Historia de lo trans. Susan Stryker

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Historia de lo trans - Susan Stryker

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normas de modestia en presencia de asistentes varones con apariencia y modos femeninos que no sienten deseo sexual por ellas. Pese a que el Hadith (una colección de relatos y proverbios atribuidos al profeta Mahoma según escritores posteriores) contiene contenido explícitamente transfóbico, muchos y muchas intérpretes feministas, queer y trans de la tradición islamista alegan que el Hadith incorpora perspectivas sociales patriarcales y heterosexistas que no se encuentran en el Corán de corte más tolerante, considerado de inspiración divina.La Biblia judeocristiana dice muchas cosas sobre la sexualidad y el género a las que ni siquiera los cristianos, cristianas y judíos y judías observantes prestan ya mucha atención; por ejemplo, que si una pareja casada mantiene relaciones durante el ciclo menstrual de la mujer, ambos cónyuges han de ser ejecutados (Levítico 18:19). Pero muchos de los que buscan una justificación religiosa a sus opiniones condenatorias todavía recurren al siguiente verso, Deuteronomio 22:5: «La mujer no se pondrá ropa de hombre, ni el hombre se pondrá ropa de mujer, porque el Señor tu Dios detesta a cualquiera que hace tal cosa.»Como investigadora religiosa transgénero, Virginia Ramey Mollenkott señala en Omnigénero, su premiada revisión de las actitudes religiosas hacia las divergencias de sexo y género, que muchos cristianos creen tener interés en mantener el sistema de género binario. Los últimos papas, incluyendo al actual Papa Francisco, han dirigido duras críticas contra la cirugía genital transexual, que consideran destructora de la capacidad reproductiva concedida por Dios, y contra lo que denominan «ideología de género», que promueve a su entender la creencia humanista secular falsa de que el género es un constructo social en lugar de una cualidad del cuerpo innata y otorgada de forma divina. Como aclara el libro de Mollenkott, sin embargo, muchas tradiciones religiosas, incluyendo muchas denominaciones y escuelas de pensamiento dentro del Cristianismo, se adhieren a perspectivas más tolerantes hacia las cuestiones transgénero. Una de las organizaciones que promueve la aceptación en lugar de la condena de la variación de género es el centro de estudios religiosos Center for Lesbian and Gay Studies in Religion y el sacerdocio de Pacific School of Religion, ubicados en Berkeley, California (clgs.org).

      Las cuestiones transgénero en el foco de atención

      ¿A qué se debe la obsesión actual con todo lo trans*, cuyo auge se remonta a comienzos de los noventa, cuando la variación de género parece ser una constante en las culturas de todos los tiempos y lugares del mundo? Aunque los medios de comunicación no han dejado de prestar atención a las cuestiones transgénero desde al menos la década de los cincuenta, las últimas dos décadas han presenciado sin lugar a dudas un incremento constante en la visibilidad transgénero, con una fuerte tendencia hacia una representación cada vez más positiva. Cuando se publicó la primera edición de este libro en 2008, la búsqueda en Google del término inglés transgender generaba 7,3 millones de resultados, y la búsqueda de la palabra transsexual producía 6,4 millones de resultados. En 2017 se obtienen 70,7 millones de resultados al teclear transgender, mientras que transsexual logra 56,8 millones –lo que supone un incremento diez veces mayor en menos de diez años. De nuevo en los cincuenta, Christine Jorgensen podía motivar una cobertura mediática de millones de palabras simplemente por ser transexual, mientras que ahora los medios contemporáneos se encuentran completamente saturados con continuas referencias y representaciones de la transexualidad y otros fenómenos transgénero –desde series premiadas como Transparent a las más innovadoras como Sense8 de las Wachowskis, pasando por programas de telerrealidad como I am Jazz– y por no hablar de la cobertura integral de la transición de género de Caitlyn Jenner o de las anunciadísimas portadas sobre cuestiones trans de algunos medios impresos de gran tirada como Time y National Geographic.

