El lugar del testigo. Nora Strejilevich

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El lugar del testigo - Nora Strejilevich страница 14

Автор:
Серия:
Издательство:
El lugar del testigo - Nora Strejilevich

Скачать книгу

obvio nexo entre alimentación y vida y por la evidente escasez de la primera:

      …poco a poco, comencé a esperar la hora de la comida con ansiedad, porque con la comida volvía la vida a través del ruido de las ollas, con el ruido de la gente. Parecía que la cuadra donde estábamos los prisioneros despertaba entonces a la existencia. (Testimonio de Graciela Geuna, citado por Calveiro, 2004: 50)

      En las antípodas está el traslado, el momento final. Calveiro comenta que «prácticamente en todos los campos se ocultaba, al tiempo que se sugería, que el destino final era la muerte» (2004: 50). Aunque muchos lo negaran, era inevitable sentir el clima tenso los días de traslado, cuando los detenidos eran llamados por sus números para ir a «esa muerte que era como […] desaparecer sin morir. Una muerte en la que el que iba a morir no iba a tener ninguna participación; era como morir sin luchar, como morir estando muerto o como no morir nunca» (Nunca Más, 1985: 184, citado por Calveiro, 2004: 52).

      Desaparecido: Jorge Rafael Videla lo definió en estos términos: «es una incógnita […] no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desaparecido». Marguerite Feitlowitz (1988) se refiere a esta invención siniestra: «desaparecido» es una palabra atípica que se resiste a la traducción; nunca se había usado como sustantivo y el verbo desaparecer tampoco existía en modo transitivo (desaparecer a una persona), por lo cual se la ha incorporado a otras lenguas en castellano. Esta noción, nacida de la Noche y Niebla nazi, transforma a los asesinados en seres que, al no estar «ni vivos ni muertos», encarnan un «misterioso estado de ser», como indica Kaufman. También según Gabriel Gatti «se ha llegado, tras un esfuerzo teórico, a promover […] “un nuevo estado de ser”, extraño y desconcertante» (2017).

      Este esfuerzo tiene […] grandes hitos: La constitución de la categoría misma […] cuando aún no se disponía de términos para nombrarla; el ascenso de esta categoría al estatuto de tipo jurídico-penal del derecho internacional en materia de derechos humanos; y su circulación y expansión abiertas. (2017: 16)

      Si bien es decisivo, para una comprensión de nuestro mundo actual, visualizar la expansión de este concepto como propone en Desapariciones: usos locales, circulaciones globales (2017), me remito al primer hito del dispositivo que, como también indica Gatti, «produjo algo nuevo y que le es ciertamente propio al caso argentino: la invención social de la categoría de detenido desaparecido y la construcción de un campo social alrededor de ella socialmente denso e institucionalmente muy robusto. Y duradero» (2017: 17). En realidad el invento se lo debemos a Videla porque a partir de su siniestro enunciado se creó un campo de lucha por los derechos humanos centrado primero en la demanda de «Aparición con vida» y, más adelante, en la exigencia de «Memoria, Verdad y Justicia».

      La palabra desaparecido es la más emblemática de un vocabulario que va nombrando de un modo particular el plan sistemático y clandestino de secuestro, tortura y asesinato masivo. Pero el asesinado con esta metodología, como dice Kaufman, «no es un muerto ni un fantasma».

      «Es otra figura. Afirmar que las víctimas de los perpetradores desaparecieron [es] la negación de la muerte misma. Aquí se huele el humo de los crematorios. Cielo y mar son receptáculos de masas anónimas de víctimas, asesinadas para que su recuerdo quede indeleble por haber sido borrado en forma tan extrema». (2012: 39-40)

      El testimonio desafía el lenguaje asesino (que oculta y muestra al mismo tiempo): viene a contar que ellos estaban y cómo estaban; cómo eran; dónde pasó lo que pasó e incluso, en algunos casos, cuándo y cómo los mataron. Los testimonios reniegan del destino marcado por el terror, el del anonimato de los desaparecidos, recuperando nombres e historias.

