La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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que sea miembro de otra casta con la que habitualmente su grupo ha mantenido lazos maritales. De esta forma se asegura que la familia posee costumbres alimentarias o cúlticas parecidas. Y, desde luego, se vigila que no pertenezca a ninguna de las categorías (sagotra o sapiṇḍa, o sea, del mismo linaje o familia) que las reglas de exogamia prohíben. Eso equivaldría a un tipo de incesto.

      Hoy, un matrimonio entre miembros de castas diferentes es aceptado –en la India urbana– siempre y cuando el desnivel ritual no sea demasiado visible. Pero aunque el círculo matrimonial se haya ampliado, y aunque se lea con frecuencia en las secciones de “Contactos” de los periódicos que la casta o la subcasta no importan (subcaste no bar), el grueso de peticiones buscan una alianza con una familia de la “comunidad” o de la “clase” correctas, que son meros eufemismos para “casta”.

      El segundo aspecto esencial en la elección matrimonial es dar con alguien de estatus económico o social comparable (o superior, claro). Por tanto, la “clase” también entra en juego. En la India está muy arraigada la noción de “alcurnia” (khāndān) o “buena familia”, no en su sentido aristocrático, mas en el de una familia que haya adquirido “distinción”, en el pasado o en el presente. Por norma, se buscan familias cuya reputación esté fuera de duda; donde el chico se muestre trabajador y la chica, recatada. Se comprueba la compatibilidad astrológica. Los niveles económicos, la personalidad y la proyección laboral del chico se tienen cada vez más en cuenta. Se mira la apariencia física, en especial el color de la piel, de la chica. Pero aunque la belleza de la joven es importante, no llega a ser tan estresante como para las jóvenes de Occidente, que pueden temer no llegar a encontrar pareja por ser feas o descuidadas. En la India, una persona con defectos físicos pronunciados tiene siempre la posibilidad de desposar a alguien de estatus inferior y, así, evitar la soltería. Los estudios son hoy también valorados. Y, por encima de todo, la salud. Una investigación sobre la casta mercantil vyśya de Andhra Pradesh arrojó que los principales criterios a la hora de elegir pareja matrimonial eran la salud (87%), el buen nombre de la familia (82,3%) y la educación (81,5%).43 Es en esta serie de aspectos donde los jóvenes tienen hoy voz, y hasta la posibilidad de vetar a un candidato o una candidata. La ley exige que el novio haya cumplido 21 años y la novia, 18, pero sabido es que en zonas rurales –de Rajasthan, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh o Chhattisgarh– no se respetan estos topes.c

      Si uno hurga en los tratados brahmánicos de la antigüedad, constatará que la preocupación por dar con “buenas familias”, con novios inteligentes, cualificados y saludables, o con novias de intachable conducta (léase, vírgenes) y buena presencia, ya angustiaba a los indios de hace 2.000 años.44

      La boda

      El sacramento matrimonial en sí consiste en una serie de ritos entrelazados. La ceremonia hindú empieza con la “donación de la novia” (kanyā-dāna). (El modelo no debería resultar demasiado extraño a un cristiano, donde hasta no hace tanto los padres “daban” a la hija en matrimonio a la familia del novio.) Sigue un rito por el cual la responsabilidad de la chica se transfiere al padre del novio. Luego vienen multitud de pequeños ritos [FIG. 6; FIG. 40]. Los más importantes son el sāptapadī o “siete pasos”, con el que el matrimonio queda oficialmente establecido, y el maṅgalasūtra-dāna, cuando el novio coloca un collar de cuentas negras y oro en el cuello de la novia, que simboliza su buena fortuna y su estatus auspicioso. Por supuesto, a la ceremonia le sigue un gran festín; y la entrada de la esposa en su nuevo hogar. La consumación del matrimonio (garbhādhāna) completa este complejo y colorido universo ritual.

