Historia de lo trans. Susan Stryker

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      Queer: A finales de los años ochenta y principios de los noventa, en pleno estallido de la crisis del SIDA, algunas personas reivindicaron la palabra «queer», antaño un término peyora-tivo para homosexual, y comenzaron a emplearla de forma positiva. Aunque ahora se suela usar como sinónimo de gay o lesbiana, las personas que en un primer lugar se reapropiaron el término buscaban una manera de hablar de su oposición a las normas sociales heterosexistas; ser queer no era tanto una orientación sexual como una orientación política, la llamada «antiheteronormativa» por los teóricos queer de entonces. El término «queer» continúa asociándose con la sexualidad y con las comunidades gay y lesbiana, pero desde sus inicios una minoría vocal insistía en la importancia de las prácticas transgénero y de género no conforme para las políticas queer. Muchas personas trans involucradas en políticas culturales queer optaron por llamarse a sí mismas «género queer».

      Características sexuales secundarias: Ciertos rasgos físicos se tienden a asociar con el potencial genético sexual o reproductivo como la textura de la piel, la distribución de la grasa corporal, los patrones de crecimiento del vello o el tamaño corporal general. Las características sexuales secundarias constituyen seguramente la parte de la morfología más socialmente significativa –entendidas en su conjunto, son los «signos» corporales que otros leen para adivinar nuestro sexo, atribuirnos un género y asignarnos a la categoría social que consideran más adecuada para nosotros. Muchos de estos rasgos físicos son resultado de la variación en los niveles de hormonas, «mensajeros químicos» como estrógenos y tes-tosterona producidos por las glándulas endocrinas, en las distintas fases del desarrollo físico. El ajuste de los niveles hormonales puede cambiar algunos rasgos secundarios (aunque no todos ellos) asociados al sexo. Los tratamientos hormonales para alterar las características sexuales secundarias tienen una mayor capacidad de producir un espectro más amplio de cambio cuanto antes comienzan a ser administrados. La testosterona puede hacer crecer la barba a una persona adulta que nunca haya podido dejársela antes, pero nunca reducirá la anchura de las caderas de dicha persona, al igual que los estrógenos pueden estimular el desarrollo del pecho en el cuerpo de una persona adulta que nunca antes haya tenido pecho pero nunca hará más baja a esa persona. Sin embargo, tomadas en la adolescencia, cuando el cuerpo aún está madurando, las hormonas permiten que el cuerpo de las personas trans desarrolle muchas de las características sexuales secundarias que habría desarrollado de haber tenido un sexo biológico distinto.

      Sexo: Para ser una palabra así de breve, «sexo» tiene muchos significados distintos. Se emplea como descripción de una persona (por ejemplo, cuando marcamos la casilla de un formulario burocrático), para designar el coito («tener sexo»), como sinónimo de los genitales (imaginen la prosa florida de una novela erótica relatando cómo «su sexo perdió la erección» o cómo «el sexo de ella ardía en deseo»), así como para describir las diferencias biológicas de capacidad reproductiva (es decir, de tener un cuerpo que produce esperma u óvulos).

      La raíz latina de «sexo», sexus, significa «división». Algunas especies se reproducen de forma asexual, es decir, cada organismo individual posee todo lo que necesita para crear un nuevo organismo exactamente igual a él, y otras especies se reproducen de forma sexual, dicho de otra forma, ningún cuerpo de ningún organismo individual de dicha especie contiene toda la información genética necesaria para crear un nuevo organismo completo: en tales casos, la capacidad reproductiva queda dividida, o sexuada, entre distintos cuerpos individuales. Unas pocas especies sexuadas tienen más de dos divisiones, pero la mayoría, como nosotros, tiene solo dos. Lo dicho hasta aquí sobre el sexo resulta bastante sencillo, pero en la práctica incluso esta concepción biológica del sexo puede complicarse mucho.

      El embrollo del término «sexo» tiene que ver con nuestras creen-cias culturales sobre lo que significan esas diferencias biológicas reproductivas. Es una creencia cultural, no un hecho biológico, que el tener un cierto tipo de capacidad reproductiva determine forzosamente el aspecto del resto del cuerpo o el tipo de persona que se es, o que algunas de esas diferencias biológicas no puedan cambiar con el tiempo, o que las diferencias biológicas deban emplearse como un principio para distribuir a las personas en categorías sociales, o que dichas categorías deban organizarse de forma jerárquica.

