelea de puños”, aun si “venciera en carrera al tracio Bóreas” o “tuviera la altura y la fuerza de un Cíclope”, sea digno de estima y recuerdo. Simplemente no reconoce la belleza y la fuerza física, el éxito en las competiciones atléticas, la riqueza y la elocuencia como signos de excelencia personal e individual. Para él, la única virtud verdadera (areté) es el “impetuoso coraje”, y eso significa que
… osa presenciar la matanza sangrienta y, manteniéndose cerca, sabe lanzarse contra el feroz enemigo. Eso es excelencia. Esa es, entre los hombres, la máxima gloria y el más hermoso premio al alcance de un joven guerrero. Un bien común a la ciudad y al pueblo entero es el hombre que, erguido en vanguardia, se afirma sin descanso.
Estos valores cooperativos marcan al hoplita en la falange y constituyen cualidades centradas en la comunidad de la polis.
Hacia mediados del siglo VI se tiene una evidencia similar en los fragmentos de Jenófanes de Colofón. Este poeta critica la excesiva exuberancia de la élite de su polis natal: “Acudían al ágora no menos de mil en total, con mantos teñidos de púrpura todos, jactanciosos, ufanos de sus muy cuidadas melenas, impregnados de ungüentos de aroma exquisito”, una suerte de “lujo inútil”, que habían aprendido “de los lidios” (fr. 3 West). Incluso más, su crítica está dirigida a la excesiva estima y el reconocimiento de que gozan los campeones olímpicos: lamenta la inutilidad de las actividades deportivas para la comunidad de la polis y critica los valores subyacentes y, de hecho, la mentalidad de grupo estamental que gira en torno a la competencia, o más bien a la competitividad por sobre todo y solo en este ámbito: un hombre que obtuviera
… una victoria por la rapidez de sus pies o en el pentatlón… o bien en la lucha, o bien en ese espantoso certamen que llaman ‘pancracio’, muy ilustre se hace a los ojos de sus convecinos, y puede alcanzar la gloriosa ‘proedría’ en los Juegos, y recibir alimentos a cargo del erario público, y de su ciudad un regalo, que tenga por premio.
Todo esto no contribuiría al “buen gobierno” de la ciudad ni a “engrosar” su tesoro (Jen., fr. 2 West). La crítica en uno de los poemas del Corpus Theognideum apunta en un sentido similar. El poeta confronta a sus conciudadanos con una pregunta polémica:
¿Cómo vuestro corazón tiene el valor de cantar al son de la flauta? Desde la plaza se ve la frontera de nuestra tierra, que os alimenta con sus frutos, ¡a vosotros que en vuestros rubios cabellos lleváis en los banquetes rojas guirnaldas!
Los convoca a llorar “por esta tierra perfumada” que se pierde ante el enemigo, a recortar sus cabellos y poner fin a la fiesta (Teognis, 825-830).
Estos textos enumeran una serie de características consideradas típicas para los miembros de la élite y que, al mismo tiempo, son vehementemente denunciadas como innecesarias y hasta dañinas y destructivas para la comunidad: riqueza y vida ociosa, físico esbelto y fuerte, osadía y arrogancia, elegancia y elocuencia. Estas marcas de preeminencia son invariablemente resultado de cualidades personales, posesiones y logros individuales, obtenidos y acumulados en prácticas culturales competitivas. Estas prácticas consistían en una gran variedad de actividades en las que cualquier persona que tuviera los medios y recursos necesarios podía invertir su tiempo y energía. Al mismo tiempo, sin embargo, los fragmentos de estos poetas –que son, después de todo, nuestra fuente más importante para la historia social de la era arcaica– no ofrecen ningún criterio objetivo, universalmente válido y aplicable en las distintas circunstancias para definir de manera clara y efectiva al grupo en la cima en la escala social4.
Cualquier intento de definir las características de la élite por medio de un análisis de su base social resulta igualmente problemático. En este caso particular, un enfoque sociohistórico debe estar centrado en las