El libro de las mil noches y una noche. Anonimo

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El libro de las mil noches y una noche - Anonimo

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a abrir, padre mío!" Y levantándose en seguida, abrió la puerta.

      Parecía más hermosa que de costumbre, y mostraba resplandeciente el rostro y el alma, satisfecha por haber sentido las briosas caricias de aquel hermoso ciervo.

      E

      inclinándose ante su padre con coquetería, le besó las manos. Pero su padre, al verla tan contenta, en lugar de encontrarla afligida por su unión con el jorobado, le dijo: "¡Ah desvergonzada! ¿Cómo te atreves a mostrarte con esa cara de alegría, después de haber dormido con el horrendo jorobado?"

      Y Sett ElHosn, al oirlo, se echó a reir, y exclamó: "¡Por Alah, padre mío, dejémonos de bromas! Bastante tengo con haber sido la irrisión de todos los invitados, a causa de mi supuesto marido, ese jorobado que no vale ni la cortadura de una uña de mi verdadero esposo de esta noche. ¡ Oh, qué noche! ¡Cuán llena de delicias junto a mi amado!

      Basta, pues, de bromas padre mío. No me hables más del jorobado".

      El visir temblaba de coraje escuchando a su hija, y sus ojos estaban azules de furor y dijo: "¿Qué dices, desdichada? ¿No pasaste aquí la noche con el jorobado?" Y ella contestó: "¡Por Alah sobre ti, oh padre mío!

      No me hables más del jorobado. ¡Confúndalo Alah, a él, a su padre, a su madre y a toda su familia! Sabe de una vez que estoy enterada de la superchería que inventaste para defenderme del mal de ojo". Y dió a su padre todos los pormenores de la boda y de cuanto le había ocurrido aquella noche, añadiendo:

      "¡Qué bien lo pasé sintiendo en mi regazo a mi adorado esposo, el hermoso joven de exquisitas maneras y espléndidos negros ojos y de arqueadas cejas!"

      Oído esto, gritó el visir: "Pero hija, ¿estás loca? ¿sabes lo que dices? ¿Dónde se halla el joven a quien llamas tu esposo? Y Sett ElHosn respondió: "Ha ido al retrete".

      Entonces el visir, muy alarmado, se precipitó afuera de la habitación, y corriendo hacia el ietrete, se encontró al jorobado que seguía inmóvil, con los pies hacia arriba y la cabeza dentro del agujero. Estupefacto hasta más no poder, exclamó el visir: "¿Qué veo?" ¿Eres tú, jorobeta?" Y como no le contestase, repitió esta pregunta en voz más alta. Pero el jorobado tampoco quiso contestar, porque seguía aterrado, creyendo que quien le hablaba era el efrit…

      En este momento de su narración,

      Schehrazada vió aparecer la mañana y se calló discretamente.

       PERO CUANDO LLEGO LA 22ª NOCHE

      Ella dijo:

      He llegado a saber, ¡oh rey afortunado! que Giafar prosiguió así la historia al califa Harún AlRaschid:

      "El cobarde jorobeta, creyendo que le hablaba el efrit, tenía un miedo horrible, y no se atrevía a contestar. Entonces, muy enfurecido el visir, le increpó: "¡Respóndeme, jorobado maldito, o te atravieso con este alfanje!" Y entonces el jorobado, sin sacar del agujero la cabeza, contestó desde dentro:

      "¡Por Alah! ¡Oh jefe de los efrits, tenme compasión! Te juro que te he obedecido sin moverme de aquí en toda la noche". Al oírle, el visir ya no supo qué pensar, y exclamó:

      "¿Pero, qué estás diciendo?" No soy ningún efrit, sino el padre de la novia". Y el jorobado, dando un gran suspiro, contestó entonces:

      "Pues márchate de aquí, que nada tengo que ver contigo. Y vete antes de que aparezca el terrible efrit, arrebatador de almas. Además; te odio, porque tú tienes la culpa de todas mis desdichas, al casarme con la querida de los búfalos, los asnos y los efrits. ¡Malditos séais tú, tu hija y todos los que obran tan mal como vosotros!" Y el visir le dijo: "¿Pero estás loco? Sal de ahí, para que escuche bien eso que acabas de contar".

