Violencia social, violencia escolar. Silvia Bleichmar

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Violencia social, violencia escolar - Silvia Bleichmar Conjunciones

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del Padre? Es indudable que hay una diferencia entre los conceptos de Función paterna y Nombre del Padre –mayúscula esta última no destinada a acuñar el concepto, sino a darle carácter mayestático–.

      Indudablemente, el Nombre del padre es efecto de un entrecruzamiento entre el intento de establecer un “inter”, un separador en el nivel simbólico que imponga la descaptura del niño de la madre, y la forma que toma en la familia francesa del siglo XX esta función nominativa que, pretendiendo dar cuenta de la interdicción del deseo de la madre por el hijo, regula, en definitiva, el deseo de la madre en el interior de las relaciones matrimoniales sacrosantamente y civilmente pautadas.

      El segundo aspecto es de carácter político y sociológico y no nos detendremos a debatirlo. El debate psicoanalítico debe quedar centrado, entonces, en esta formulación de que es el padre quien ejerce la función separadora, transmitiendo una ley de cultura. Señalemos al respecto, y sólo con vistas a apuntar a un debate posible, que no se tiene en cuenta en esta mónada que constituyen los elementos estructurales que el padre, legislador omnisciente, es al mismo tiempo parte implicada, y que la ley no se transmite, en su caso, sino bajo dos prerrequisitos: en primer lugar, la aceptación amorosa del hijo –que la inscribe por amor a quien la imparte y no sólo por terror– y, en segundo lugar, la infiltración permanente de fantasmas y residuos sexuales del adulto que la imparte.

      Es en este sentido que debemos decir que si los cuidados precoces del otro primordial –llamado usualmente madre– dejan filtrar lo que Laplanche ha llamado del orden de la implantación sexual, vale decir de la transmisión de un orden de excitación que tiende a romper el orden natural y a instaurar lo humano en términos de plus libidinal, del mismo modo la transmisión de la ley infiltra los fantasmas del adulto, deja paso a representaciones que devienen excitantes, y regula en el mismo movimiento que deja colar por sus intersticios estos fantasmas y deseos del otro. El Hombre de las ratas no es sino un ejemplo clásico de esta cuestión. Vemos en él realizado, en sus fallas y logros neuróticos, este modelo excitante que impone el fantasma sádico de la renuncia del otro, de la hostilidad con la cual el niño es pautado si el adulto no tiene a suficiente distancia aquello que debe estar reprimido.

      Pregunta de rigor en nuestra práctica, entonces, ante el pedido de cómo se pone un límite: “¿Y qué siente usted cuando él o ella hacen esto o lo otro?”

      Que un padre consulte sobre cómo pautar la masturbación compulsiva de un niño, que una madre no sepa cómo limitar la agresividad de uno de sus hijos contra otro, no permite el orden de una respuesta general sobre los límites, sino, precisamente, una demanda de respuesta con respecto a cómo el o ella misma sienten estas acciones lesionantes hacia sí mismo o hacia el otro por parte del niño.

      Un padre se mostraba asombrado de que la madre me contara, en una entrevista, que él se había reído cuando sus niñas, de tres y cinco años, se dieron un “beso de lengua”. Me preguntaba a mí cómo debía reaccionar, dado que pensaba que la madre exageraba. La respuesta no podía ser del orden del moralismo, pero sí del fantasma implicado: si a él le daba risa este hecho, ¿qué sentía si dos mujeres más grandes lo realizaban? ¿Asco, placer? No esperando una respuesta con esto, sino simplemente proponerlo como algo sobre lo cual él mismo tenía que explorarse para poder abrir un interrogante sobre su propia sexualidad y el lugar que ésta jugaba con respecto a sus niñas, sabiendo que toda pautación es resistente a la perversión del otro, cuando la discusión toma el carácter de oposición de racionalidades.

      La ley, en el campo de la intersubjetividad, no se transmite de modo despojado. El legislador romano o ateniense con el cual se ha intentado en psicoanálisis deificar la figura del padre, suerte de Moisés con las tablas en la mano, siempre dispuesto a sancionar al niño que adora a ese becerro de oro que es la madre, no es trasladable a la vida sexual cotidiana ni a los límites en los cuales ésta se juega.

