Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola

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Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola Historia de la República de Chile

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Un ejemplo es la relación de Huth con la casa de N. M. Rothschild & Sons de Londres. Esta última era un actor importante en el comercio de metales preciosos, y sus importaciones desde Chile a partir de la década de 1820 fueron canalizadas a través de los Huth. Cuando los Rothschild obtuvieron el monopolio de la producción de mercurio de las minas de Almadén como parte del arreglo para la concesión de préstamos al gobierno español, decidieron vender ese producto en Sudamérica a través de una firma que les diera confianza, como era el caso de Huth. El azogue, insumo indispensable para la extracción de la plata a través del proceso de amalgamación, encontraba buenos mercados en el Perú, Bolivia y Chile. Los Huth actuaban como agentes cobrando comisiones por diversos conceptos, las que alcanzaban al 13 por ciento del total, un monto bastante elevado para un negocio de poco riesgo; en un momento, los Rothschild pensaron eliminar al intermediario, pero desistieron ante las dificultades que se avizoraban. El negocio era bastante lucrativo y en algunas oportunidades los Huth llegaron a comprar azogue en España por cuenta propia.

      Sin embargo, los descubrimientos de mercurio en California a partir de 1848 significaron una mayor competencia, ya que sus costos eran menores. Cuando los Gibbs consiguieron la representación de los productores californianos, se desató una guerra de precios, los que bajaron a menos de la mitad. El valor aduanero del kilo de azogue, que era de 2,71 pesos en 1845 llegaba a 1,11 peso en 1856. Los acuerdos entre Huth y Gibbs para establecer un cartel durante la década de 1850 resultaron de corta duración, pero los precios continuaron bajos: el valor oficial por kilo era de 1,22 peso en 1868 y solo de un peso en 1879596.

      Estas y otras casas extranjeras terminaron por ocupar un papel principal en el comercio exterior chileno, desplazando a los comerciantes chilenos e hispanoamericanos. Juan Eduardo Vargas y Gerardo Martínez entregan el siguiente detalle de la nacionalidad de las principales firmas mayoristas de Valparaíso y Santiago en los periodos que se indican en términos porcentuales:

      Nacionalidad de las firmas importadoras de Valparaíso y Santiago, 1818-1849 Porcentajes sobre el total597

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      Para 1849, alrededor del 75 por ciento de esas casas tenían su sede en Valparaíso. En los años siguientes, la proporción de firmas extranjeras fue en aumento y en 1874 representaban el 87 por ciento del comercio mayorista de Valparaíso598. Baldomero Estrada, que toma la nacionalidad de las casas de consignación en el puerto, registra un porcentaje similar de participación extranjera, la que se revierte solo en la década de 1880.

      Casas de consignación en Valparaíso según nacionalidad, 1847-1885 (en porcentajes)599

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      Las casas extranjeras no solamente predominaban en cuanto a su número; eran también las más grandes. De las 20 casas importadoras de Valparaíso que pagaban patente de primera clase en 1875, todas ellas eran extranjeras, incluyendo las siete mencionadas más arriba y al menos dos de las compañías navieras600.

      No obstante las desventajas que enfrentaban por la falta de una red de corresponsales, las firmas chilenas o hispanoamericanas podían concentrarse en aquellos mercados respecto de los cuales tenían mayor conocimiento y donde contaban con agentes de confianza601. La lista de las firmas que pagaban patente de segunda clase en Valparaíso incluía algunas de nacionalidad chilena, como Urmeneta y Errázuriz —que exportaba su producción de cobre—, Besa y Salinas, y José Tomas Ramos.

