Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947. María Angélica Illanes Oliva

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Movimiento en la tierra. Luchas campesinas, resistencia patronal y política social agraria. Chile, 1927-1947 - María Angélica Illanes Oliva

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de que el cierre de la puerta no había sido «un acto casual, sino un acto premeditado, una especie de secuestro, para lograr entregarnos a Carabineros en calidad de sospechosos, violadores de la propiedad privada». Considerando que lo que sucedía constituía un «flagrante atropello» a su dignidad funcionaria, máxime cuando se hallaba allí en «un acto de servicio», Zelada increpó a Aguirre, quien, a su vez, enrostró a Zelada el hecho de haber «entrado sin permiso al fundo, al cual podía impedirse la entrada de personas extrañas, y que venía a hacer política». Ante esta acusación, el inspector Zelada aclaró al patroncito que él no estaba obligado a pedir permiso para transitar en un camino abierto que colindaba con el fundo «Santa Isabel», y que él no era un «extraño», sino un funcionario del Trabajo en servicio que no había venido a su fundo, sino a la casa del voluntario José Manuel Araya, donde se había efectuado reunión, no con fines políticos, sino para la presentación de un Pliego de Peticiones (P/p) «por las vías legales, evitando así una huelga ilegal o cualquier acto que viniera a entorpecer las labores del fundo».

      Uno de los carabineros armados, vestido de paisano, dijo a Zelada que concurriera a la tenencia de Chimbarongo a explicar al teniente Renom lo ocurrido. Subieron a la camioneta los cuatro carabineros armados, llegando los dos vehículos a la tenencia avanzada la madrugada, donde Zelada conversó con el teniente Renom, quien se hallaba enfermo. Este le dijo al inspector que había acudido Aguirre allí «en demanda de auxilio por temer algún asalto de unos desconocidos que se hallaban en su fundo en una camioneta», ante lo cual no había podido sino acceder a su petición de una fuerza policial. El inspector, en presencia de Aguirre, le relató al teniente los motivos de su concurrencia al fundo Santa Isabel, cual era el de la «legalización de un Pliego de Peticiones», apoyo que consideraba necesario «dado el régimen de terror implantado en el fundo por el Sr. Aguirre». Encarando directamente a Aguirre delante del teniente, el inspector lo culpó de querer «tomar represalias en contra de funcionarios del trabajo» y de que su «secuestro» y su traída a la tenencia con carabineros armados no era sino una «venganza» en su contra «por la multa a que se le había condenado en julio pasado por la visitación que se le había hecho no hacía mucho al fundo»; que la reunión que había sostenido con el personal «no podía tener otro origen que el querer sacarlos del estado de miseria y explotación en que se les tenía sumidos».

      Eran ya la una veinte de la madrugada cuando todo esto ocurría en la tenencia de Chimbarongo, retirándose finalmente el inspector luego de recibir las excusas del teniente. Esa noche estuvo decidido a pedir de sus superiores una demanda criminal en contra del patrón Aguirre3.

      *

      He aquí algunos de los principales personajes de una obra que se desarrolló en casi todas las localidades y territorios del cuerpo de Chile, en un momento histórico muy significativo, cuando se dieron especiales condiciones políticas para su escenificación. Se trató, a nuestro juicio, de un momento en que ciertos personeros –gremiales, políticos y/o administrativos– se comprometieron a levantar las bases para una posible «construcción social de la nación»4, entendida aquí como la generación de una democracia real a través de la acción de apertura de aquellos enclaves privados que se encontraban cerrados y sustraídos a las leyes del Estado de Derecho nacional. Creemos que estos sujetos comprendieron que la «democracia» consistía tanto en el sufragio libre como en la incorporación de lo «social-privado» a lo «social-público»: una esfera donde todos los ciudadanos debían participar de los beneficios socialmente producidos y de las acciones político-culturales modernas en pos de la construcción histórica de su vida y su comunidad en el seno de la nación. La misión emprendida por estos sujetos tras este objetivo nacional democrático no era fácil de realizar: accionar la apertura legal al Estado de Derecho del campo privativo de los latifundios chilenos y, por consiguiente, generar la democratización de la sociedad campesina que laboraba al interior de dicho enclave a-legal, fue una tarea casi heroica…; fue una lucha que algunos sectores de la época en estudio, a nivel discursivo, asemejaron a los actos y objetivos de la independencia nacional anti colonial, cuya energía emancipadora entraba ahora a la propia intimidad del valle y la montaña del Chile profundo.

