Formar una nación de todas las hermanas. David Antonio Pulido García
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Ahora bien, la lógica interna en la que están escritos los tres capítulos involucra tres ejes de análisis que se desarrollan sincrónicamente a lo largo del libro. El primero de ellos es el referente al estrictamente local: en él se analizan las dinámicas políticas internas propias de los jóvenes intelectuales que conformaron los cuadros de los movimientos estudiantiles mexicano y colombiano en el periodo estudiado. El segundo eje aborda la problemática nacional: en él se analiza cómo las iniciativas de los jóvenes intelectuales mexicanos y colombianos están determinadas por la particularidad de los procesos políticos nacionales en que se insertan. Finalmente, existe un tercer eje de análisis que da cuenta del contexto internacional: en él se privilegia el estudio de las relaciones de México y Colombia con Estados Unidos, comprendiendo que, para la época, la influencia norteamericana en la región propiciaba y determinaba posiciones entre los intelectuales latinoamericanos, de las que tampoco se escaparon los cuadros dirigentes de los movimientos estudiantiles mexicano y colombiano.
En este mismo sentido, la estructura en la que se presenta la investigación obedece principalmente a los referentes teóricometodológicos que la guiaron. Por esta razón también es necesario hacerlos explícitos de antemano, pues en los capítulos subsiguientes se privilegiará ante todo la voz de los protagonistas de la historia, a despecho de la voz de aquellos que han alimentado teórica y metodológicamente al investigador.
Los estudios sobre teoría del lenguaje y análisis crítico del discurso serán de singular importancia en esta obra, debido a que ellos brindarán las herramientas metodológicas necesarias para establecer claramente la forma en que será analizado el objeto de estudio elegido, ya que este se abordará, casi exclusivamente, a través de su producción escrita. Así pues, se entenderán los documentos históricos como subjetivas piezas interpretativas de la realidad social a través del lenguaje, que no obstante buscan al mismo tiempo transformarla con su intervención, lo que nos llevará, en primera instancia, a referir los aportes de Mijaíl Bajtín5, quien señala que toda obra escrita es una controversia individual del autor con su realidad y con su tiempo, nada más que una voz entre muchas otras con las que se comunica y con las que entabla diálogos que a su vez le permiten establecer interacciones lógicas con sus contemporáneos; es decir, en palabras de Bajtín, establecer procesos dialógicos que finalmente lo llevarán a entrar en polémica y discusión continua con ellos, ejercicio que le permite, en definitiva, desarrollarse, replantearse y transformarse.
El resultado lógico del proceso antes mencionado será denominado por Bajtín como dialogicidad. Dicho concepto estará presente a lo largo de este libro, en la medida en que se entenderá que los jóvenes intelectuales aquí estudiados —al igual que el resto de sus contemporáneos— no se formaron mediante un proceso individual aislado, sino que, por el contrario, lo hicieron mediante una particular toma de posición con respecto a la multiplicidad de opiniones y lógicas que circulaban en su entorno social. De esta manera la invitación metodológica de Bajtín consiste en ir más allá de los escritos producidos por los jóvenes intelectuales, mexicanos y colombianos, en busca de las “voces de la época” a las que ellos respondían, y sin las cuales sus enunciados no habrían sido posibles.
Por lo tanto, una de las principales preocupaciones metodológicas de esta investigación fue la cuidadosa reconstrucción del contexto político y social, tanto nacional como internacional, en el cual se enmarcaron las intervenciones de los jóvenes intelectuales mexicanos y colombianos durante el periodo estudiado. Esto será particularmente acreditado en la exposición de cómo se recibió el discurso latinoamericanista del constitucionalismo en Colombia, ya que se recrearon en detalle las vicisitudes políticas de aquel país, para comprender cómo sus intelectuales dialogaron con él, discrepando algunas veces y otras tantas resignificándolo, siempre condicionados por su propio contexto, para finalmente dirigirlo a favor de sus intereses particulares.
No obstante, el acercamiento a la producción escrita de los intelectuales aquí estudiados también demanda una metodología propia que lo encamine, principalmente, a explicar cómo fue posible que se establecieran diálogos fecundos entre ellos y, sobre todo, cómo se logró una afortunada comunicación entre sus respectivos intereses y el proyecto político de unidad latinoamericana del constitucionalismo.
Para ello se traerán a cuenta los postulados emanados desde el Análisis Crítico del Discurso, partiendo de la convicción de que el lenguaje es una de las principales herramientas con las que cuenta el sujeto social (en este caso los jóvenes intelectuales mexicanos y colombianos) para la percepción, construcción y comprensión, tanto de su realidad inmediata como de su pasado en comunidad. De esta manera se comprenderá el lenguaje (oral o escrito) como una construcción social en la que intervienen estructuras cognitivas y códigos culturales atravesados por intereses particulares, de tal manera que “un análisis del discurso no se limita al análisis ‘textual’, sino que tiene también en cuenta las relaciones entre las estructuras de texto y habla por una parte y, por otra, su ‘contexto’ cognitivo, social, cultural o histórico”6. Así pues, un análisis de estas características presupone la participación activa del receptor del discurso, en la medida en que es él, y no el texto per se, quien le otorga sentido, hace presuposiciones y asociaciones, y lo interpreta por medio de conocimientos previos. En otras palabras, un sujeto entiende un discurso en la medida en que lo completa e interactúa con él, algo que logra a satisfacción en la medida en que comparta con el productor de dicho discurso lo que Van Dijk llama la misma comunidad epistémica7.
En este sentido se abordaron las fuentes históricas teniendo en cuenta, en todo momento, que hacían parte de un diálogo abierto entre sus diferentes productores, los cuales compartían entre sí códigos comunes que los identificaban, ya sea como estudiantes, como colombianos o mexicanos y, en algún momento, como latinoamericanos. Aspecto que no se puede perder de vista ya que precisamente gran parte de la identificación que posibilitó la circulación, apropiación y muchas veces la resignificación del discurso constitucionalista fuera de México se fundamentó en el reconocimiento, entre otros, de un pasado, una lengua y un enemigo en común.
Finalmente, en lo que respecta al estudio de los contextos y la interrelación de estos con la producción de fuentes históricas, se encuentran los trabajos de Quentin Skinner, conocidos en su conjunto bajo el nombre de la historia de los lenguajes políticos8. Skinner llama la atención, principalmente, hacia el estudio de los contextos en los cuales se producen los textos sobre los que se fundamenta la investigación histórica, entendiéndolos como actos de habla, al mismo tiempo que señala la importancia de comprender las intenciones que llevan implícitos dichos textos. Es decir que Skinner, a partir de una apropiación de las teorías lingüísticas de John Austin9, pone énfasis en la dimensión ilocucionaria y perlocucionaria del lenguaje, integrándolo a la investigación histórica, especialmente en lo que se refiere al trabajo interpretativo de las fuentes. Al respecto señala Elías Palti:
Según esta perspectiva [la de Skinner], para comprender históricamente un acto de habla no bastaría con entender lo que por él mismo se dice (su sentido locutivo), sino que resulta necesario situar su contenido proposicional en la trama de relaciones lingüísticas en el [sic] que éste se inserta a fin de descubrir, tras tales actos de habla, la intencionalidad (consciente o no) del agente (su fuerza