"Por una merced en estos reinos". Carolina Abadía Quintero

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del rey Felipe II, confirmado su oficio en la corte en 1588. En 1589, se reveló su celo militar al ser parte del grupo de 150 soldados, que, comandados por el conde de Rivadavia don Álvaro Sarmiento de Mendoza, fueron al socorro de De la Coruña cercada por el pirata inglés Francis Drake. De esta campaña recibió la felicitación del marqués de Cerralbo, gobernador del Reino de Galicia por haberle hecho llegar buenas municiones. En 1590, volvió a su oficio de contador, por ser requerido por el virrey de Cataluña y conde de Valencia don Manrique de Valencia, quien, al encontrarse enfermo, le encomendó los papeles del virreinato y le supliera en las reuniones del Consejo de Aragón hasta que llegara el nuevo virrey, responsabilidad que, dice Guiral, cumplió a cabalidad.

      Gracias a estos servicios, decidió el rey Felipe II enviarlo a Italia “con título de entretenido de la galera real”,10 que estaba bajo el comando del príncipe Andrea Doria, para luego pasar a los navíos del marqués de Torrillo a fin de participar en el apresamiento de dos galeones de moros en el mar de Levante. Vuelto con el príncipe Andrea Doria, este le encomendó llevar un pliego del rey a Raimundo Farnesio, duque de Parma, quien lo alojó en su palacio y puso a su disposición dos ayudantes de cámara para que lo asistiesen. Los servicios de Guiral padre en los reinos italianos terminaron en 1595 cuando fue nombrado contador en la Contaduría Mayor de Cuentas de Castilla, y el año siguiente, en 1596, ocupó el cargo de contador mayor de esta corporación y encargado de investigar la cobranza y los fraudes de dinero del licenciado Luis de Obregón en el negocio de venta de tierras baldías en el partido de Calatrava (Andalucía), y luego, pasó a ser contador de la contaduría de su ciudad natal, Granada, por cuatro años. Siguió su carrera después como contador en Castilla (1603), visitador de la Casa de Moneda en La Coruña (1604), visitador de las cuentas y haciendas de don Fernando de Valdés, arzobispo de Sevilla e inquisidor general, y de don Fernando de Sala, consejero del Consejo de Indias (1605) y visitador de las cuentas de redención de cautivos de los religiosos de la Orden de la Merced (1605). Por toda esta larga carrera, decidió el Consejo de Indias enviarlo a Santa Fe, en el Nuevo Reino de Granada, para que fundara el Tribunal de Cuentas y visitara la contaduría de Cartago y de Cartagena de Indias. Murió en 1630 sin salario, con múltiples deudas y sus méritos finales mal recompensados, por lo que su hijo, Gonzalo, instó a la Corona a brindarle una prebenda como recompensa dado el expediente de méritos de su padre.11

      Las menciones a los servicios y méritos de los padres por parte de los prebendados iban dirigidas a lo siguiente: a) manifestar el deseo de una recompensa por las labores hechas en nombre de la Corona y b) mencionar la idoneidad del prebendado para ser considerado para una promoción. No sobra decir que estas alusiones parentales deben ser entendidas en la lógica de la memoria familiar como fuente justificante de una gracia, entendida como el nombramiento y la promoción en un cargo.

      Los capitulares, que fueron descendientes de conquistadores, muestran en sus méritos elogios permanentes a las proezas realizadas por sus padres y abuelos al conquistar tierras para el rey y al luchar contra los grupos de indios a guerra que asumieron la defensa de su territorio frente al avance peninsular, por lo que la fórmula enunciativa que se presenta en sus Relaciones o Informaciones es: “soy hijo [o nieto] de uno de los primeros conquistadores de estos reinos”. Con esto, se tiene un panorama histórico que muestra el fortalecimiento de las familias de conquistadores en los territorios colonizados donde recibieron encomiendas de indios, además de ofrecer importantes datos sobre el proceso de conquista y colonización de Popayán, Santa Fe y otros territorios indianos. Expongo a continuación algunos casos en particular.

