La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana
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Un estudio en siete estados indios a principios de los 1990s mostraba que sólo el 13% de las mujeres con padres propietarios de tierras heredaron alguna parcela. Eso significa que ¡un 87% de mujeres no heredó! aun pudiendo hacerlo. Incluso entre las viudas sólo un 51% había recibido algo en herencia. Aunque con la Ley de Sucesiones del 2005 las cosas posiblemente estén mejorando, está claro que la inmensa mayoría de las mujeres sigue a merced de los círculos masculinos.
LA EDUCACIÓN DE LA NIÑA (Y EL NIÑO)
Al hablar de “la mujer” en la India nos estamos refiriendo a 600 millones de personas con enormes diferencias sociales, económicas, culturales o personales. No aludimos a una misma “mujer india” cuando hablamos de una joven urbana de clase alta, educada en inglés, con estudios superiores, imbuida de valores cosmopolitas (posiblemente más parecidos a los de una joven de su misma condición de Toronto o Estambul), que cuando nos referimos a otra “mujer india” de clase y casta bajas, que lleva 40 años trabajando de cestera en una aldea de la India rural. Entiéndase, pues, el esfuerzo en generalizar que realizaremos a continuación. No todas las mujeres o niñas indias pueden verse a través de la lente de la patriarquía, ni es recomendable proyectar formas de patriarquía de otras sociedades sobre la india. Hecha esta advertencia, se entenderá que nuestro propósito aquí es ante todo didáctico: mostrar cómo muchas niñas y mujeres del Sur de Asia viven e integran las formas sociales de patriarquía.
Un universo densamente poblado
Mientras son muy pequeños, en la India los niños y niñas reciben una educación bastante similar. No se enfatiza tanto la diferencia de género como la pertenencia a una familia, comunidad y casta. La principal noción que aprenden es la de interdependencia: la comprensión de que no son individuos únicos, sino miembros de una entidad mayor. Esta cierta devaluación del sentido “individual” queda patente en el rito de imposición del nombre. A diferencia de otros países, en la India el nombre del bebé suele mantenerse en secreto. Durante su infancia se recurre a un mote cariñoso. La mayoría de los niños no recibe el nombre hasta su primer aniversario, y en muchos casos no se hace público hasta los 6 o 7 años (cuando se supone que ya no es tan vulnerable a la manipulación sónica). Muchos no lo utilizan hasta la edad adulta. El sentido de autonomía personal o de individuación, típico de la sociedad euroamericana, no parece ser prioritario en la familia extensa de la India.21 Lo que los niños y niñas indios aprenden desde críos es que se deben a su familia [FIG. 8] y a su grupo (clan, casta, secta y hasta empresa). El individuo es importante en la medida en que contribuye a mantener un organismo mayor. Téngase en cuenta que en la familia extensa, además del grupo central formado por el patriarca, la matriarca, sus hijos varones y sus esposas, más los hijos e hijas de estas parejas, también pueden convivir tías viudas o parientes lejanos (varones), que suelen llamarse “tíos”. Ídem en Pakistán, Nepal, Bangladesh o Sri Lanka.
En estos hogares extensos, los niños se mueven libremente entre diferentes “madres”, “tíos” y “hermanas”. Jamás están aislados. Aunque, por supuesto, la madre es su principal vínculo afectivo, los niños y niñas aprenden en seguida que ella no es la única fuente de cuidado y atención.22 Padre, abuela, abuelo, tías, primas, incluso los vecinos participan en la educación y ocupan un espacio mucho mayor en el mundo interior de los indios que entre europeos o norteamericanos. Como pone Anand Giridharadas, «cada niño recibe un poquito de amor de todo el mundo y mucho amor de nadie en particular».23 (De ahí, tal vez, que el psicoanálisis, basado en el modelo de familia nuclear burguesa de la Europa del siglo XX, nunca haya funcionado demasiado bien en el contexto de los hogares extensos de la India.) Es un hecho que los jóvenes indios no buscan romper con la generación de sus padres como ocurre en Occidente (donde incluso se considera necesario). El choque generacional no es una verdad psicológica universal.24 Y es palpable el respeto que los indios profesan por la gente de edad, ya sea la abuela, los ancianos de la casta y hasta veteranos políticos.
8. Una familia extensa puede componerse de entre 30 y 40 personas. Familia deśastha-brāhmaṇ reunida con ocasión del sacramento del upanayama (o munja) de dos niños. Maharashtra, principios de los 1970s.
La pardā
A medida que la niña crece, su sociabilización empieza a divergir de la de su hermano. Se la educa para que llegue a ser una mujer obediente, fiel, trabajadora, sacrificada y hogareña. En el norte es costumbre que a partir de la pubertad se abstenga de aparecer mucho en público y, cuando lo haga, utilice un velo o pañuelo (dupaṭṭā). La joven tendrá pocas actividades de ocio que impliquen salir de casa (visitar amigas, ir al cine, al mercado). Esta norma se conoce en persa como pardā (anglohindi: purdah) y simboliza el tránsito de niña a futura mujer casada o nuera. Se considera que en este período –entre la pubertad y el matrimonio– es extremadamente vulnerable, por lo que urge acortarlo al máximo (o eliminarlo de cuajo con la práctica del matrimonio infantil).
La pardā comienza cuando la niña es capaz de procrear y disminuye a medida que deja de menstruar. Expresa la necesidad de controlar la sexualidad de la mujer y dirigirla hacia una procreación regulada por el matrimonio.25 Y una manera de apaciguar y controlar el poder y la energía femeninas (śakti). Obviamente, en los medios urbanos modernos esta práctica se ha relajado de forma considerable, pero no la ideología que subyace: que ella es responsable de mantener prudente distancia con chicos y hombres, y que su comportamiento es vital para el honor de la familia. (Con todo, no siempre el recurrir al velo o al pañuelo en público es signo de patriarquía; hoy puede significar también devoción religiosa; y hasta puede utilizarse como una forma de coquetería “aceptable”.)
Una joven que aparece en público con chicos de su edad está deshonrando la reputación familiar. No digamos si llegara a quedar embarazada. Lo equivalente en el varón sería la adicción a la bebida, el juego o a comer alimentos prohibidos, aunque hay que admitir que también se ejerce bastante presión sobre su sexualidad. Pero como muestra la ambigua permisividad hacia el adulterio masculino frente a la intransigencia con el femenino, está claro que el peso de estas nociones recae sobre todo en las mujeres.
Algunos ven en todo ello nociones de claro origen islámico.26 Otros piensan que hay muchas pruebas que muestran que ya en los primeros siglos de nuestra era las mujeres de alta casta de la India no tenían acceso al espacio público.27 Da lo mismo. Es cierto que el “lenguaje” actual de la pardā tiene acento islámico, pero ha sido integrado con tanta facilidad por las hindúes que lo de menos es conocer su origen.c Tampoco podemos pasar por alto que la práctica de ocultarse ante varones extraños es una estrategia que ha ido refinándose en zonas de conflicto permanente (como el “gran Punjab”, vía de entrada de casi todas las invasiones al Sur de Asia). No sólo se trata de una cuestión de recatamiento, sino también de una manera de protegerse de conquistadores que, con frecuencia, eran violadores y capturaban a las mujeres.28 Ni podemos olvidar –como recordaremos cuando tratemos del islam– que la pardā otorga estatus social [véase en Castas musulmanas]. Sólo los colectivos bajos y empobrecidos están obligados a destapar a sus mujeres y mandarlas a trabajar. La pardā distingue a la élite