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tomó mucho sentido lo que para algunos representó ese año de agitación política y por ello mismo de intensidad en el aburguesado movimiento estudiantil de entonces. Es de perogrullo decir que los orígenes de este movimiento tuvieron esa procedencia porque no se había llegado todavía a una democratización de la educación superior. En 1919 asistía el país a un proceso de reconfiguración del bipartidismo que amenazaba con fortalecerse a la vez que el republicanismo sobreaguaba, pero hacía ruido. Justamente el ambiente al que llegó Pellicer estaba contaminado de republicanismo. Es esa la sensibilidad que lo acoge.

      Se codeaba con los engominados estudiantes tratando de hacer su encomendado trabajo: poner a México a la cabeza de una defensa continental de los Estados Unidos a través no solo de las letras sino de la acción, de la organización del movimiento estudiantil. De lograrlo se hubiera iniciado un interesante compromiso entre el poder y el estudiantado, pero la inestabilidad del gobierno de Marco Fidel Suárez, sus desaciertos y debilidad frente a las pretensiones de Estados Unidos no auguraban en el plano del poder inmediato que lo que hacía el Mesías mexicano rindiera fruto. Un fruto social más allá de los buenos frutos individuales. Le tocó presenciar a Pellicer la masacre de los artesanos colombianos que pedían reivindicaciones el 16 de marzo de 1919, sin duda ha debido impactarlo. Pellicer obvió esa vía: la de penetrar la radicalidad del movimiento artesanal, no lo puede hacer, es un diplomático; escogió el camino de la oficialidad, conversó con el viejo presidente, y con cuanto hombre de poder encontraba por el sendero, incluso con el general Rafael Reyes que tanto admiraba a Porfirio Díaz. Ya en enero de 1919, apenas empezando el año, un círculo de señoritos bogotanos giraba en torno suyo, hablaba de ellos como cultos y bondadosos.

      Además de parecerle costosa la vida en Bogotá, se quejó del bajo nivel académico del Colegio del Rosario, donde se había matriculado, y declaró como desastroso el estado general de la instrucción pública, lo mismo que de las vías de comunicación. Decidió por ello estudiar mucho de manera independiente inglés y francés, e historia antigua. No dejó de quejarse de la educación en Colombia. Lo aturdía la idea de terminar su secundaria en Colombia: “No me conviene seguir estudiando en esta capital cuyas escuelas de preparatoria están a base de lecciones de memoria, al pie de la letra (Oh atraso increíble), y yo nunca he ejercitado mi memoria a tal grado de poder hacer frente a este sistema estúpido y salvaje de enseñanza”2, le escribía a su madre.

      El éxito de Pellicer en Bogotá estuvo relacionado con la solidaridad de la juventud capitalina hacia México, admirado en Colombia por su siglo XIX liberal, por la revolución mexicana y por el peligro real de más arbitrariedades de las autoridades de Estados Unidos hacia su territorio. Pellicer contó con la animadversión que reinaba todavía en Colombia hacia ese país. Cada vez que intervenía frente a los estudiantes, las ovaciones no eran tanto para la persona de Pellicer sino en solidaridad con los mexicanos. Sabían los colombianos del papel que estaba desempeñando el presidente Venustiano Carranza y por ello era seguido y admirado.

      Fructífero fue su papel entre los jóvenes colombianos y es de esta epopeya que versa el libro. Pellicer dejó huella en Colombia, no solo coadyuvó a la configuración del movimiento estudiantil, sino que dio inicio al establecimiento de una red intelectual de óptimos resultados para el fortalecimiento de las relaciones entre intelectuales que lucharon durante el siglo XX por la conservación de los valores democráticos en el continente. A través de sus actividades los intelectuales latinoamericanos configuraron una especie de unidad continental que obligó a los estados al fortalecimiento de las relaciones diplomáticas.

      César Augusto Ayala Diago, Ph. D.

