El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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El libro de las mil noches y una noche - Anonimo

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que mandó a los escribas de palacio redactasen tan admirable historia para conservarla escrupulosamente en el archivo.

      En cuanto al visir Chamseddin, marchó a su casa y esperó en compañía de su hija el regreso de su sobrino Hassan Badreddin.

      Pero acabó por darse cuenta de que Hassan había desaparecido. Y no pudiendo explicarse la causa, se dijo: "¡Por Alah! ¡Qué aventura tan extraordinaria es esta aventura! No he conocido otra semejante…"

      Al llegar a este momento de su narración, Schehrazada vió aparecer la mañana, y discreta interrumpió su relato, para no cansar al sultán Schahriar, rey de las islas de la India y de la China.

       PERO CUANDO LLEGO LA 23ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ioh rey afortunado! que Giafar alBarmakí, visir del rey Harún Al Raschid, prosiguió de este modo la historia que contaba al califa:

      "Cuando el visir Chamseddin se convenció de que su sobrino Hassan Badreddin había desaparecido, se dijo: "Puesto que el mundo está hecho de vida y de muerte, nada tan oportuno como que procure que mi sobrino Hassan encuentre a su regreso esta vivienda igual que la ha dejado". Y el visir Chamseddin cogió un tintero, un cálamo y un pliego de papel, y anotó uno por uno todos los muebles y enseres de la casa, en esta forma: `Tal armario está en tal sitio; tal cortina en tal otro", y así sucesivamente. Cuando terminó, selló el papel después de leérselo a su hija Sett ElHosn, y lo guardó con mucho cuidado en la caja de los papeles. Después recogió el turbante, el gorro, los calzones, el ropón y el bolsillo, e hizo con todo ello un paquete, que guardó con el mismo esmero.

      En cuanto a Sett ElHosn, la hija del visir, quedó preñada efectivamente la primera noche de bodas, y a los nueve meses cumplidos parió un hijo tan hermoso como la luna y que se parecía a su padre en todo, en lo bello, lo gentil y lo perfecto. En seguida que nació lo lavaron las mujeres y le ennegrecieron los ojos con kohl. Después le cortaron el cordón umbilical, y lo confiaron a las criadas y a la nodriza. Y por su hermosura sorprendente se le llamó Agib (est es:

      Maravilloso).

      Pero cuando el admirable Agib llegó, día por día, mes por mes y año por año, a cumplir los siete de su edad, su abuelo, el visir Chamseddin, le mandó a la escuela de un maestro muy famoso, recomendándoselo mucho a este maestro. Y Agib, acompañado diariamente del esclavo negro Said, eunuco de su padre, iba a la escuela para regresar a su casa al mediodía y al anochecer. Y así fué a la escuela durante cinco años, hasta cumplir los doce. Pero a todo esto los demás niños de la escuela no podían soportar a Agib, que les pegaba y les insultaba y les decía: "¿Cuál de vosotros puede compararse conmigo? Mi padre es el visir de Egipto". Al fin se reunieron los niños y fueron a quejarse al maestro contra la conducta de Agib. Y el maestro, al ver que sus exhortaciones al hijo del visir no daban resultado, sin atreverse a despedirle, por ser quien era, dijo a los otros niños:

      "Os voy a indicar una cosa que en cuanto se la digáis le impedirá volver a la escuela.

      Mañana a la hora del recreo os reuniréis todos en torno a Agib y os diréis los unos a los otros: "¡Por Alah! ¡Vamos a jugar a un juego maravilloso! Pero para jugarlo es preciso que diga en alta voz cada uno su nombre, y el nombre de su padre y de su madre. Pues el que no pueda decir el nombre de su padre y de su madre será considerado como hijo adulterino y no jugará con nosotros".

      Y aquella mañana, cuando Agib hubo llegado a la escuela, todos los niños se reunieron a su alrededor, y uno de ellos dijo:

      "¡Vamos a jugar a un juego maravilloso! Pero nadie podrá jugar sino con la condición de decir su nombre y los de sus padres. ¡Empecemos, uno a uno!" Y les guiñó el ojo.

      Entonces avanzó uno de los niños y dijo:

      "Me llamo Nahib, mi madre se llama Nahiba y mi padre Izeddin". Y otro dijo: "Yo me llamo Naguib, mi madre se llama Gamila y mi padre se llama Mustafá". Y el tercero y el cuarto y los otros se expresaron en la misma forma".