      Diferenciación entre la función de construcción de legalidades en la infancia de la crueldad con la cual el adulto –y por qué no el analista– puede ejercer acciones supuestamente tendientes a pautar, pero que en realidad encubren un goce sádico al cual el niño queda sometido, en razón de encontrar la racionalización en este caso teórica, si no ideológica, con la cual se recubrió en otros tiempos.

      Diferenciación también entre benevolencia hacia el polimorfismo infantil y complicidad perversa, recubierta esta última de un discurso hedonista que avala hoy todo goce, y rehúsa al futuro su condición de tal en función de postergaciones y renuncias necesarias para el ejercicio del principio de placer.

      Pero, yendo más a fondo: la puesta de límites dando cuenta de los bordes fallidos, pero inevitables en la construcción de legalidades, ya que no hay incorporación perfecta de la ley -salvo en la psicosis desubjetivante-. El límite periférico, como la muralla, dando cuenta de la necesidad de cercar un territorio en los comienzos, pero de su fracaso en el proceso de constitución del proceso psíquico o civilizador.

      Construcción de legalidades como cuestión central, la puesta de límites como problemática fronteriza, ya que el psicoanálisis no puede formar parte, bajo ninguna coartada, del brazo represivo que intenta sofocar el malestar sobrante mediante acciones constrictivas o medicaciones aplacantes. Se trata, en última instancia, de rescatar nuestra práctica de la captura a la cual nuestras propias aporías nos lanzan.

      1. Ver: S. Bleichmar, Paradojas de la sexualidad masculina, Buenos Aires, Paidós, 2006

      2. Ha sido Melanie Klein quien realizó el intento de reubicar la cuestión haciendo retroceder para ello el complejo de Edipo a tiempos muy precoces de la vida. Su endogenismo, sin embargo, plantea una traba irresoluble en razón de que la propuesta naufraga en el juego entre pulsiones y defensas de la cual el otro está excluido, salvo como pantalla de proyección, remitiendo la fundación de la ética a las representaciones fantasmáticas del sujeto y no a las condiciones exógenas de partida, de las cuales estas representaciones se proponen dar cuenta.

      3. Ver: S. Bleichmar, La subjetividad en riesgo, Buenos Aires, Topía, 2005.

      LA CONSTRUCCIÓN DE LEGALIDADES COMO PRINCIPIO EDUCATIVO

      Transcripción y adaptación de una videoconferencia que tuvo lugar el 26 de agosto de 2006. Fue organizada por el Observatorio Argentino de Violencia en las Escuelas, junto con UNESCO, Brasil, la Universidad de San Martín y el Ministerio de Educación de la Nación. Las licenciadas Mariana Moragues y Mara Brawer -de la Subsecretaría de Educación de la Nación- tuvieron a su cargo la presentación del encuentro, del que participaron directivos, maestros y gabinetes de las distintas provincias del país, cuyo diálogo el lector puede seguir a continuación de la exposición.

      Deseo plantear un conjunto de reflexiones, no de respuestas. Creo que respuestas nunca he tenido, porque la realidad siempre circula más rápido de lo que uno puede responder y se trata de construir juntos, a partir de la reflexión en común, las líneas directrices de las nuevas cuestiones. Ocurre que no tenemos parámetros claros sobre cuáles son las nuevas condiciones de producción de subjetividad en el país. Y esto hace que a veces las preguntas mismas presenten dificultades para explicar la complejidad del proceso. De manera que el diálogo es tan importante porque, más que la construcción de respuestas, comenzamos a poder puntuar las preguntas que nos tenemos que hacer y a pensar sobre qué parámetros hay que empezar a organizar algunas respuestas.

      ¿Por qué propusimos este tema? Este título, “La construcción de legalidades como principio educativo”, de alguna manera se fue armando. Todos estamos profundamente preocupados por las nuevas formas que toma la violencia en la Argentina: no solamente

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