      De estas últimas, Besa y Salinas había nacido de los negocios de José Besa Infantas, hijo de español, quien después de trabajar un tiempo como empleado de comercio se había instalado por cuenta propia en 1838. En 1841 abrió oficina en la calle Huérfanos de Santiago, con un modesto capital, dedicándose a la venta de abarrotes y tejidos; pronto se asoció con José Salinas para formar Besa y Salinas, con oficinas en Santiago y Valparaíso, y una tienda en Talca. La oficina de Valparaíso operaba como Besa, Salinas y Compañía, de la cual formaban parte también José Bordalí y José Manuel Almarza602. Durante la fiebre del oro en California, Besa aprovechó la oportunidad para enviar agentes y mercaderías, aunque los resultados no fueron demasiado exitosos603. El despegue de la firma se habría producido durante el gobierno de Manuel Montt, cuando inició la importación de azúcar, entrando a competir con una refinería local; para 1856, el capital de la sociedad alcanzaba a los 400 mil pesos. A comienzos de la década de 1870, la casa Besa entró en el negocio del cobre en Chañaral, con buenos resultados. No solo se dedicó a la compra de minerales, a la explotación de algunas minas y la venta de mercaderías, sino que también tenía un laboratorio de ensayes y una destilería de agua604.

      En paralelo a estas operaciones y confirmando su posición en el comercio de Valparaíso, José Besa participó en la fundación del Banco Nacional de Chile en 1865, del cual llegó a ser presidente 10 años más tarde. Se inició en la política, comenzando como diputado gobiernista por Curicó en 1855. Mientras incursionaba en estas y otras actividades, el capital de la casa de comercio se mantuvo más o menos estable, y en 1881 Besa se retiró de la sociedad, dejándola en manos de su hijo605.

      La trayectoria empresarial de José Tomás Ramos comenzó con algunos pequeños negocios antes de ingresar como socio minoritario a la firma Francisco Álvarez y Cía. en 1838. Por esa fecha, Álvarez ya era un hombre de fortuna y es probable que haya proporcionado la mayor parte del capital, siendo Ramos una suerte de dependiente con participación en las utilidades, según era la práctica en el comercio de Valparaíso. El giro de la sociedad era el comercio interior y exterior con buques aportados por el socio principal. Las mercaderías correspondían a frutos del país y productos importados; estos últimos eran adquiridos a las grandes casas importadoras de Valparaíso o traídos del Perú y Brasil. Al cabo de tres años, Ramos había reunido un capital de 24 mil pesos, lo que le permitió establecerse en forma independiente. Formó un equipo de colaboradores, entre los que incluyó a José Santos Bordalí, y algunos de ellos recibieron una participación en el negocio, tal como él la había tenido con Álvarez606.

      Aprovechando la experiencia ganada, Ramos concentró sus actividades en el tráfico con las plazas que mejor conocía. Del Perú, cuyo comercio con Chile había vuelto a sus cauces normales después de los trastornos del decenio anterior, importaba azúcar, chancaca y arroz, y despachaba hacia él trigo, harina y maderas. Para aprovechar la bonanza surgida de la fiebre de oro en California, había formado una sociedad con José Besa y otros. A lo anterior se agregan operaciones con Guayaquil, desde donde traía cacao y sombreros, artículos que eran reexportados en parte, y algo de café. También hacía negocios con Brasil, desde donde importaba yerba mate y azúcar. Complementaria a este comercio fue la adquisición de molinos de trigo, primero en Santiago y después en la zona de Tomé, cuya producción exportaba. Participó asimismo en una sociedad para producir arroz en el Perú y adquirió algunas naves para dedicarlas de preferencia a sus propias operaciones607.

      En general, los negocios de Ramos resultaron bastante rentables. Su capital inicial de 24 mil pesos había aumentado a 457 mil, según un balance de 1849, un desarrollo no demasiado diferente al de las iniciativas de su contemporáneo José Besa. Examinando esas cuentas, se aprecia que la mayor parte de sus activos estaban dedicados a operaciones comerciales: el valor de sus inmuebles y buques apenas superaba el 12 por ciento de su patrimonio608. Este uso eficiente de su capital, una práctica compartida con las principales casas de comercio de Valparaíso, permitía maximizar el volumen de los negocios y, de ser estos rentables, de las ganancias.

      Juan Eduardo Vargas, que ha estudiado a Ramos y sus negocios, destaca la atención personal que daba a todos los aspectos de sus operaciones. Esta preocupación no lo libraba de la necesidad

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