      Pero no se trata solo de agentes externos al latifundio realizando esta tarea democratizadora. La trama de esta obra y de este estudio alcanza su clímax cuando trabajadores agrícolas comienzan a despertar a la realidad de su humanidad, es decir, de su libertad: a levantar cabeza y mirar de frente, a conocer de sus derechos sociales, a constituirse en cuerpos Sindicatos y a hablar a través de sus Pliegos de Peticiones (P/p) ante el patrón de fundo; es decir, a tomar conciencia de sí. Fueron muchos los trabajadores e inquilinos que arriesgaron su casa, su vida y la de los suyos, como expresión de la politización generada en el seno de las relaciones sociales en el agro chileno que, en esos tiempos de Frente Popular y gobiernos radicales, encontrará un momento político propicio para su manifestación. Se activaba la primera fase de un «movimiento campesino»: cuando los trabajadores, superando su aislamiento, se constituyeron en colectivo en cada fundo, instalando su Texto-Pliego de Peticiones en las oficinas del Trabajo de los pueblos aledaños, saliendo a la luz en la prensa de izquierda, que actúa como caja de resonancia de su movimiento dado en la intimidad de la hacienda. La lucha fue larga, intensa, plena de obstáculos, pero no menos decisiva como momento preparatorio para nuevas fases emancipatorias por venir: «La mayor vinculación con la sociedad nacional de estos campesinos culmina al madurar una conciencia que los capacita para ejercer sus derechos a pesar del riesgo de una confrontación con el grupo dominante. Pero esta capacidad de antagonismo emerge después de una larga lucha, restringida, en sus primeras etapas, a modificar sus condiciones de vida»5.

      Lejos estamos de plantear que los trabajadores-campesinos de fundos y haciendas experimentaron su despertar-de-conciencia (realizando articulaciones de sus cuerpos y levantando textos demandantes) como fruto de un proceso espontáneo, natural y autónomo. Es como si un árbol, pisoteado y doblegado mil veces, pudiera levantar nuevamente su ramaje si no hubiese quien le diese el soporte, la protección, el espacio y el cuidado para su renovado crecimiento y expansión. Los campesinos chilenos y latinoamericanos, oprimidos ancestralmente por la bota de la conquista colonizadora, necesitaron, para su despertar, quien les acompañase en ese proceso, quien los indujese a levantarse, quien les prestase su propia voz y cuerpo.

      Alcanzando las lejanías y atravesando los enclaves social-privados, los partidos de izquierda, algunos funcionarios estatales del Trabajo y los dirigentes sindicales, acuden al llamado denunciante de los campesinos, «visitando» fundos y haciendas, realizando inspecciones y capacitaciones, y apoyando directamente a aquellos trabajadores campesinos que tomarán la delantera en la nueva audacia, como el obrero José Manuel Araya, quien presta su casa para la mencionada reunión vespertina. Los campesinos de fundos y haciendas, en esta hora histórica, no están solos. Allí han acudido, en vehículo, a pie y en medio de la noche, la autoridad local del Trabajo y los dirigentes sindicales de la zona. Zelada y los señores Céspedes, portando el texto de la Ley y la solidaridad del cuerpo sindical obrero de la ciudad, se hacen presentes ante el llamado de los trabajadores habitantes del Chile profundo, tierra adentro, caminando hasta el pie de la montaña, cerrando la puerta del rancho por dentro con sus propios cuerpos. Les asiste la profunda convicción de su misión histórica: construir democracia a través del despertar-de-conciencia campesina acerca de su derecho legal a la organización y a la presentación de demandas tendientes a liberarles de su secular sujeción-por-conquista y a mejorar las deplorables condiciones de vida y trabajo en que se hallaban sumidos. Estas autoridades ponen al servicio de esta tarea democratizadora las Oficinas del Trabajo locales, donde comienzan a operar los procedimientos legales que legitiman la demanda social, ofreciendo a los campesinos y patrones los dispositivos legales para su formulación y respuesta. Por su parte, la Central de Trabajadores de Chile (CTCH) y los partidos de izquierda de ese entonces fomentan la solidaridad gremial urbana, mientras ponen al servicio del campesinado la prensa crítica para sus denuncias y la representación parlamentaria para su protección.

      En otras palabras, los campesinos, especialmente los que habitaban y trabajaban en fundos

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