La sociedad de castas. Agustín Pániker Vilaplana

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La sociedad de castas - Agustín Pániker Vilaplana Ensayo

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entonces evidentemente cada ser humano tiene un elemento de todas las castas en sí mismo».12 En otras palabras, todos poseemos boca, brazos, muslos y pies; por tanto, las cualidades del brāhmaṇ, el kṣatriya, el vaiśya o el śūdra están en toda persona (puruṣa). Sin embargo, los poetas védicos prefirieron la otra fórmula: espejar el Puruṣa en la sociedad, y no en el individuo. Es el cuerpo social el que queda concebido a imagen del Ser Cósmico. Esta concepción poseía la ventaja de naturalizar las diferencias sociales.

      26. Sacerdotes de la casta naṃpūtiri-brāhmaṇ realizan el complejo sacrificio (yajña) del agnichayana (la construcción del altar de fuego), siguiendo instrucciones védicas de 3.000 años de antigüedad. Panjal (Kerala), 2011.

      Este es, claro está, el aspecto que los modernos defensores de la ideología de varṇas no han cesado de remarcar.13 Para Richard Lannoy, «ninguna porción del todo puede jactarse de superioridad o importancia exclusiva sobre las demás; colaboración e intercambio forman la esencia de esta teoría organicista».14 Raimon Panikkar también subrayaba «la unidad de las cuatro castas como diversas funciones de la sociedad».15

      Para sus detractores, en cambio, que el śūdra sea equiparado con los pies del Ser Cósmico es malintencionado; ya que el pie es la parte más baja e innoble del ser humano [véase en La polución corporal]. De modo que –sentencia el doctor Ambedkar– «al śūdra se le coloca el último en el orden social y se le otorga la función más degradante: servir como criado».16

      Con el paso de los siglos, las especulaciones del Ṛig-veda fueron cuajando en una ideología muy elaborada, propia de unos textos explicativos del Veda necesarios para la correcta ejecución de los ritos. El corpus que recoge las consideraciones sobre los varṇas suele considerarse “recordado” (smṛiti) en lugar de “revelado” (śruti).b Entra aquí el vastísimo material de los Dharma-sūtras y los Dharma-śāstras.c

      La exégesis brahmánica interpretó que tres de las cuatro clases corresponden a la parte del Puruṣa que emerge de la Tierra. Los miembros pertenecientes a estos tres varṇas (brāhmaṇs, kṣatriyas y vaiśyas), son los “dos-veces-nacidos” (dvijātis, dvijas), una vez han recibido el upanayama o rito de iniciación a la religión védica. Ellos forman la sociedad “noble” (ārya) y portan el “cordón sagrado” (yajñopavīta) que denota su rango. Por debajo, quedaría el grueso de los “una-vez-nacidos” (ekajas), como los śūdras. En realidad, en el Ṛig-veda el concepto varṇa se aplica casi siempre para contrastar la sociedad ārya con los que quedan fuera de su mundo ritual y lingüístico; es decir, los dāsas (enemigos) y los mlecchas (extranjeros). El ārya encarna las verdades eternas del dharma, desciende de los videntes y poetas que “captaron” el Veda y es el custodio de la lengua sagrada en la que se transmite. Son las tres clases superiores de āryas o dvijas las que realmente incumben a los tratados brahmánicos. Y aún podríamos reducir el espectro a la primera clase, la de los brāhmaṇs; ya que como Madeleine Biardeau y Charles Malamoud han detectado, «una lectura atenta de los primeros capítulos del Manu-smṛiti […] revela que el “dos-veces-nacido”, para quien los mandatos están dirigidos, es en realidad el brāhmaṇ».17

      Y este mismo texto dice que «para proteger la creación, el Resplandeciente asignó actividades distintas a cada uno de los que emanaron de la boca, brazos, muslos y pies».18 Como toda enseñanza “tradicional” (smṛiti) el Manu ha de fundamentarse en lo “revelado” (śruti) en el Veda. Siguiendo el mismo procedimiento, el Viṣṇu-smṛiti, otro importante dharma-śāstra, describe la misión de cada clase:

      «Los deberes son: para el brāhmaṇa enseñar [el Veda]; para el kṣatriya, la práctica de las armas; para el vaiśya, el trabajo con el ganado; para el śūdra, servir a los “dos-veces-nacidos”. Para todos los “dos-veces-nacidos”, sacrificar y estudiar [el Veda].