      Francisco Vélez de Zúñiga dijo ser nieto de Andrés Moreno, factor de la Real Hacienda en las cajas reales que hubo en Cali; su padre Francisco Vélez Zárate fue “de los conquistadores de Cartagena y Popayán, soldado de Francisco César y Jorge Robledo, factor y veedor de Cartago, donde poseyó las encomiendas de Co, Pormaza y Yaguayago con 384 tributarios”,12 sucedió a su suegro tanto en el cargo real como en las encomiendas de indios al contraer nupcias con doña Catalina de Zúñiga, hija de Moreno. Vélez de Zúñiga fue el mayor de cinco hermanos (dos hombres, tres mujeres), por lo que fue el heredero de las encomiendas de su familia; no obstante, dadas las expediciones lideradas por su hermano Manuel Moreno de Zúñiga entre los indios sindaguas de Barbacoas, al sur del obispado de Popayán y la pobreza de sus hermanas, decidió hacerse clérigo y legar las encomiendas a estas para que se mantuvieran.13 El padre de Juan de Vargas Pecellín, don Pedro de Manso, fue conquistador y poblador de Almaguer y Arma, además, primo del primer obispo de Popayán, don Juan del Valle.14 Francisco Ramírez Florián escribiría que su padre, Alonso Ramírez de Oviedo, sirvió al rey en el puerto de la Buenaventura, el cual defendió de ataques de los indios y revitalizó al proponerse que llegaran a este “muchos barcos de ropa de Castilla”,15 y luchó en la guerra contra los indios pijaos para luego ser designado por el rey tesorero de la Real Hacienda en Cali, mientras su abuelo, el capitán Francisco Fernández Florián, fue conquistador de los pueblos de Muso, Palma, Mariquita y Victoria en el Nuevo Reino de Granada, por lo que le fue concedida una partida de indios de encomienda como recompensa a sus méritos.16

      Lucas del Campo Salazar y Andrés del Campo Salazar, hermanos, los dos con carreras eclesiásticas que los llevó de Huamanga a Popayán,17 dijeron ser hijos del capitán Andrés del Campo Salazar y doña Isabel de Figueroa, que fueron personas nobles y principales que habían servido a la Corona en la pacificación de indios en diversos alzamientos que hubo en la gobernación de Popayán y en los territorios del Perú, de mayor importancia son las entradas a las provincias de los paeces, toribios y pijaos, pueblos indios caracterizados por estar en guerra con la Corona y realizar “carnicerías en donde vendían carne humana”.18 También está el caso de Agustín de Olea Salazar, nieto del capitán Diego Delgado, quien, junto con Sebastián de Belalcázar, había participado en la conquista del Perú y Quito, y había enfrentado el levantamiento de Gonzalo Pizarro en Lima, por lo que logró el nombramiento de gobernador y justicia mayor de Popayán donde tuvo que oponerse al levantamiento general de Álvaro de Oyón, quien llegó a las puertas de la ciudad para saquearla, empresa que terminó con la pérdida de los sublevados, su ajusticiamiento y ejecución en la plaza central de Popayán.19

      Lo anterior permite concluir que, al igual que en el caso de la Nueva España, y especialmente de la Catedral de México, como señala José Gabino Castillo, si bien en un primer momento los cargos catedralicios fueron ocupados por eclesiásticos peninsulares, no fue sino hasta el fortalecimiento de las nuevas élites asentadas en las capitales virreinales y provinciales que los descendientes pertenecientes a estos grupos empezaron a elevar sus pedidos de promoción a diversas corporaciones eclesiásticas apelando a los servicios prestados por sus ancestros a la Corona.20 Con esto, las plantas de los cabildos catedrales evidenciaban una continua alternancia de capitulares criollos y españoles, en la medida en que como corporación “recogía los elementos de su entorno inmediato y de lugares alejados [y] de áreas remotas del mundo hispánico”.21 Para el caso del obispado de Popayán, este proceso puede dividirse entre 1546 y 1714 en tres etapas: la primera en que los cargos fueron ocupados por españoles, la segunda en que se revela una propensión de nombramientos para naturales de la tierra y la tercera en que los criollos ocuparon mayoritariamente las dignidades del cabildo catedral, con lo cual se demuestra la gestación de un arraigo corporativo en el obispado.

      Esta situación muestra que, probablemente, la red de catedrales indianas estuvo conformada, a medida que pasó el tiempo, por eclesiásticos naturales de la tierra, es decir, criollos nacidos en Indias e hijos de peninsulares pobladores de estos territorios, con lo que se revela un fuerte vínculo político entre la Corona y estas élites. Otro factor que, sin duda, posibilitó que esta mayor parte de nombramientos recayera en criollos tuvo que ser el referido al problema del desplazamiento y las largas distancias que obstaculizaron la aceptación de cargos, pero, además, propiciaron largas vacancias en las prebendas, y no está de más pensar en el legítimo reclamo de las élites y familias locales por obtener cargos en las corporaciones, en este caso eclesiásticas, fundado en la creencia de que tenían derecho por servicios y méritos a formar parte de estos cuerpos. Finalmente,

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