      Cuando le tocó el turno a Agib, dijo orgullosamente: "Yo soy Agib, mi madre se llama Sett ElHosn y mi padre se llama Chamseddin, visir de Egipto".

      Pero todos los niños replicaron: "¡No, por Alah! ¡El visir no es tu padre!" Y Agib gritó enfurecido: "¡Alah os confunda! ¡El visir es mi padre!" Pero los niños comenzaron a reírse y a palmotear, y le volvieron la espalda, gritando: "Vete, vete! ¡No sabes cómo se llama tu padre! ¡Chamseddin no es tu padre, sino tu abuelo, el padre de tu madre! ¡No jugarás con nosotros!" Y los niños se desbandaron, riendo a carcajadas.

      Entonces Agib sintió que se le oprimía el pecho y le ahogaban los sollozos. Y en seguida se le acercó el maestro, y le dijo:

      "Pero ¡cómo, Agib! ¿no sabías que el visir no es tu padre, sino tu abuelo, el padre de tu madre Sett ElHosn? A tu padre, ni tú, ni nosotros, ni nadie le conoce. Porque el sultán había casado a Sett ElHosn con un palafrenero jorobado, pero el tal no pudo acostarse con ella, y ha ido contando por toda la ciudad que la noche de su boda los efrits le habían encerrado a él, para dormir ellos con Sett ElHosn. Y ha contado también historias asombrosas de búfalos, perros, borricos y otros seres semejantes. De modo, ¡oh mi querido Agib! que nadie sabe el nombre de tu padre. Sé, pues, humilde ante Alah y con tus compañeros, que te miran como a hijo adulterino. Considera que te hallas en la misma situación que un niño vendido en el mercado y que ignora quién es su padre. Sabe pues, que el visir Chamseddin no es más que tu abuelo, y que a tu padre nadie lo conoce. Y en adelante procura ser modesto".

      Después de oír al maestro de escuela, Agib salió corriendo a casa de su madre Sett El Hosn, llorando tanto, que no pudo al principio articular palabra. Entonces su madre empezó a consolarle, y viéndole tan conmovido, se le llenó el corazón de lástima y le dijo: "¡Hijo mío, cuéntale a tu madre la causa de tu pena!" Y le besó y le acarició. Entonces el pequeño le dijo: "Díme, madre, ¿quién es mi padre?" Y Sett ElHosn, muy asombrada, dijo: "¡Pues el visir!" Y Agib le contestó, ahogado por el llanto: "¡No; ese no es mi padre! ¡No me ocultes la verdad! ¡El visir es tu padre, pero no el mío! Si no me dices la verdad, con este puñal me mataré ahora mismo". Y Agib le repitió a su madre las palabras del maestro de escuela.

      Entonces, al recordar a su primo y marido, la hermosa Sett ElHosn recordó también su primera noche de bodas y la belleza y encantos del maravilloso Hassan Badreddin ElBassrauí, y lloró muy emocionada, suspirando estas estrofas: ¡Encendió el deseo en mi corazón, y se ausentó muy lejos! ¡Y se ausentó hacia lo más distante de nuestra morada! ¡Mi pobre razón no he de recobrarla hasta que él vuelva! ¡Y aguardándole, he perdido asimismo el sueño reparador y toda la paciencia! ¡Me abandonó, y con él me abandonó la dicha, arrebatándome la tranquilidad! ¡Y desde entonces perdí todo reposo! ¡Me dejó, y las lágrimas de mis ojos lloran su ausencia, y al correr, sus arroyos llenan los mares;

      Que no pasa un día que mi deseo me empuje hacia él y palpite mi corazón con el dolor de su ausencia! ¡Por eso su imagen se alza frente a mí, y al mirarla, aumentan mi cariño, mi anhelo y mis recuerdos! ¡Oh! ¡ su imagen amada es siempre lo primero que se presenta a mis ojos en la primera hora de la mañana! ¡Y así ha de ser siempre, pues no tengo otro pensamiento ni otros amores!

      Después prosiguió en sus sollozos. Y Agib, viendo llorar a su madre, se echó a llorar también. Y mientras los dos estaban llorando, entró en la habitación el visir Chamseddin, que había oído los llantos y las voces. Y al ver cómo lloraban, se le oprimió el corazón, y dijo muy alarmado: "Hijos míos, ¿por qué lloráis así?" Entonces Sett ElHosn le refirió la aventura de Agib con los chicos de la escuela.

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