      Sus modos de vida son: para el brāhmaṇa sacrificar para los demás y recibir limosna; para el kṣatriya proteger el mundo [y recibir compensación, en forma de impuestos]; para el vaiśya, el cultivo, la ganadería, el comercio, la usura con intereses y la agricultura; para el śūdra, todas las ramas del arte y la artesanía».19

      De esta forma, la explicación hindú ortodoxa sobre el origen y la función de las castas queda encapsulada en el himno del Puruṣa y la exégesis realizada por el Manu-smṛiti, el Viṣṇu-smṛiti y textos similares. Y para la ortodoxia, estas cuatro grandes clases forman una estructura social piramidal e inalienable. Es el llamado orden de las “cuatro clases” (chāturvarṇa).

      La posición del brāhmaṇ

      Los brāhmaṇs están en la cúspide porque fueron creados primero, son más completos, son conocedores del Veda y dirigen el sacrificio [FIG. 27]. Ellos son los responsables de la transmisión, preservación y enseñanza del conocimiento sagrado. Por ello, el brāhmaṇ de prestigio es fundamentalmente el depositario, transmisor y estudioso del Veda. Casi que para el brāhmaṇ docto y puro el conocimiento del Veda es conocimiento de sí mismo. Por ello lo cultiva y lo recita a diario. Los brāhmaṇs son ontológicamente los más perfectos y completos representantes de la especie humana. Sin escatimar elogios, en una sentencia clásica se afirma que:

      «Existen dos clases de dioses; pues los dioses son dioses, y aquellos brāhmaṇas que han estudiado y enseñan el Veda son dioses humanos».20

      Si todo tiene sus equivalencias y correspondencias, está claro que los brāhmaṇs constituyen la contrapartida terrestre de Prajāpati. Su fuerza tiene el mismo origen que los dioses: brahman (la potencia sacrificial). Idealmente, el brāhmaṇ guía a la sociedad por la fuerza de su poder espiritual, como los antiguos sabios-poetas (ṛiṣis) que escucharon el Veda.

      A pesar de los privilegios que posee en virtud de su nacimiento, los textos declaran que el brāhmaṇ debe mantener la disciplina moral y la pureza inherente a su clase. De donde, como veremos, la cantidad de tabúes a los que está sujeto de por vida. Si el brāhmaṇ incumpliera sus obligaciones de varṇa, no se convertiría en kṣatriya, sino directamente en śūdra o en algo incluso peor. Al menos, así lo entendería una línea de pensamiento. Para otra, en cambio, un brāhmaṇ será siempre «el más elevado entre los dioses».21

      Esta visión ideal e idealizada, no obstante, tiene que matizarse considerablemente si queremos aplicarla a la sociedad factual. En primer lugar, no todos los brāhmaṇs han sido –o son– sacerdotes o expertos en el conocimiento sagrado. (Ni todos los sacerdotes han sido o son brāhmaṇs [FIG. 37].) Los Dharma-śāstras son más pragmáticos y flexibles de lo que aparentan. Y nunca dejaron de recomendar cómo un miembro de una clase debería de ganarse la vida y actuar en tiempos difíciles [véase en El dharma es contextual]. De ahí que hayamos encontrado a brāhmaṇs desempeñando cargos en la administración, en la educación y hasta en la agricultura, muy a pesar de las declaraciones del Manu-smṛiti, que desaprueba enfáticamente el arado para los brāhmaṇs.22 Eso no les ha convertido en śūdras. Serán brāhmaṇs pobres, pero –igual que con las jātis– habrá sido su nacimiento de padre y madre brāhmaṇ lo que les otorga su rango en el brāhmaṇ-varṇa.

      27. Retrato de un sacerdote havik-brāhmaṇ de Karnataka. Foto:

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