La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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contra la “violencia por dote” (y no necesariamente contra la dote en sí) y en la necesidad de fortalecer la posición de las mujeres facilitando su acceso a los recursos productivos. Sólo con la emancipación económica de las mujeres podría atajarse la violencia de género en la India. La herencia de su parte de la propiedad familiar es un paso crítico. A medida que las hijas heredan tierras y propiedades, los patrones de residencia también tienden a modificarse (puede que sea el marido el que vaya a vivir a la propiedad heredada por su esposa, haciendo de la aldea un espacio menos homogéneo).

      Ocurre que, por el momento, perdura la extendida noción de que ellas ya reciben su parte en joyas y regalos de boda, de modo que la propiedad familiar queda en manos de los varones. De ahí que no suela existir conflicto entre hermanos y hermanas en la India. Puesto que ellas “renuncian” a cualquier pretensión de herencia a cambio de la seguridad de la familia natal si las cosas no les van bien en su matrimonio (cosa no tan factible como algunas creen), eluden la responsabilidad de cuidar de sus padres cuando son ancianos (¡aunque no evitan cuidar de sus suegros!)

      Algunos estudios revelan que cuando una sociedad entra en el modo de producción capitalista y adopta un estilo más individualista, los derechos de las mujeres aumentan. Sin embargo, hemos visto que en el caso indio la entrada en una economía de mercado conllevó un incremento de las dotes, y que las mujeres sigan sin heredar. La situación actual de la mujer en India no es una prolongación de tradiciones premodernas; resulta más bien la hibridación de las viejas patriarquías indobrahmánicas con las nuevas patriarquías capitalistas. Como vimos, el Estado (colonial e independiente), bien que indudablemente otorgó libertades a las mujeres, eliminó muchos de los derechos que tenían sobre la propiedad. En su cruzada contra las “dotes abusivas”, los británicos tomaron la extravagancia de unos caudillos (en realidad, se trataba de los suntuosos matrimonios –que funcionaban como alianzas políticas– de unos pocos aristócratas) por un síntoma de mal gobierno. De esta forma podían justificar su actuación colonial y anexión de territorios.

      En su proceso de expropiación de las leyes indias, los dirigentes coloniales, con la inestimable ayuda de los reformadores indios, eliminaron cualquier agencia económica que las mujeres hubieran tenido72 y los pocos recursos económicos y simbólicos de los que disponían, como el strī-dhana o el mahr. Bina Agarwal señala que la intervención del Estado colonial y moderno transformó una sociedad virtualmente sin clases y de relativa igualdad de género, como la gāro de Assam, en una sociedad mucho más diferenciada en términos de clase y género.73 Lo mismo sucedió con otros pueblos del noreste, como los khāsis o los jaintiyās. También los cambios en la estructura matriarcal de Kerala fueron en gran medida el resultado de la intervención del Estado colonial74 y los reformadores indios. K. Saradamoni75 y Praveena Kodoth76 han estudiado cómo el contexto colonial y reformista de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX introdujo unos formalismos legales de corte occidental que marginaron la costumbre y la matrilinealidad, eliminando el derecho femenino a la propiedad. En esta región, la violencia de género y la dote han ido infiltrándose a medida que se ha ido imponiendo un nuevo modelo de enlace: el matrimonio connubial estable y monógamo.77 Ahora, la dote se ha convertido en el precio que las familias económicamente vulnerables han de pagar para aspirar a los marcadores modernos de respetabilidad. Por ello se expande tan rápidamente entre comunidades –como las dalits– que hasta hace muy pocas décadas la desconocían.

      Los movimientos feministas han abandonado la ingenua pretensión de “convencer” a políticos, policías y jueces; que no sólo son ineficaces, corruptos y alejados del sentir popular, sino que, en tanto extensión del Estado, forman parte de la misma patriarquía que quieren combatir. Leyes, haberlas haylas, pero como comenta Veena T. Oldenburg, «cuando se trata de aplicarlas, el Estado desaparece».78 (Leyes, por otra parte, que sorprendentemente criminalizan tanto a los solicitantes de dote como a los dadores.) La maniobra pasa ahora por apoyar a las mujeres en momentos de crisis y en concienciar a los familiares y vecinos. En prácticamente todos los casos de violencia por dote en que la chica ha recibido apoyo familiar, ha podido rehacer su vida. Si bien en los últimos 30 o 40 años, la “familia extensa” ha pasado a ser el blanco de todas las críticas; es esa misma familia «la fuente más importante de apoyo, protección y plenitud para la mayoría de las mujeres», en palabras de Madhu Kishwar.79 Y recordemos que la familia india puede ser muy muy extensa [FIG. 8].

