Nerviosos y neuróticos en Buenos Aires (1880-1900). Mauro Vallejo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Nerviosos y neuróticos en Buenos Aires (1880-1900) - Mauro Vallejo страница 14
8 Sud-América, 14 de marzo de 1891.
9 Sud-América, 14 de marzo de 1891.
10 El Diario, 28 de marzo de 1890. Las “Grajeas de hierro Rabuteau” estaban indicadas para tratar esas mismas condiciones; El Censor, 11 de febrero de 1892.
11 La “Trefusia (Albuminado de hierro natural)” era ofertada como un remedio eficaz contra “anemia, clorosis, y en general todas las distrofias del tejido sanguíneo, debilidades, cualesquiera que sean los individuos o las causas de que provienen; las diversas formas de leucemia, raquitismo, escrofulosis, pelagra (…), consecuencias de malaria, de la sífilis y de los envenenamientos crónicos”; Sud-América, 12 de julio de 1892.
12 “Impotencia”, Sud-América, 13 de noviembre de 1890. En el mercado porteño circularon muchos otros remedios de venta libre contra la impotencia; por ejemplo, las “píldoras tónico-genitales del Dr. Morales, de Madrid”, que eran publicitadas también como el “único remedio conocido para la infalible y completa curación” de esa condición; esas mismas píldoras, según el aviso, tenían resultados positivos en la esterilidad de la mujer; El Diario, 11 de diciembre de 1890.
13 La clorosis podía ser también combatida con las “Píldoras de Vallet” (véase Sud-América, 10 de enero de 1889). En ese aviso, que al igual que otros incluía frases en francés y referencias a direcciones postales de París, se habla en verdad de “chlorosis”. Ese detalle nos hace presumir algo que quizá resulte obvio: en muchas de estas publicidades no se hacía sino reutilizar ‘clichés’ (o planchas tipográficas) adquiridos en el exterior (Bonelli Zapata, 2017). En efecto, estas mismas publicidades llenaban las páginas de los diarios y revistas de muchos países de ambos hemisferios.
14 Véase Sud-América, 27 de junio de 1890.
15 Véase Sud-América, 13 de julio de 1889.
16 Véase El Correo Español, 15 de octubre de 1892. Poco después circuló en Buenos Aires la “Cocaína Midy”, indicada para molestias en la garganta, laringe y boca; Semana Médica, Año IV, 182, 8 de julio de 1897.
17 Véase El Diario, 9 de diciembre de 1890.
18 Véase Sud-América, 28 de noviembre de 1889.
19 Véase Tribuna, 2 de enero de 1893.
20 Véase La Patria Argentina, 1 de julio de 1885.
21 Para luchar contra la dificultad de conciliar el sueño, los porteños podían también recurrir al “Elixir de Cloralamido de Gibson”; El Nacional, 8 de noviembre de 1890.
22 También los cigarros Joy eran vendidos como remedio contra el asma por esa época; véase El Correo Español, 3 de febrero de 1893.
23 Véase Sud-América, 10 de julio de 1889.
24 Véase Sud-América, 13 de julio de 1889.
25 La Semana Médica, 24 de diciembre de 1896, p. DCCCXX.
26 La Semana Médica, 2 de enero de 1896, p. XI.
27 La Semana Médica, 17 de enero de 1895, p. XXIV.
28 La Semana Médica, 15 de julio de 1897, p. CCCCXLVII.
29 La Semana Médica, 18 de noviembre de 1897, p. DCCXLIII.
30 La Semana Médica, 24 de junio de 1897, p. CCCCII.
31 A ese listado podríamos sumar los “Verdaderos Collares electro-magnéticos Royer”, indicados contra las convulsiones y para facilitar la dentición de los niños (El Nacional, 19 de agosto de 1889), o el “braguero electro-médico” de los doctores Marie (de París), “que contrae los nervios, fortalece sin conmoción y sin dolor, y asegura la curación radical” de las hernias; El Diario, 18 de marzo de 1891.
32 Quizá haya que encadenar la consolidación de ese mercado sanitario con la irrupción de una nueva entidad patológica: el consumo problemático o la adicción. Ramos Mejía acopió desde bien temprano (1884) informes referidos a estos nuevos consumidores de sustancias, con los que se topó durante su trabajo en el servicio de enfermedades nerviosas del Hospital San Roque (al respecto, véase infra, capítulo 5). El médico se detuvo sobre todo en los bebedores irreprimibles del bromuro de potasio (los “bromiómanos”), una droga muy usada en el tratamiento de la epilepsia, así como de la nerviosidad o la histeria (Ramos Mejía, 1889c; 1893b). El caso más ilustrativo es el del joven de 30 años, de buena familia, que tras años de intenso trabajo intelectual, comenzó a sufrir molestos síntomas nerviosos, característicos de la neurastenia (insomnio, palpitaciones, tedio, falta de memoria, cansancio, vértigo). Consultó a un médico, quien restó importancia al cuadro; “Pero como el paciente insistiera, recetóle una poción con bromuro de potasio” (Ramos Mejía, 1889c: 155). Ese fue el inicio de su calvario, pues de inmediato se hizo adicto a esa droga. Solía entrar a cualquier botica, pedir un frasco de su sustancia, y beber de un trago hasta la última gota. Otro paciente, un conocido abogado, había desarrollado una tan notoria dependencia al bromuro, que siempre llevaba consigo una botella con el medicamento. La sola conciencia de poseer su remedio en el bolsillo, bastaba muchas veces para devolverle la tranquilidad (Ramos Mejía, 1889c: 161). Su adicción había tenido un origen similar: una noche, luego de un baile en el Club del Progreso, se vio preso de tal excitación nerviosa, que un médico le recomendó la ingesta de bromuro de potasio; desde ese día fue incapaz de prescindir del elixir, al que llamaba “el agente vivificador de su vida”. Incluso la prensa general se hizo eco de esas nuevas adicciones. A modo de ejemplo, a comienzos de mayo de 1890 una mujer de 32 años ingresó al servicio de enfermedades nerviosas que Ramos Mejía dirigía en el Hospital San Roque; deseosa de combatir su asma, hacía tiempo había comenzado a consumir morfina por medio de inyecciones, y en el momento actual no podía vivir sin esa sustancia; “Un caso de morfinomanía en Buenos Aires”, Sud-América, 8 de mayo de 1890. Ya en 1886 Meléndez había tratado en el Manicomio a otro asmático