      La boda suele llevarse a cabo en el templo, el ayuntamiento de la aldea, una carpa de la asociación de casta o, en el caso de familias pudientes, en los jardines de su propiedad. Pueden alquilarse sacerdotes, músicos y cocineros de alta casta para que preparen los menús apropiados. Normalmente, el banquete lo sirven familiares de los cónyuges. Los viejos tabúes de comensalía [véase La alimentación, de nuevo] tienden hoy a relajarse.

      6. Uno de los múltiples rituales que componen la boda hindú. En este caso, una ceremonia nupcial rājput, macrocasta históricamente inclinada a la hipergamia. Foto: Jaisingh Rathore, 2006.

      DIVORCIO Y SEGUNDO MATRIMONIO

      La moderna legislación india, que es claramente secular, admite el divorcio. Desde los 1970s, se acepta el divorcio por consentimiento mutuo, que es el más común en la actualidad. Sin embargo, la India –y especialmente la India hindú– tiene uno de los índices de divorcio más bajos del mundo. Esa longevidad marital tiene mucho que ver con la forma en que la cultura surasiática entiende el propósito del matrimonio, además de una serie de aspectos económicos y jurídicos ligados a él.

      Pero el número de divorcios aumenta año tras año, en buena medida por la tendencia a la nuclearización de las familias urbanas y, sobre todo, por la creciente emancipación económica de las mujeres. El fenómeno atañe a todas las clases. Las castas bajas suelen aceptarlo con mayor naturalidad ya que el matrimonio no posee el aura de indisolubilidad que comporta entre las castas altas. Entre las que poseen una concepción más sanscritizada (tradicional), el divorcio ha estado muy mal considerado. Por ello, y aunque el número de casos sigue aumentando, es un tópico de conversación casi tabú.

      Puesto que el matrimonio no es un asunto privado, sino una forma de santificar los lazos de parentesco a través del tránsito de la mujer de una familia a otra, su ruptura se considera una fractura social y cósmica que hará de la mujer (rara vez del marido) una persona altamente inauspiciosa. El matrimonio es para un hindú un sacramento (saṃskāra) y, como tal, es indisoluble. (También para los cristianos indios constituye un sacramento irreversible.) Es un hecho que numerosos divorcios afectan a matrimonios “por amor” o “abiertos” y que, en proporción, el matrimonio pactado sale mejor parado. En parte, ello es consecuencia de la presión a la que están sometidas las mujeres para que el matrimonio se mantenga a toda costa. En este sentido, la gran transformación se está dando en la nueva clase media urbana. La mujer con estudios de clase media posee mayor independencia, es más individualista y ya considera que un divorcio es preferible a un mal matrimonio.

      Con todo, incluso los textos clásicos permitían el segundo matrimonio para las mujeres en determinadas circunstancias.45 También el divorcio es aceptado por la ley islámica, aunque por iniciativa del varón. Los principales motivos de divorcio son el adulterio, la esterilidad, el alcoholismo o la incapacidad manifiesta –del varón– de ganar dinero.

      La poligamia era aceptada entre los hindúes y los sikhs bajo ciertas condiciones, pero es cosa del lejano pasado. La ley musulmana permite hasta cuatro esposas, pero lo cierto es que esta costumbre no goza de demasiado prestigio hoy en día, ni siquiera por parte de los juristas musulmanes.

      Entre las castas más bajas no hay impedimentos para un segundo matrimonio. No obstante, incluso para estas el divorcio o el segundo matrimonio siguen siendo opciones más teóricas que otra cosa. En el caso de que haya existido pago-de-novia (en lugar de dote) [véase Dote y pago-de-novia], la familia de la mujer tendría que devolver la cantidad recibida. Además, los hijos del primer enlace se quedarían con el padre y ella perdería cualquier derecho sobre ellos.

      Entre las castas altas, las segundas nupcias son sólo aceptables para el varón, y nunca para la mujer. De ahí que algunas castas se subdividan en dos secciones: la que no permite segundas nupcias a las viudas (vīśa), y la que sí (daśā). La primera es siempre más elevada.

      La regla de la endogamia

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