      LA MADRE

      En la sociedad patriarcal, el ideal de “madre” es mucho más importante que el de “esposa”. Como dice una bendición muy popular en la India: «¡Que seas la madre de cien hijos!»

      El día en que la mujer da a luz a su primer bebé, su posición en la familia mejora considerablemente. Es más, durante los primeros años de matrimonio, las relaciones marido/esposa son tenues y distantes. No es raro que duerman en habitaciones separadas o que no mencionen el nombre de pila del otro. Como dice Susan Seymour, la intimidad emocional se desarrolla de forma gradual y no debería expresarse demasiado abiertamente.80 Se sospecha del amor romántico –aunque se ensalza en la literatura, en las baladas populares o en el cine de Bollywood–, porque es excesivamente individualista, demasiado dependiente del apego o la pasión, emociones bastante dudosas para la idiosincrasia surasiática.

      Para muchas mujeres indias, la noción de que la relación esposa-marido pueda ser el eje del matrimonio no tiene demasiado sentido. El centro de interés para la mayoría de ellas es la felicidad “familiar”, sobre todo de los niños. No es que no se reconozca ni se valore el amor conyugal o sensual. La historia de enamoramiento sigue siendo un sueño para muchas mujeres –y hombres– ya que captura la noción de un amor libre de tabúes sociales y culturales. Precisamente porque la suegra puede truncar ese amor conyugal, el eje suegra-nuera suele ser el más conflictivo de la familia. No pocas canciones de la India popular lo reflejan.81

      La pasión erótica y el cariño conyugal son universales y han estado bien presentes en la India (tierra del Kāma-sūtra o los templos de Khajuraho, no lo olvidemos). Pero la realidad factual –que el matrimonio pactado refuerza– es que la mujer llega al matrimonio con unas expectativas bastante elementales: que el marido no la pegue ni beba demasiado; quizá tengan esperanzas algo mayores las mujeres de clase social más elevada (pero nimias si las comparamos con las de las mujeres de Occidente). Como han señalado los Kakar, en ningún momento se le pasa por la cabeza que el marido tenga que satisfacer todas sus aspiraciones y necesidades emocionales.82

      Lentamente, la relación conyugal irá cobrando relevancia, incluso incorporando dosis de amor, ternura, erotismo, respeto mutuo y hasta romanticismo. Pero, tal y como expresan Sudhir y Katharina Kakar, «el amor no se busca antes del matrimonio, sino que idealmente surge… después».83 En la ideología del hogar extenso se espera que esas emociones se queden en la trastienda y, si es necesario, se sacrifiquen en beneficio de la solidaridad del clan. En la India profunda, todavía pueden encontrarse parejas que no se hablan en público, siquiera frente a niños pequeños. Muchos indios e indias definen el amor como un compromiso a largo plazo y devoción a la familia.84 Algo que corroboran los estudios sociológicos, que muestran que a partir del segundo año de relación marital el amor romántico asciende en los matrimonios pactados (mientras que desciende a partir del quinto en los matrimonios por amor).85 La opinión generalizada en la India es que no sólo su fórmula funciona, sino que sus matrimonios tienen más éxito que los de Occidente. Algo tampoco improbable. Un estudio realizado por Tulika Jaiswal entre la clase media urbana de Allahabad (Uttar Pradesh) muestra que, en términos generales –y contradiciendo el estereotipo que pinta el matrimonio pactado como un acuerdo pragmático sin pizca de emotividad–, los marcadores de satisfacción marital de los matrimonios pactados de India son similares a los de matrimonios por amor de Europa o EE.UU.86

      Eso no impide que los roles de esposa y de madre puedan entrar en conflicto (como también los de hija y esposa). Es interesante ver –dice K.R. Sundararajan– «que tan pronto como una esposa asume el rol de madre, su lealtad se desplaza de su marido

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