      Han confluido muchas tendencias culturales, condiciones sociales y circunstancias históricas para que los temas trans estén en el candelero. Algunas personas creen que el número de personas transgénero está en aumento. Las personas que favorecen las teorías biológicas suelen apuntar a factores medioambientales, como la cantidad de sustancias químicas disruptoras endocrinas presentes en el agua, el suelo y la comida. Otros observadores y observadoras insisten en que el aumento de la visibilidad es solo un artefacto de la era de Internet –no se trataría realmente de un ascenso en la prevalencia, sino de una nueva forma para que personas anteriormente aisladas e invisibles en términos sociales puedan ponerse en contacto y difundir información sobre sí mimas. Otras personas apuntan a una evolución de los propios sistemas de género que parece reducir la división cis/trans a reliquia del siglo xx. La globalización conlleva un contacto cada vez más frecuente y amplio con personas de otras culturas, incluyendo a aquellas con experiencias distintas de género y sexualidad, lo que puede generar mayor familiaridad y comodidad con la variación de género.

      La fascinación actual con las cuestiones transgénero podría tener también algo que ver con las nuevas ideas sobre la forma en la que funciona la representación en la era digital. En la era analógica se daba por hecho generalmente que cualquier representación (palabra, imagen, idea) designaba una entidad real, del mismo modo que una fotografía era una imagen producida por la luz que incide y rebota en los objetos físicos y genera un cambio químico en un trozo de papel, o la grabación de un sonido era una incisión en un trozo de vinilo generada por las ondas sonoras de un instrumento musical o de la voz de una persona. Exactamente del mismo modo se entendía comúnmente que el género social y psicológico de alguien indicaba el sexo biológico de dicha persona: el género se consideraba una representación del sexo físico. Pero una imagen o sonido digital es algo completamente distinto. No queda muy claro qué relación guarda con el mundo de los objetos físicos. No designa un objeto «real» de la misma manera, y puede ser de hecho una completa recreación píxel a píxel o bit a bit –pero una recreación que pese a todo existe como imagen o sonido tan real como cualquier otro. La representación transgénero funciona de forma similar. La imagen y el sonido de «hombre» y «mujer» son perfectamente comprensibles, independientemente de cómo se produzca e independientemente del material al que hagan referencia. Para la generación crecida en plena revolución digital de medios y telecomunicaciones durante el cambio de siglo, que se encuentra completamente inmersa en la cultura del videojuego y los efectos especiales cinematográficos generados por ordenador, el término transgénero solo tiene sentido de forma intuitiva como una forma de ser posible, incluso para personas que no se consideran transgénero. El «yo» ha dejado de representar el cuerpo biológico como lo solía hacer en el siglo pasado, y ser trans simplemente ha dejado de suponer el drama que solía suponer en muchos contextos.

      Probablemente falte otra media docena de cosas en la ecuación. El final de la Guerra Fría a finales de los ochenta y principio de los noventa marcó el inicio de una era en la que se hizo imperativo político ir más allá de los binomios totalizadores Oriente-Occidente que moldearon la conciencia colectiva en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En la era geopolítica descentralizada y globalizada que sucedió a la Guerra Fría, el transgénero representaba un cambio similar en la medida en la que trascendía los binomios «hombre» y «mujer». En la década de los noventa, tan difícil de comprender ahora que estamos bien metidos en el siglo xxi, también existía la sensación de que el inminente giro de milenio nos transportaría inmediatamente al «futuro», en el que todo sería diferente, y en el que todas las personas tendríamos coches voladores como los Jetsons y radios de pulsera bifunción como la de Dick Tracy (cuando en la vida real habríamos de conducir coches robóticos con piloto automático y teléfonos inteligentes con videocámara). El concepto transgénero en los noventa se convirtió en una forma de imaginar el futuro, en el que las nuevas telecomunicaciones, la biotecnología y la ciencia médica prometían reinterpretar el significado de ser humano.

      Pero la realidad, dejando completamente al margen fantasías de ciencia ficción, es que la tecnología está transformando sin duda las condiciones de la vida humana en la Tierra de forma drástica. Deténganse por un momento a reflexionar sobre algunos avances recientes (y no tan recientes) en biomedicina: la clonación, la fecundación in vitro, la cirugía intrauterina, los bancos de esperma y óvulos, las casas de gestación subrogada, la ingeniería genética, la terapia genética, los híbridos entre plantas y animales, el ADN artificial, los embriones humanos con más de dos progenitores genéticos. Conforme se siguen incorporando estos y otros

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