      Hace frío. Mucho frío. El frío viene de las paredes, se arrastra por el elástico del catre, sube por el colchón, trepa por la espalda y se clava en la nuca. Juega con la columna vértebra por vértebra, ida y vuelta, de arriba abajo, de abajo arriba, sin tregua. Frío de muerte haciendo muecas. Por la invisible reja de la celda entra un rayo de luz que corta el aire de un tajo. Choca contra la piel y veo un sudor viscoso. Trato de tocarlo, no sé cómo. Las manos se acercan y caen como peso muerto. Quiero mirarlo. La cabeza se levanta y se desploma. Quiero salir de esta red de heridas y moretones. Los pies esposados ya no luchan. El dolor gime de piernas a cabeza como tediosa obsesión que repite: estás presa, desaparecida, parecida, depe–sapa–repe–sipi–dapa. (Strejilevich, 2018)

      Dolor/ sufrimiento: El testimonio muestra el dolor y eso trae consecuencias. Exhibir el dolor puede alejar a quien lo ve porque ciertas imágenes producen rechazo, no empatía (Susan Sontag, 2003).

      El filósofo argentino Pablo Dreizik observa cómo en la representación clásica del dolor prima su lazo con la belleza23. El rostro de ciertas esculturas griegas, o la imagen del Cristo crucificado, parecen denotar que el sufriente accede a un saber en medio del sufrimiento (por eso hay en esas representaciones contención, capacidad de enfrentarlo y dignidad). Sin embargo, la unión de dolor y belleza se va perdiendo a lo largo de la historia, hasta que los factores se separan. El dolor ataca la forma, se de-forma. Mientras que el dolor clásico no aplasta a su víctima, el gótico se torna pavoroso: nos hallamos frente al grito en un rostro sin templanza. Tras haber visto el horror puro (la Gorgona), el arte pone en acto un estremecimiento, lo sublime –categoría que designa algo capaz de provocar éxtasis o dolor porque resulta inasimilable.

      La belleza queda finalmente atrás cuando el dolor es equiparable a la tortura, emparentada con la imagen de Prometeo encadenado y atado a una piedra, retorciéndose con una mueca desesperada mientras el águila le picotea el hígado por una eternidad.

      Ningún dolor se recuerda ni puede transmitirse tal como se padeció (sobre todo el vinculado a la materialidad corporal), pero la humanidad ha encontrado el modo de dar cuenta del sufrimiento a través de la creación de palabras y de imágenes que rodean eso que permanece inscripto en el inconsciente y en el cuerpo. No obstante, también ha luchado por suprimirlo.

      Kaufman nos recuerda que, a partir de la revolución industrial,«el dolor deja de ser un destino»: con la aplicación de la anestesia total en 1844 y el avance de la tecnología (cuando se tiende la primera línea telefónica) «los cuerpos quedan a disponibilidad para la vida del goce». En ese momento se hace posible reducir la recepción de estímulos nocivos, y con eso, suprimir una forma de comunicación: «La comunicación telegráfica es indolora, porque reproduce la palabra sin el cuerpo, pero también porque instala la distancia entre los cuerpos, al mismo tiempo que la suprime».

      …lo nocivo se vuelve inadvertido y su detección se deja en manos de la técnica, los dispositivos y los aparatos […]. La palabra y el dolor estaban relacionados. Desde entonces no hay palabra ni dolor. Ambos se han desvanecido. (Kaufman, 2002: 81)

      Este cambio en la condición de la experiencia que precede al exterminio llevado a cabo en la era industrial se vincula con la dificultad de recepción de la memoria dolorosa. Una vez más: no faltan las palabras, lo que sobran son los modos de aplacar el dolor y el deseo generalizado, de negarlo. Es preciso dar con formas que lo restituyan, que lo hagan audible. ¿Por qué? Porque si las ruinas del pasado son vistas como una naturaleza que se asume como inevitable es porque se olvida el sufrimiento. Ese elemento histórico, recalca Reyes Mate (2013), «sin el que no se explica nada», es la expresión del sufrimiento pasado.

      Eufemismo/ léxico del terror: El eufemismo del léxico del terror no coincide con la figura retórica que definen nuestros diccionarios como «manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante»; su descripción más acertada es, en cambio, «una puesta en abstracción, una “des-realización” que despoja a la palabra de toda equivocidad» (Sneh, 2012: 107-109).

      Desde

Скачать книгу