La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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una mujer pertenece a una de las castas altas o medias, es virtualmente una rehén, confinada dentro de los muros de su hogar a una vida de aislamiento y duro trabajo doméstico […] Si pertenece a una de las castas bajas, es libre de salir de la casa; por lo general para trabajar en el campo como jornalera temporal».29

      La educación social de la niña se preocupa por cómo la joven se mueve, camina, se sienta, habla o se relaciona con los demás. Siempre debería exhibir modestia, elegancia y pudor. La joven ha de mostrar su capacidad de autocontrol. Si cuando era niña no había problema para que jugara con otras niñas y niños del vecindario, a partir de la pubertad se tiende a recluirla en el espacio seguro, privado y aislado del hogar.

      Muchos hogares extensos de la India están delimitados por áreas. Las exteriores son dominio de los varones; las interiores (por lo general alrededor de la cocina) son territorio femenino. De ahí la protección de la cocina de forasteros y personas ajenas al círculo familiar íntimo (amén de otras reglas de polución).

      La incorporación a la patrilínea

      Idealmente, poco después de la primera menstruación debería llevarse a cabo el matrimonio. Mientras es una niña, es considerada pura (por su virginidad) pero no auspiciosa (por su incapacidad de procrear). Cuando ya puede tener hijos pasa a ser impura (al menstruar) pero auspiciosa, ya que es capaz de prolongar el clan. De ahí la práctica del matrimonio infantil, que tenía lugar antes de ese tránsito. Edward Blunt publicó un inmenso listado de castas que a principios del siglo XX practicaban el matrimonio infantil, para concluir que «el matrimonio adulto era raro» entre las castas bajas [FIG. 9].30 En muchos casos, la familia pactaba el matrimonio al nacer la niña, o durante su tierna infancia, si bien no iría a vivir a casa del chico hasta que se celebrara la boda o hasta que tuviera la edad de procrear.

      La sociabilización de la adolescente tiene un punto de mira nítido: que el día de su matrimonio pueda abandonar su familia, su localidad, su hogar de la infancia y juventud, y entre en un nuevo mundo, el de su marido y sus suegros, donde no conoce a nadie y donde tendrá que competir con otras mujeres. Esta transición puede ser bastante traumática, ya que la recién llegada –muchas veces una adolescente– entra en la que va a ser su familia por la “puerta trasera”. En palabras de la feminista Nivedita Menon, la institución del matrimonio, tal y como se ha constituido en la India, «implica una violenta remodelación del sí mismo de la mujer».31 Apenas tiene relación con un marido a quien casi no conoce, hace de “sirvienta” de sus cuñadas y de la suegra (quien, a su vez, está más preocupada de que su hija, que ha partido a otra casa, quede embarazada o venga a visitarla). Se dedica tanto al cuidado de sus sobrinos como a hacer la comida o limpiar la casa. En la jerarquía doméstica, la recién casada ocupa el escalafón más bajo. Ella es la más susceptible de sufrir algún tipo de violencia. Con los nuevos familiares masculinos (en especial, el hermano mayor de su marido) ha de tener extremada cautela, hasta el punto de evitarlos (salvo a los niños y al hermano menor de su marido).d Nunca comerá antes que su marido o parientes masculinos, ya que sería considerado una falta de respeto. La pardā más estricta debe realizarse ante el suegro, cuyo nombre jamás debe pronunciar y a quien nunca sirve la comida.

      9. Matrimonio infantil de una pareja dalit recién casada. El niño tenía 14 años, la niña sólo 7. Bombay (Maharashtra). Foto: Margaret BourkeWhite para la revista Life, 1946.

      En realidad, dada la centralidad del eje padre-hijo en la familia tradicional india, el eje marido-esposa queda relegado a un segundo término, al menos durante los primeros años de matrimonio. De ahí que la familia vigile siempre que la nueva esposa no distraiga demasiado al marido y desatienda su trabajo o sus deberes como hijo, padre, tío o sobrino. Cualquier signo de gran apego en la pareja (o de favoritismo del marido hacia su esposa) va a ser vigilado. El agente de control suele ser la famosa “suegra”, que tratará de prevenir que surja una cédula “extranjera” en el cuerpo familiar, como gráficamente exponen Sudhir y Katharina Kakar.32 Incluso cuando la relación con la suegra tiene la apariencia de ser buena, muchas nueras dicen sentirse controladas y espiadas.33 Téngase en cuenta, además, que el hogar extenso indio –donde la intimidad es nula– es un permanente foco de erotismo; un mundo repleto de cuñadas, cuñados, suegros, sobrinos y sobrinas potencialmente tentadores.