      Entonces el jorobado replicó: "Acaso esté loco; pero no lo estaré hasta el punto de moverme de este sitio sin permiso del terrible efrit. Porque me ha prohibido salir del agujero antes de que amanezca. Así, pues, vete y déjame en paz. Pero antes dime: ¿falta mucho para que salga el sol?"

      El visir, cada vez más perplejo, contestó:

      "¿Pero qué efrit es ese del cual hablas?" Y entonces el jorobado contó su historia, su ida al retrete para hacer sus necesidades antes de entrar en el cuarto de la desposada, la aparición del efrit bajo las diversas formas de rata, gato, perro, asno y búfalo, y por fin la prohibición hecha y el trato sufrido. Y terminado el relato rompió a llorar.

      Entonces el visir se acercó al jorobado, y tirándole de los pies le sacó del agujero. Y el jorobado, con la faz lastimosamente embadurnada de amarillo, gritó al visir:

      "¡Maldito seas tú, y maldita tu hija, la amante de los búfalos!" Y por temor de que se le apareciese de nuevo el efrit, echó a correr con todas sus fuerzas, dando alaridos y sin atreverse a volver la cara. Y llegó al palacio, y fué a ver al sultán, y le explicó su aventura con el efrit.

      En cuanto al visir Chamseddin, regresó como loco al aposento de su hija Sett El Hosn y le dijo: "Hija mía, noto que pierdo la razón. Aclárame lo sucedido". Entonces, Sett ElHosn le dijo: "Sabe, ¡oh padre mío! que el joven encantador que logró los honores de la boda durmió toda la noche conmigo, gozando mis primicias; y tendré un hijo seguramente.

      Y en prueba de lo que hablo, ahí en la silla tienes su turbante, sus calzones en el diván, y su calzoncillo en mi cama. Además, en sus calzones encontrarás algo que ha escondido y que yo no pude adivinar" . A estas palabras, se dirigió el visir hacia la silla, sacó el turbante, y le dió vueltas en todos sentidos para examinarlo bien, y luego exclamó: "¡Es un turbante como el de los visires de Bassra y de Mussul!" Después desenrolló la tela, y encontró un pliego que allí estaba cosido, y se apresuró a guardarlo, y examinó luego los calzones, encontrando en ellos el bolsillo con los mil dinares que el judío había dado a Hassan Badreddin. Y en el bolsillo había un papel, donde el judío había escrito lo siguiente: "Yo, comerciante, de Bassra, declaro haber entregado la cantidad de mil dinares al joven Hassan Badreddin, hijo del visir Nureddin (a quien Alah haya recibido en Su misericordia), por el cargamento de la primera nave que arribe a Bassra". Al leer el papel, el visir Chamseddin lanzó un grito y quedó desmayado. Cuando volvió en sí, se apresuró a abrir el pliego que había encontrado en el turbante, e inmediatamente conoció la letra de su hermano Nureddin. Y entonces empezó a llorar y a lamentarse, diciendo: "¡Pobre hermano mío! ¡pobre hermano mío!"

      Y cuando se hubo calmado un poco exclamó: "¡Alah es Todopoderoso!" Y dijo a Sett ElHosn: "¡Oh hija mía! ¿sabes el nombre de aquel a quien te has entregado esta noche? Pues es Hassan Badreddin, mi sobrino, el hijo de tu tío Nureddin. Y esos mil dinares son tu dote: "¡Alah sea loado!"

      Después recitó estas dos estrofas: i Vuelvo a encontrar sus huellas, y al instante me domina el deseo! ¡Y al recordar la mansión de la dicha, derramo todas las lágrimas de mis ojos! ojos!

      Y

      pregunto, y grito, sin lograr respuesta: ¿Quién me ha arrancado lejos de él? ¡Oh! ¡tenga piedad de mí el autor de mis desventuras, y permítame que vuelva!"

      En seguida leyó cuidadosamente la Memoria de su hermano, y encontró relatada toda la vida de Nureddin, y el nacimiento de su hijo Badreddin. Y quedó muy maravillado, sobre todo cuando contrastó las fechas anotadas por su hermano con las de su propio casamiento en El Cairo, y del nacimiento de Sett ElHosn. Y vió que estas fechas concordaban perfectamente.

      Y

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