Escuela de Humorismo. Díaz-Caneja Guillermo
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Escuela de Humorismo - Díaz-Caneja Guillermo страница 9
– Sea lo que sea, habla.
– Pero ¿me prometes tomarlo en serio? – Y como viera que su tío la miraba con cierta sorpresa, añadió vivamente: – No; si ya sé que tú me quieres mucho, tiíto; que todo lo que yo digo y hago, aunque sea lo peor del mundo, para ti es lo mejor; pero…
– Vamos, chiquita, díme lo que sea, ó vas á ponerme en cuidado – dijo D. Sebastián tomando entre sus manos una de Clotilde y revelando en su semblante alguna inquietud. – ¿Qué cosa tan seria es esa que tienes que decirme?
– ¡Que tengo novio¡ – exclamó Clotilde bajando la vista y poniéndose roja como una amapola.
Don Sebastián, abriendo desmesuradamente los ojos, soltó una sonora carcajada.
– ¿Ves como te ríes? – dijo Clotilde con infantil enfado.
– ¿Y qué quieres que haga, si lo que tú llamas una cosa muy seria es la cosa más divertida del mundo… y la más lógica?
– ¡Es que no he concluído todavía!
– ¡Que no has concluído! – dijo D. Sebastián suspendiendo la risa.
– No.
– ¿Pues qué falta?
– Lo principal: que mi novio quiere hablaros; quiere que formalicemos las relaciones… y que nos casemos muy pronto.
– ¡Mira tú… mira tú; eso ya es más serio!
– ¿Eh?.. ¿Por qué no te ríes ahora?
– Pero, ¿desde cuándo tienes tú novio?
– Pronto hará ocho meses.
– ¿Ocho meses y tu tía no se había enterado?
– No; porque yo no quería que se enterara nadie hasta saber yo misma si mi novio era digno de llegar á serlo oficialmente.
– Ahora sí que te digo que eres una chica de verdadero talento; tener novio ocho meses y no saberlo tu tía… ¡porque me lo dices tú lo creo! Bueno, ¿y por qué no se lo dices á ella todo eso?
– Por nada… Es que como tiene ese modo de ser y esos prontos así, tan… pues he preferido decírtelo á ti.
– Eso; y que si hay voces… me las gane yo… ¿verdad?
– No, no; no es por eso; es que… ¡vamos!, yo no sé cómo decirte, tío; es que contigo tengo más confianza… ¡Como tú eres tan bueno para mí!
Sonrió cariñosamente D. Sebastián al oir á su sobrina, á la que adoraba como un padre.
– Y después de todo, ¿por qué ha de haber voces? ¿No es lo más natural que tú te cases, como se casan todas las muchachas que valen lo que tú y menos también?
– Cállate, tío, cállate, que yo no valgo nada.
– Bien, bien. Pero ahora, cuéntame, dame detalles, díme quién es él, qué hace él, de dónde viene tu conocimiento con él…
– Te lo voy á contar todo.
– Si te parece, emprenderemos el regreso; ya es casi de noche, y por el camino me lo puedes ir contando, ¿eh?
– Sí, sí; no sea que la tía se enfade porque tardamos.
Y en animado coloquio, tío y sobrina emprendieron el regreso hacia la casa, no muy distante del lugar en que se hallaban.
Clotilde había conocido á Felipe, que este era el nombre del novio, una tarde que fueron al teatro. Él la siguió hasta casa; al día siguiente volvió y la tiró una carta, cuando la vió en el jardín; ella le contestó poniendo reparos; él volvió á insistir, no dejando de ir una sola tarde; ante tal constancia, ella aceptó, en principio, las relaciones. No la pesaba haberlo hecho. Felipe no había faltado ni una sola vez, á pesar de la distancia y de lo molesto del camino; condición mucho más de apreciar por cuanto Felipe, que era comisionista, no paraba de andar en todo el día, y terminaba, como se suele decir, reventado. El muchacho era una joya: trabajador hasta un extremo verdaderamente exagerado, si es que en esto cabe exageración; de un carácter apacible y bondadoso, no se enfadaba más que cuando otro comisionista llegaba antes que él á un comercio y le quitaba alguna nota; esto sí, esto le sacaba de quicio completamente. Tenía un amor por su profesión que rayaba en locura. Cuando llegaba, al atardecer, á ver á Clotilde por la verja del jardín, no sabía hablar más que de las operaciones que había hecho en el día y de las que pensaba hacer en el siguiente. Donde había una peseta que ganar, allí caía Felipe como una bomba; y mal tenían que ponerse las cosas para que aquella peseta no pasara á su bolsillo. En fin, Felipe era un muchacho que podía hacer feliz á cualquier mujer.
De tal modo elogió Clotilde á su novio, que D. Sebastián hubo de exclamar:
– De modo ¿que tú crees que Felipe tiene todas las condiciones necesarias para hacerte feliz?
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.