      Como impera una clara jerarquía de edad (los niños obedecen a sus padres, que a su vez obedecen al patriarca), no es nada infrecuente que se recurra al castigo físico. Igual que el padre da un cachete a sus hijos (aunque rara vez a sus hijas), el marido puede golpear a su esposa [FIG. 11]. En el paradigma de la familia extensa, el recurso a la violencia se considera tolerable si sirve para mantener la autoridad de la patrilínea.

      La mayor parte del tiempo, la recién casada lo pasa con otras mujeres de la familia extensa, y es con ellas con quienes intimará o será susceptible de tener problemas. Vive en un pueblo o un barrio seguramente desconocido. (Y no está demasiado bien visto que intime con vecinas ajenas al círculo familiar.) El entorno puede ser hostil y emocionalmente perturbador. La incorporación a la patrilínea del marido representa una época muy difícil para la joven. Quizá todo esto explique la fortaleza y madurez de la mujer india. Lo mismo que la cierta indulgencia maternal que la joven recibe cuando va de visita a su hogar natal. Considerada entonces una “huésped”, es tratada –o debería ser tratada– con toda la cortesía que exigen las reglas de hospitalidad. Su madre en particular (conocedora por experiencia propia de los conflictos emocionales que su hija debe de estar pasando) suele mostrarse cariñosamente comprensiva.

      Como ya hemos mencionado, la transferencia de la mujer a la familia del marido refuerza la preferencia por el niño varón. Lo decía un informante al antropólogo S.C. Dube: «Criar a una niña es como regar una planta en el jardín de otro».34 Antes de los 20 años, la niña partirá (y consigo también se irá una suculenta dote). La vulnerabilidad de las mujeres procede en gran parte de este hecho: son sólo miembros temporales de su familia natal. Las familias que sólo tienen hijas son vistas con lástima por los demás. No es que las niñas sean despreciadas. De hecho, el psicoanalista Sudhir Kakar ha resaltado que, a pesar de no ser el sexo preferido, las hijas reciben suficiente atención de sus madres y parientes y se sienten amadas y seguras. La niña india no se siente discriminada o tratada injustamente respecto a su hermano.35 Esta percepción subjetiva –que no se corresponde con la realidad estadística– indica que la preferencia por el varón no menoscaba la psique de la niña. La patriarquía queda atenuada por el filtro de la familia. Al crecer en círculos femeninos muy compactos, las hijas pueden disfrutar de cierto grado de autonomía y poder. La discriminación hacia la mujer en una sociedad claramente patriarcal ha reforzado mucho el vínculo madre-hija. El cuidado que las madres y otros miembros femeninos de la familia otorgan a las niñas es muy profundo. Y por el mismo motivo, los padres también tienen una especial ternura hacia sus hijas. Todos estos factores tienden a mitigar el daño a la autoestima que puede sufrir la niña cuando descubre que en su sociedad ella es considerada inferior al niño. Un trabajo con estudiantes de la ciudad de Pune mostró que las niñas se sentían más aceptadas por los dos padres que los niños.

      Todo esto es sin duda así. Pero como Leela Dube ha señalado, «el mensaje que se comunica es el de la inmutabilidad del sistema social y que la estadía de una hija en la casa paterna es corta».36 Su hogar natal pronto se convertirá en la “casa de sus cuñadas”.

      Insistamos en que este recuento es ideal, quizá ya inaceptable para muchas mujeres de la clase media urbana actual, pero es un modelo que ilustra cómo la patriarquía de la familia extensa todavía se inscribe en muchas mujeres de la India de hoy… y, desde luego, del pasado.

      El strī-dharma

      Históricamente,

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