El libro de las mil noches y una noche. Anonimo
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Además, intervino, afortunadamente, Alah, enviando contra el efrit a unos ángeles, que le echaron encima una columna de fuego y lo abrasaron. Y la efrita y Hassan se vieron libres del terrible efrit, que acaso los hubiese desplomado desde aquella altura. ¡Porque el efrit es terrible en su copulación! Entonces la efrita descendió al suelo, hacia el mismo sitio donde había caído el efrit, con el cual habría copulado de no llevar a Hassan, por el que temía mucho la efrita.
Pero había escrito el Destino que el lugar donde la efrita depositara a Hassan Badreddin (por no atreverse a transportarlo ella sola más lejos) estaría muy próximo a la ciudad de Damasco, en el país de Scham (Siria o la ciudad de Damasco).
Y entonces la efrita llevó a Hassan muy cerca de una de las puertas de la ciudad, lo dejó suavemente en tierra y echó a volar otra vez.
Cuando llegó la aurora abriéronse las puertas de la ciudad, y los que salieron de ella se asombraron ante aquel maravilloso joven dormido, sin más ropa que la camisa y con un gorro de dormir en la cabeza en vez de turbante.
Y se decían unos a otros: "¡Es asombroso! ¡Mucho habrá tenido que velar para estar ahora dormido tan profundamente!" Y otros dijeron: "¡Alah, Alah! ¡Hermoso joven! ¡Dichosa y afortunada la mujer que con él se ha acostado!
Pero ¿por qué estará completamente desnudo?"
Otros contestaron: "Probablemente, este pobre joven habrá pasado en la taberna más tiempo del preciso, y habrá bebido más de lo que pueda resistir. Y al regresar de noche, habrá encontrado cerradas las puertas, decidiéndose a dormir en el suelo".
Pero mientras conversaban de este modo, se levantó la brisa matinal, y acariciando al hermoso joven, le alzó la camisa. ¡Y entonces se vió aparecer un vientre, un ombligo, unas piernas y unos muslos como de cristal! Y un zib y unos compañones muy bien proporcionados. Y este espectáculo maravilló a las gentes, que admiraban todo aquello.
Despertó entonces Badreddin, y hallándose tumbado cerca de aquella puerta desconocida y rodeado por tantas personas, se sorprendió mucho, y exclamó: "¿Dónde estoy buena gente? Os ruego que lo digáis. ¿Y por qué me rodeáis así? ¿Qué es lo que ocurre?" Y le contestaron: "Nos hemos detenido por el gusto de verte. Pero ¿no sabes que te hallas a las puertas de Damasco? ¿En dónde has pasado la noche para estar completamente en cueros?"
Y Hassan replicó: "¡Por Alah, buena gente! ¿qué me decís? He pasado la noche en El Cairo. ¿Y me decís que estoy en Damasco?"
Entonces se echaron a reír todos, y uno de ellos dijo: "¡Ah, gran tragador de haschich!"
Y dijeron otros: "Está loco, sin remedio. ¡Lástima que esté demente un joven tan hermoso!" Y otros añadieron: "Pero en fin, ¿qué historia es esa con que has querido engañarnos?" Entonces Hassan Badreddin contestó: "¡Por Alah! ¡buena gente, yo no miento nunca! Os afirmo y repito que esta noche la he pasado en El Cairo, y la anterior en mi pueblo, que es Bassra". Al oírle, uno gritó: "¡Qué cosa más sorprendente!" 0tro dijo: "¡Está loco!" Y algunos se desternillaban de risa, dando palmadas. Y otros dijeron:
"¿No es una verdadera lástima que un joven tan admirable haya perdido la razón? ¡Qué loco tan singular!" Y otro, más prudente, le dijo: "Hijo mío, vuelve en ti y no digas semejantes extravagancias".
Entonces Hassan contestó: "Sé muy bien lo que digo.
Además, habéis de saber que anoche, en El Cairo, pasé una noche muy agradable como recién casado".
Entonces todos se convencieron de su locura. Y uno de ellos exclamó riéndose: "Ya veis que este pobre joven se ha casado en sueños. ¿Y qué tal es ese matrimonio? ¿Cuántos cayeron? ¿Era una hurí o una ramera?"