      Departamento de Historia

      Universidad Nacional de Colombia

      Notas

      1 Premio Mejor Tesis de Maestría en Historia Panamericana, Instituto Panamericano de Geografía e Historia IPGH, organismo especializado de la Organización de Estados Americanos, OEA, 2019. Premio Nacional Berta Ulloa en Investigación sobre Historia Diplomática de México, Secretaría de Cultura de México, Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México, INEHRM, 2017.

      2 Carlos Pellicer, Correo familiar 1918-1920, México, Factoría Ediciones, 1998, p. 197.

      En las últimas décadas, los procesos de formación de las élites intelectuales universitarias mexicanas, a lo largo del periodo revolucionario y posrevolucionario, han sido uno de los temas que más han interesado a los cultivadores de la historia intelectual del país. Dicho interés se ha traducido en importantes contribuciones historiográficas que, por sus características e intereses particulares, han priorizado el estudio y la descripción de estos procesos, circunscribiéndolos al ámbito estrictamente nacional1. No obstante, si se tiene en cuenta el extraordinario impacto que tuvo la Revolución mexicana en el campo intelectual latinoamericano, y el consecuente interés que su proyecto posrevolucionario suscitó entre los más destacados intelectuales latinoamericanos, se hace evidente la necesidad de una mirada mucho más amplia, que ilumine desde una perspectiva, no solo comparada sino también relacional, los procesos de formación de las elites intelectuales universitarias mexicanas (en particular) y de las de sus pares a nivel continental (en general)2. Máxime cuando los años en los que se gesta y se desarrolla el proyecto cultural posrevolucionario coinciden con un periodo de generalizada agitación estudiantil e intelectual en América Latina, enmarcado en las diversas formas que adoptó el movimiento de Reforma Universitaria, iniciado en la ciudad de Córdoba, Argentina.

      Ahora bien, dentro de la historiografía mexicana del periodo se ha documentado —no muy exhaustivamente— que durante el gobierno de Venustiano Carranza se adelantó una iniciativa diplomática y a la vez intelectual para Latinoamérica que consistía en nombrar como pensionados estudiantiles3 a destacados jóvenes universitarios en las legaciones mexicanas de cinco países suramericanos (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Colombia). Tal iniciativa tenía el fin de fomentar los diálogos e intercambios culturales entre ellos y los jóvenes intelectuales4 universitarios de los países que los recibían, obedeciendo así a la entusiasta campaña del Estado mexicano, encaminada a mejorar la imagen que del país se tenía en el resto de Latinoamérica, una vez terminado el periodo más violento de la Revolución.

      No obstante, en la mayoría de trabajos que se interesan por la gestión diplomática del gobierno de Venustiano Carranza y/o por su relación con los estudiantes e intelectuales de la época, la iniciativa de enviar estudiantes sobresalientes como parte de las legaciones mexicanas en el sur del continente no pasa de tener un cariz casi anecdótico, pues se menciona brevemente como uno más de los múltiples ejemplos que ilustran la importancia que el Estado mexicano le brindó a la solidificación de sus relaciones internacionales a finales de la segunda década del siglo XX.

      Así la cosas, la obra que a continuación se presenta pretende llenar el vacío historiográfico antes anotado, en la medida en que busca reconstruir la génesis de la referida iniciativa diplomáticointelectual, así como su posterior implementación en Colombia.

      Es de resaltar que el hecho de privilegiar el estudio del caso colombiano deviene, en primer lugar, de la imposibilidad metodológica de abordar satisfactoriamente las implicaciones que tuvo la iniciativa constitucionalista en cada uno de los cinco países suramericanos a los cuales fueron designados los pensionados estudiantiles mexicanos y, en segundo lugar, porque el estudio de la formación de los jóvenes intelectuales que integraron el movimiento estudiantil colombiano de principios del siglo XX ha sido, durante varios años, el tema principal de investigación para el autor de este trabajo. Tales razones redundaron en la decisión de exponer en profundidad los alcances político-intelectuales de la iniciativa de unidad latinoamericana del constitucionalismo, específicamente en el territorio colombiano.

      Ahora

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