      Este conjunto de creencias y prácticas culturales sobre el sig-nificado del sexo biológico podría llamarse género. Puede resul-tar confuso al principio intentar pensar de forma analítica en la diferencia entre sexo y género y la relación entre ellos, porque una de nuestras creencias culturales sin revisar más fuerte es que el género y el sexo son lo mismo, lo que explica el por qué la mayoría de la gente emplea a diario sexo y género indistintamente. Una buena regla general a tener presente es que sexo suele considerarse biológico y género, cultural, así como que deben emplearse las palabras «macho» y «hembra» (en lugar de «hombre» y «mujer») para hacer referencia al sexo.

      Sexualidad: Aquello que consideramos erótico y cómo sentimos placer físico constituye nuestra sexualidad. Para la mayoría de nosotros y nosotras, esto implica el uso de nuestros órganos sexuales (genitales), pero la sexualidad puede incluir muchas otras partes del cuerpo o actividades físicas, así como el uso erótico de juguetes sexuales u otros objetos. La sexualidad describe cómo y con quién actuamos en relación con nuestro deseo sexual. La sexualidad es distinta a nivel analítico del género pero se encuentra íntimamente ligada a este, como dos líneas secantes en un gráfico. Los términos más comunes para etiquetar o clasificar nuestro deseo erótico dependen de la identificación del género de la persona o personas objeto de dicho deseo: «heterosexual» (hacia miembros de otro género), «homosexual» (hacia miembros del mismo género), «bisexual» (hacia miembros de ambos géneros en un sistema de género binario), o «polisexual» o «poliamoroso» (hacia mucha gente de distintos géneros). Estos términos también dependen de la concepción de nuestro propio género –«homo»– y «hetero»– y únicamente tienen sentido en la medida en la que nuestro propio género es el «mismo que» o «distinto de» el género de otra persona. También se puede ser «asexual» (no manifestando deseo erótico por nadie), «autosexual» (obteniendo el placer del propio cuerpo en lugar de interactuando con otros) o «omnisexual» o «pansexual» (gustándote todo). Dado que muchas personas transgénero no encajan en las categorías de orientación sexual de otras personas (o porque ni ellas mismas tienen una percepción clara de dónde podrían encajar), suele haber un porcentaje relativamente alto de asexualidad y autosexualidad en las poblaciones transgénero, así como índices más elevados de poliamor y pansexualidad. También hay quien se siente particularmente atraído o atraída por personas transgénero y de género no conforme. Las personas transgénero y no binarias pueden ser de cualquier orientación sexual, al igual que las personas cisgénero.

      Términos de subcultura y específicos de una determinada etnia: En gran parte, todos los términos mencionados en este apartado de definiciones son términos de subcultura –palabras que tienen su origen y circulan dentro de un subconjunto menor de una cultura más amplia. Sin embargo, los términos que aquí se debaten también son los que más a menudo emplean las élites culturales, o en los medios de comunicación, o dentro de profesiones de poder como las del campo de la ciencia, la medicina y la investigación académica. Suelen proceder de experiencias de personas transgénero blancas con estudios. Pero hay cientos, si no miles, de otras palabras especializadas en relación con el asunto de estudio del presente libro que podrían mencionarse en este apartado de términos y definiciones. Con-tinuamente surgen nuevos términos, en consonancia con la realidad social en constante evolución de la experiencia trans* y no binaria.

      Algunas de estas palabras proceden de las subculturas his-tóricas de gais y lesbianas de habla inglesa, por ejemplo, drag (vestimenta asociada con un género o actividad concreta, a menudo llevada de forma paródica, consciente o teatral); drag king y drag queen (personas que representan escenas de travestismo, ya sea en el escenario o en la calle, normalmente en espacios propios de la subcultura como bares, night-clubs, barrios o zonas de prostitución frecuentados por gais); butch (expresión de rasgos, maneras o apariencias por lo general asociadas a la masculinidad, especialmente

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