Pero Badreddin empezaba a enfadarse, y les dijo: "Pues sí que era una hurí, y no he copulado en sueños, sino quince veces entre sus muslos, y he ocupado el lugar de un asqueroso jorobado, y me he puesto su gorro de dormir, que es éste".
Luego recapacitó un momento y dijo:
"Pero ¡por Alah! buena gente, ¿en donde está mi turbante, y miscalzoncillos, y mi ropón, y mis calzones? Y sobre todo, ¿en dónde está mi bolsillo?".
Y Hassan se levantó, y buscó su traje a su alrededor. Y entonces id,, empezaron a guiñarse el ojo y hacerse señas de que el joven estaba loco de remate.
Entonces el pobre Hassan se decidió a entrar en la ciudad tal como estaba, y tuvo que atravesar las calles y los zocos en medio de un gran cortejo de niños y de mayores, que gritaban: "¡Es un loco! ¡un loco!" Y el pobre Hassan ya no sabía qué hacer, cuando Alah, temiendo que al hermoso joven le ocurriese algo, le hizo pasar por junto a una pastelería que acababa de abrirse. Y Hassan se refugió en la tienda, y como el pastelero era un hombre de puños, cuyas hazañas eran muy conocidas en la ciudad, la gente tuvo miedo y se retiró, dejando en paz al joven.
Cuando el pastelero, que se llamaba El Hadj Abdalá, vió al joven Hassan Badreddin y pudo examinarle a su gusto, le maravilló su hermosura, sus encantos y sus dones naturales, y rebosante de cariño el corazón, le dijo: "¡Oh, gentil mancebo! dime de dónde vienes. Nada temas; pero refiéreme tu historia, pues ya te quiero más que a mi misma vida". Y Hassan contó entonces toda su historia al pastelero Hadj Abdalá, desde el principio hasta el fin.
Y el pastelero, profundamente maravillado, dijo a Hassan: "¡Oh mi joven Badreddin! En verdad que esa historia es muy sorprendente y muy extraordinario tu relato. Pero te aconsejo, hijo mío, que a nadie se lo cuentes, pues es peligroso hacer confidencias. Te ofrezco mi tienda, y vivirás conmigo hasta que Alah se digne dar término a las desgracias que te afligen. Además, yo no tengo hijos, y me darás mucho gusto si quieres aceptarme por padre. Yo te adoptaría como hijo". Y Hassan respondió: "¡Aceptado! ¡sea según tu deseo!"
En seguida fué al zoco el pastelero, y compró trajes magníficos con que vestir al joven, y lo llevó a casa del kadí, y ante testigos prohijó a Hassan Badreddin.
Y Hassan permaneció en la pastelería como hijo del amo. y cobraba el dinero de los parroquianos, y les vendía pasteles, tarros de dulce, fuentes llenas de crema y toda la confitería famosa de Damasco, y aprendió en seguida el oficio de pastelero, que le gustaba mucho, por las lecciones recibidas de su madre, la mujer del visir Nureddin, que preparaba pasteles y dulces delante de él cuando era niño.
Y como en toda la ciudad de Damasco fué elogiada la hermosura de Hassan, el gallardo joven de Bassra, hijo adoptivo del pastelero, la tienda de Hadj Abdalá llegó a ser la más frecuentada de todas las pastelerías de Damasco. ¡Y esto fué todo lo de Hassan Badreddin!
En cuanto a la recién casada Sett ElHosn, hija del visir Chamseddin, he aquí lo que hubo de ocurrirle:
Cuando se despertó Sett ElHosn, la mañana siguiente a la noche de sus bodas, no encontró a su lado al hermoso Hassan, pero figurándose que habría ido al retrete, le aguardó muy tranquila.
En aquel momento se presentó a saber de ella su padre el visir Chamseddin. Llegaba muy inquieto. Estaba poseído de indignación por la injusticia del sultán obligándole a casar a la hermosa Sett ElHosn con el palafrenero jorobado. Y al entrar en las habitaciones de su hija, se dijo: "Como sepa que se ha entregado a ese inmundo