Memorias de Idhún. Saga. Laura Gallego

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Memorias de Idhún. Saga - Laura Gallego страница 98

Memorias de Idhún. Saga - Laura  Gallego Memorias de Idhún

Скачать книгу

preguntabas por mis sentimientos –prosiguió Kirtash–. Los sheks no pueden amar a los humanos, como ya imaginabas. Y, sin embargo, me fijé en ti porque soy un shek. Si hubiera sido simplemente un asesino humano, te habría matado sin vacilar. Pero vi algo en ti que me llamó la atención, primero, me intrigó, después, y finalmente me fascinó.

      »Pero si esa fascinación se convirtió en algo más, Victoria, es porque también soy humano y, como humano, puedo experimentar emociones. Esas emociones, que para Jack son su fuerza, para mí son una debilidad. Mi padre lo sabe; sabe lo que siento por ti, sabe que eres mi punto débil, y por eso ha decidido que debes morir.

      Victoria sintió que le faltaba el aliento. Su historia la había conmovido profundamente, pero, sobre todo, había vuelto a desatar aquellos confusos sentimientos en su interior. Porque ahora sabía con certeza lo que, en el fondo, su corazón no había dudado ni un solo instante: que había algo entre ellos dos, una emoción intensa, real. Porque él era humano, en parte. Como ella.

      Se acercó un poco más.

      —Christian –susurró–. ¿Puedo llamarte Christian?

      —¿Llamas Christian a mi parte humana? –preguntó él, sonriendo.

      Victoria frunció el ceño, pensativa.

      —Tal vez... no sé. Te llamo Kirtash cuando te odio. Te llamo Christian cuando te quiero. Es difícil definirse por uno u otro sentimiento, tratándose de ti.

      La sonrisa de Christian se hizo más amplia.

      —Es confuso –prosiguió ella–. Tienes razón. Si fueras un humano completo no sentiría lo que siento por ti. Pero... tal vez tampoco te odiaría a veces. Me horroriza la forma que tienes de matar, como si la vida humana no fuera importante.

      —No lo es. Al menos, no para un shek.

      —A eso me refiero. No sé a qué atenerme contigo.

      Y tampoco ayuda el hecho de que estés obsesionado con matar a mi mejor amigo.

      —Es mucho más que tu mejor amigo, Victoria.

      —¿Eso te molesta?

      —En absoluto. No estoy celoso, si es eso lo que piensas. No veo por qué tienes que amar a una sola persona, si en tu corazón hay espacio para dos. No me perteneces. Tan solo me pertenece lo que sientes por mí. Pero tú puedes sentir otras cosas... por otras personas. Los sentimientos son libres y no siguen normas de ninguna clase.

      »Quiero matar a Jack por dos motivos. Uno, por ser lo que es. El otro, para salvarte la vida. Como ves, no tiene nada que ver el que estés enamorada de él. Y menos aún, que él te corresponda. Eso hará las cosas más fáciles, ya que es lo único en lo que Jack y yo estamos de acuerdo: en que queremos que no sufras ningún daño.

      —¿Pero por qué... por qué dices que tienes que matar a Jack para salvarme la vida?

      —Ashran os tiene en su lista negra, Victoria. Debéis morir. Mi misión consiste en matar a los renegados, ya lo sabes. Eso te incluye a ti... de una manera especial, por una serie de razones.

      »Si le ofrezco a mi padre la vida de Jack, podrá perdonarte. No me preguntes por qué; es así.

      Victoria calló un momento. Después, dijo:

      —¿Y si me voy contigo a Idhún, como me propusiste? ¿Salvaría eso la vida de Jack?

      Christian negó con la cabeza.

      —¿Por qué? –preguntó ella, desolada.

      —Ya es demasiado tarde, Victoria. Antes me parecía la mejor opción para ti. Pero antes no sabía lo que sé ahora. Las cosas han cambiado.

      —No entiendo nada –murmuró Victoria–. Yo... estoy cansada de esta guerra, estoy cansada de esta lucha, de tantas muertes. Y –añadió, mirándolo a los ojos– no quiero vivir en un mundo en el que no exista Jack.

      —Lo sé –respondió Christian con suavidad–. Me di cuenta el otro día, cuando me viste como shek y, a pesar de eso, estabas dispuesta a morir para protegerlo.

      —¿Te molestó?

      —Me molestó, sí, porque quiero ver a Jack muerto, pero, por encima de todo, quiero que sigas viva. Y, como ya te dije una vez, eso me puede traer muchos problemas.

      Victoria asintió, comprendiendo.

      —Quédate con nosotros, entonces –le pidió–. No vuelvas con Ashran –inspiró hondo antes de mirarlo a los ojos y decir–: Ven conmigo.

      —¿Que abandone mi bando, dices? –dijo Christian, casi riéndose–. Me pides que traicione a mi gente, a mi señor... a mi padre.

      —Lo estás haciendo ya –le recordó Victoria con suavidad–. Ashran me quiere muerta. No sabe que estás aquí.

      Pareció que Christian vacilaba.

      —Porque, a pesar de todo, no puedo traicionarme a mí mismo –se volvió para mirarla–. Me dejaría matar antes que permitir que sufrieras ningún daño.

      Victoria reprimió un suspiro. Sabía que hablaba en serio, sabía que era sincero cuando le decía aquello, y eso la confundía, pero también hacía que sus propios sentimientos hacia él se descontrolasen, como un río desbordado. Y, sin embargo, todavía no estaba segura de querer amar a alguien que no era del todo humano.

      Pero deseaba de veras acercarse más a él, sentir su contacto... una vez más...

      —¿Puedo abrazarte? –le preguntó, titubeando. Christian la miró, indeciso. Victoria ya se había dado cuenta de que a él no le gustaba que lo tocasen, pero insistió:

      —Por favor.

      Él asintió casi imperceptiblemente. Victoria lo abrazó con todas sus fuerzas y, tras un instante de duda, Christian la abrazó también.

      La muchacha cerró los ojos y disfrutó de aquel roce, y de las sensaciones que provocaba en su interior. Humano o no, comprendió que necesitaba estar junto a él.

      Y eso le recordó que Christian había acudido allí para despedirse.

      —Cuando te vayas –susurró ella– no volveré a verte, ¿verdad?

      —¿Te esconderás en Limbhad, Victoria? ¿Me lo prometes?

      —¿Qué pasará con Jack?

      —Estamos condenados a enfrentarnos, criatura. Tarde o temprano, volveremos a hacerlo. Sabes que lucharé con todas mis fuerzas para acabar con su vida..., pero ahora, más que nunca, sé que es posible que sea él quien me mate a mí –añadió, contemplando pensativo el círculo de árboles quemados y ennegrecidos que se veía más abajo, en el pinar.

      —Pero yo no quiero perderos a ninguno de los dos –protestó ella.

      —Si venzo en esa lucha –prosiguió Christian–, volverás a verme, porque estarás a salvo, y podré llevarte conmigo a Idhún, si todavía lo deseas. Pero es muy probable que me odies entonces, porque Jack estará

Скачать книгу